A través de Motorpasión me entero de una curiosa historia que resultó ganadora del Darwin Awards, unos premios que se conceden anualmente a la muerte más absurda. Aunque desde luego no es una noticia de alcance, lo surrealista de esta muerte merece que quede reflejada aquí.
En Arizona (Estados Unidos) se encontraron una serie de restos de un extraño accidente en la ladera de una montaña. Posteriormente se descubrió un enorme agujero en una roca que se situaba a 38 metros de altura sobre el lugar del accidente. En ese agujero, de 91 cm de profundidad, se descubrieron restos de un vehículo y de un reactor.
¿Explicación razonable? Parece ser que un sargento de las fuerzas aéreas se hizo con un reactor JATO (Jet Assisted Take Off) y lo montó en un clásico Chevrolet Impala de 1976. A una distancia del impacto de unos 6 km activó su reactor alcanzando una velocidad cercana a los 480 km/h. En su intento de frenada, a 4,2 km del impacto, empezaron a deshacerse los neumáticos e incluso las llantas. El resto de la distancia parece ser que la realizó “por el aire”.
Finalmente impactaría con la ladera de la montaña y los restos del “artefacto” se elevarían hasta la roca superior. El choque debió de ser de tal magnitud que los únicos restos del conductor que se encontraron fueron unas uñas, unos pocos huesos y algo de pelo. No sé si este incidente merece alcanzar el citado premio pero se puede decir que ha sido algo casi irrepetible.
Precisamente en estos días se estrena en los cines de nuestro pais la película Darwin Awards : Muertes de risa que realiza un homenaje a este curioso certamen.
Vía: motorpasión
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