Quizá muchos hayáis pasado por la experiencia de una mudanza de muebles de un sitio a otro, incluso a una tediosa mudanza completa. Hay gente que acude a empresas para realizar la mudanza y otra que lo intenta hacer por su cuenta, con el esfuerzo físico que hace falta para ello. Personalmente he vivido unas cuantas mudanzas pero nunca me había encargado de la parte más cercana al transportista. Siempre hay una primera vez para casi todo y como experiencia es interesante.
Un amigo me pidió ayuda porque por su edad y su tiempo de carné de conducir no podía acceder a una furgoneta de alquiler con la que realizar una mudanza, que se llevaría a cabo entre tres puntos diferentes: Santiago de Compostela, Vigo y Covas, una aldea cercana a la capital gallega. La mudanza consistía en unos cuantos muebles, con un armario muy grande, colchones, mesas, etc, que aunque no fuera de una casa completa eran bastantes piezas.
Con lo cual hacía falta una furgoneta en condiciones. Así que nos dirigimos a alquilar una Renault Master, uno de los vehículos comerciales de la marca francesa más grandes. La caja de carga de la versión Furgón, con la que nos hicimos, mide unos 3.7 metros de largo, 1.89 metros de alto y 1.79 metros de ancho, sin ningún cristal y una puerta lateral deslizante y una puerta doble trasera. Con un peso máximo de carga casi 1.600 kg y un volumen de carga de casi 13 metros cúbicos se antojaba como suficiente para transportar casi todo lo necesario.
Tras la firma de rigor con la compañía de alquiler, me subí por primera vez a una furgoneta de este calibre como conductor. Me costó menos de lo que esperaba, gracias al escalón situado a la izquierda del interior de la puerta del conductor, aunque quizás esté mejor situado para zurdos. La sensación inicial fue la de “oh, acabo de convertirme en conductor de alturas, y es verdad que la altura de la cabina te hace ver el tráfico desde otro punto de vista. Pero dada la mínima comodidad del asiento del conductor y mis ánimos, no tuve ningún problema.
La motorización con la que contaba el modelo que alquilamos era un 2.5 dCI de 120 Cv con un cambio de 6 velocidades, que por lo que pudimos ver más adelante era más que suficiente en vacío y quizás algo cortillo cuando íbamos con la carga más numerosa de nuestros viajes. En cualquier caso se mostró suficiente, con una especialización en revoluciones del motor medias-bajas y, para mi asombro, sin demasiada vibración (vamos, estaba lo que se dice bastante nueva).
No me costó, poco después de arrancar y de dirigirnos a la autopista AP-9 que une Santiago de Compostela y Vigo, hacerme con el embrague, a pesar de la posición de conducción diferente a la de un coche normal: al tener un volante de más radio, hay que pegarse más a él para contactar de manera correcta con los pedales. Salimos ya desde el punto de recogida del vehículo totalmente vacíos.
Durante el recorrido de la autopista, de unos 90 km, la Master ofrecía una buena sensación de aceleración incluso en la sexta marcha circulando a unos 120 – 130 km/h (cumplí las normas salvo en momentos puntuales…¡para probar la furgoneta eh!). La baja vibración de la que antes hablaba sí se hacía patente al adelantar a camiones, las turbulencias evidente afectan más a los vehículos con cabina más alta.
Una vez llegados a Vigo y de repostar en una de las estaciones del centro de la ciudad, nos dirigimos al punto de recogida de los primeros muebles. El caos latente en las ciudades grandes se multiplica por dos cuando circulas con una furgoneta tan grande (ahora entiendo el estrés de algunos transportistas…) Los demás conductores desde luego no facilitan las maniobras de una furgoneta, como el mayor radio de apertura que hay que guardar para girar en una curva bastante cerrada.
Entre eso, que nos perdimos por las obras cercanas a la Plaza de España y que estábamos cerca de una hora punta, casi las 12 de la mañana un día laboral, el asunto fue arduo complicado. Más si cabe el aparcamiento, que en un primer momento y para agilizar las cosas fue en doble fila. Bien, nos bajamos y empezamos a trasladar los muebles al interior de la furgoneta.
Los 55 cm de altura de la caja de carga al suelo desde luego no facilitan la entrada de muebles como una mesa, sillas o una cómoda, aunque sí es sencillo para tablas simples que puede arrastrar. Aún así ya era necesario subirse a la caja para ir acomodando los muebles de la mejor manera. Esta situación recuerda al Tetris salvo que tiene todo el tiempo del mundo (desde luego animaría hacerlo cantando la canción del conocido juego).
Una vez cargado todo, con el sudor apareciendo en nuestras frentes, nos dirigimos a la salida de la ciudad con algo menos de tráfico. Tomamos la autopista de camino a nuestro siguiente punto de carga. A la pequeña aldea de Covas llegamos después de abandonar la autopista, aunque antes pasamos por una serie de tramos con un asfalto algo empeorado. En la cabina desde luego no se hacían demasiado patentes los baches pero los muebles retozaban en la caja. Se echaban en falta desde luego unas cuerdas para afianzar la posición de las piezas (lástima no haberlo pensado antes).
Este momento de carga supuso un gran estrés, pues teníamos que rescatar los muebles desde el gran trastero de una antigua cuadra y además eran piezas de un armario de madera maciza con el gran peso que supone. En la mitad del proceso la furgoneta se llenó completamente en cuanto a volumen y decidimos hacer la descarga antes de ir a comer para seguir después. Nuestro siguiente punto de descarga/carga fue algo más sencillo gracias en parte a la puerta deslizante lateral y, sobre todo, a un importante invento llamado ascensor, aunque la base del armario basó su movimiento básicamente en nuestros brazos.
Resulta curioso ver como casi nadie se fija en el interior de una furgoneta abierta y sí se fija en tu persona cuando te subes a una furgoneta. ¿Morbo? ¿Curiosidad por lo desconocido? La experiencia está bien pero no te hace sentir más grande o más alto, y menos más fuerte. Una vez repuestos en energía en una más que conocida cadena de comida rápida, emprendimos el último viaje de nuevo al segundo punto de carga para repetir el último proceso y, finalmente, devolver la furgoneta.
Todo ello con largos períodos de carga y descarga que nos dejaron totalmente exhaustos, ni me imagino lo que tiene que ser hacerlo todos los días. Un trabajo muy duro y probablemente no muy bien pagado. Dejando ese hecho a un lado, la experiencia fue bastante agradable en cuanto al desarrollo de la Renault Master. En el aspecto del combustible, repostamos unos 21.5 litros aproximadamente para hacer aproximadamente 200 kilómetros, con lo que sale a unos 10,75 litros cada 100 km. Podría decirse que no es un consumo exagerado, sobre todo porque de fábrica y con la furgoneta sin cargar se han medido unos 9 litros en consumo combinado.
Para una posible próxima vez, probablemente optaría por una furgoneta con una altura de la caja de carga más baja (aunque sólo fuera por cuidar mi espinazo), con ordenador a bordo para controlar mejor el gasto de combustible o la autonomía y con el detalle de las cuerdas para sujetar correctamente lo cargado. Desde luego no dejaría escapar algunos detalles de comodidad con los que si contamos, como el aire acondicionado (sudando y en un día más o menos caluroso se agradece) ni tampoco con esos pequeños detalles que te solucionan la vida, como los huecos para carpetas o pequeños objetos tanto en el centro del salpicadero como en los laterales de las puertas.
Más imágenes de la Renault Master utilizada (mil disculpas por la baja calidad de las imágenes).
Disclaimer: no tengo nada relacionado con la empresa de alquiler de vehículos que se puede ver anunciada en los laterales de la furgoneta :)
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