Terra Motor publica un interesante reportaje sobre el futuro de los combustibles de automóviles. Analiza a fondo los pros y los contras de esta tecnología y el por qué aún no contamos con ellas cuando nos encontramos en una era de grandes avances.
Sobre el principal problema del hidrógeno:
Para empezar, porque se necesita otra energía para obtener el hidrógeno puro. Una vez logrado, viene el problema de su almacenaje: estamos ante un gas muy inestable y volátil (de no aislarse bien, se convierte en una bomba incendiaria). Debe conservarse a una temperatura extremadamente baja (a unos 253 grados bajo cero) o a una presión muy alta.
Esto se ha conseguido para grandes máquinas como los cohetes o los submarinos. Sin embargo, el gran problema es conseguir un sistema económico y, sobre todo, seguro.
Existen diferentes métodos para conseguir el preciado gas, aunque los principales se detallan aquí:
A partir de hidrocarburos: la gasolina está compuesta de hidrógeno y carbono. Mediante un catalizador se arranca el hidrógeno de la gasolina y se envía, en forma gaseosa, a la pila de combustible. Los detractores de esta tecnología aseguran que termina siendo contaminante; sin embargo, la cantidad de CO2 que se emite a la atmósfera es mínima. Además, también se puede conseguir de combustibles “verdes? (los biocarburantes).
A partir del gas natural y vapor de agua. Hoy por hoy, la opción más barata para producir el hidrógeno es el gas natural, mediante la denominada tecnología del reformado con vapor. Es también la opción menos contaminante a partir de combustibles fósiles.
A partir del agua mediante electrólisis: una corriente eléctrica descompone el agua en hidrógeno y oxígeno. Pero ¿cómo obtener esta electricidad? Centrales nucleares, energía eólica, solar… hay que sopesar si su producción no contaminará más y resultará más cara que los beneficios que puede conseguirse con coches de hidrógeno.
Además, se cita el cómo funciona el principal sistema de pila de combustible que se ha diseñado hasta ahora:
¿Qué se hace con el hidrógeno? Aquí entran en juego las denominadas pilas de combustible: convierten ese gas en electricidad. Para ello, incorporan una especie de membrana que pone en contacto el hidrógeno con el aire ambiental. La mezcla genera reacción eléctrica que se canaliza hacia el motor. Para hacernos una idea, estaríamos ante una especie de baterías que no necesitan nunca ser recargadas.
¿Y cuando nos vayamos de viaje de donde sacamos el combustible?
Por eso, los fabricantes de coches utilizan para sus demostraciones hidrogeneras móviles. Nosotros ya las hemos visto en funcionamiento y no difieren en nada de las gasolineras tradicionales. Al menos, en apariencia. Estos depósitos mantienen el hidrógeno en estado líquido, por lo que debe estar a temperaturas muy bajas (menos de 200 grados bajo cero), y lo inyectan dentro del coche de manera completamente hermética, para evitar fugas.
También se baraja la posibilidad de crear una especie de red de reparto de bombonas de hidrógeno. Sería un negocio similar al utilizado en algunas ciudades con el gas para los domicilios. La idea es crear pequeñas cápsulas para insertar en los coches. El problema: los vehículos tendrían una autonomía limitada y los usuarios tendrían que estar muy atentos a que su despensa de bombonas no se acabase.
Y finalmente responden brevemente a la gran pregunta que se hace la mayoría de la gente. ¿Es seguro este sistema?
El hidrógeno tiene que enfrentarse a la historia. En 1937, un gran dirigible alemán, el Hindenburg, repleto de este gas, estalló en pleno vuelo: murieron 35 personas. Esta especie de “Titanic de los zepelines? sirvió para apartar el hidrógeno de los vuelos aerostáticos y sustituirlo por el helio. Muchos se preguntan si este mal no podría trasladarse a los automóviles.
Sin embargo, con el paso de los años, se ha descubierto que el Hindenburg ardió por los materiales utilizados en la construcción de la aeronave. No por el hidrógeno. Es cierto que éste es un gas altamente inflamable y muy explosivo, pero –según muchos expertos-, tratado adecuadamente, no resulta más peligroso que el petróleo y la gasolina almacenada en el depósito de los coches.
Además, los fabricantes de vehículos han desarrollado duras pruebas para estos vehículos: en algunas, se incluyen disparos de bala a los coches, para ver si llegarían a arder.
Vía: TerraMotor