El estado de California, en la Costa Este de los Estados Unidos, es uno de los lugares del mundo más propicios para los vehículos responsables con el medio ambiente. Todo surgió a partir de una normativa pionera en el mundo, la “Zero Emission Vehicle Mandatory” (ZEVM) de 1990, una ley que obligaba a todo fabricante que vendiera vehículos en el estado más soleado de América a que un 2% de dichos vehículos emitieran 0 gramos de CO2 a una de las atmósferas más saturadas de Norteamérica.
Dicen que la necesidad agudiza el ingenio, y parece que fue cierto, en sorprendentemente poco tiempo General Motors y Toyota disponían de vehículos totalmente eléctricos. El conocido EV1 por parte de GM y el Toyota RAV4 EV por parte del gigante japonés. Otros fabricantes como Mercedes empezaron a investigar los vehículos movidos por hidrógeno y actualmente el estado es uno de los principales mercados para vehículos ecológicos, y el mercado principal de híbridos del mundo.
Pero a la vez que en los años 90 se avanzaba a pasos agigantados principalmente en el campo de los vehículos eléctricos, un grupo de presión formado por los mismos fabricantes que promovían los vehículos eléctricos y algunas petroleras derribaron la “Zero Emission Vehicle Mandatory”, alegando que los costes de producir vehículos de cero emisiones eran muy elevados. El 2% de vehículos no contaminantes se convirtió en un 2% de vehículos menos contaminantes.
Los fabricantes cancelaron todos sus proyectos de eléctricos en curso y destruyeron los prototipos. Todo volvía a la normalidad para petroleras y constructores de vehículos, pero la red de estaciones de servicio de recarga eléctrica ya estaba construída. Actualmente hay más de 150 puntos de recarga eléctrica sólo en el entorno urbano de Los Ángeles, gracias a ello, conducir un coche eléctrico como el Lightning GT o el Nice MyCar es posible en California. Estos puntos de recarga son de gran potencia eléctrica (380 V) por lo que permiten recargar las baterías de un eléctrico en muy poco tiempo, de 10 a 15 minutos.
La conciencia ecológica caló muy hondo en el soleado estado y muchos fabricantes, como Tesla Cars tienen su sede en California. También es el terreno de pruebas de coches propulsados por hidrógeno, como el Honda FCX o los BMW Hydrogen 7. El caldo de cultivo es ideal, existen hidrogeneras y puntos de recarga eléctrica, el poder adquisitivo de los habitantes del estado es alto y muchas de las empresas de tecnología más innovadoras del planeta están establecidas en el estado.
Ahora vámonos a España. Si adquirimos uno de los pocos coches eléctricos a la venta a un precio elevado, un Reva, nos encontramos con dificultades a la hora de recargar sus baterías. Debemos recargarlo con un enchufe de 220 V en casa en un proceso de carga de varias horas. Ello limita al vehículo enormemente, dejando su uso para el ámbito urbano únicamente. Si quisiéramos ir por ejemplo, de Madrid a Barcelona, sería imposible. No podríamos recargar las baterías en ningún lugar durante el trayecto y en caso de encontrar un enchufe, la jornada duraría más de 12 horas tranquilamente.
Y nos damos de bruces con uno de los grandes obstáculos a la hora de la implantación de vehículos de cero emisiones. En mi opinión, los eléctricos son el futuro pero nadie parece apostar por este tipo de energías, ni gran parte del público ni los gobiernos, en teoría responsables de cuidar del bien de todos y de nuestro futuro. Está claro que hay muchos intereses creados alrededor de los vehículos de combustión interna, pero la diversión no va a ser eterna. Ahora que podemos, no sería difícil ni caro para las petroleras o gobierno implantar puntos de recarga en cada gasolinera.
La demanda de energía eléctrica aumentaría mucho, pero existen muchas energías renovables, de nuevo con muy poco apoyo público y poco interés por parte de las eléctricas. Personalmente, no me importaría pagar 20€ por una recarga de energía para 400 km y la empresa suministradora ya estaría operando con unos márgenes de beneficio brutales (estoy claramente exagerando). Si en California han podido hacerlo con un poco de ayuda por parte del gobierno y nadie ha resultado perjudicado, ¿por qué no hacerlo en Tokio, París o Madrid? Todos saldríamos ganando y el planeta respiraría mucho mejor.
Vía: voyapilas
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