Nos vamos a Escandinavia. La Ministra de Finanzas de Noruega, Kristin Halvorsen, ha propuesto al parlamento un proyecto de ley que de ser aprobado prohibiría le venta de coches con motores alimentados por gasolina o gasóleo a partir del 2015. De esta manera, el país buscaría la independencia total de los combustibles fósiles, una tarea en la que Suecia ya se halla inmersa. Sobra decir que esta propuesta ha creado un considerable revuelo político y público en el pequeño país nórdico, no se puede negar que no es radical.
La lógica sobre el papel tras la propuesta es impecable: se favorecerá el desarrollo de los combustibles alternativos, los coches eléctricos y los coches movidos por hidrógeno. La transición hacia cualquier forma de movilidad no contaminante en sí será más rápida. Sin embargo, la aplicación práctica de esta loable medida es muy complicada y dudo que se llegue a efectuar en el plazo que se ha estipulado. Hay varias razones para ello, de tipo político y fundamentalmente de tipo económico.
La primera de ellas es que en Noruega se venden anualmente uns 150.000 vehículos. Si el conjunto de fabricantes mundiales dejasen de vender esas unidades no supondría un drama para la industria. Sus beneficios caerían y probablemente les llevaría a impulsar las tecnologías no contaminantes, pero la presión por parte de la demanda no es suficiente. Otro gallo cantaría si fuese por ejemplo Francia o Alemania el país que implantase la medida, se dejarían de vender varios millones de coches en el periodo de un año.
También sería necesaria la creación de una infraestructura importante en el país, desde estaciones de recarga eléctrica conectadas a redes de alto voltaje hasta hidrogeneras, pasando por refinerías para los biocombustible. Actualmente no sabemos qué tecnología se impondrá, ni cuando lo hará. Aunque es cierto que la construcción de infraestructuras supone un espaldarazo para la obra pública, es la empresa privada la que domina el sector y Noruega es un gran productor de petróleo.
Uno de los últimos escollos que se deberían superar es el elevado precio de estos sistemas de propulsión, con la excepción de los biocombustibles, de beneficio medioambiental muy dudoso. La producción en masa de estos vehículos solucionará el problema, pero me temo que volvemos al primer punto. Finalmente el primer ministro noruego se opone a esta medida por su elevado coste político. La idea es buena, pero falla en la aplicación práctica, de forma escalonada se haría mucho mejor.
Por ejemplo, exigir que todo fabricante produjese un determinado porcentaje de coches ecológicos, una medida similar a la Clean Air Act del Estado de California en los años 90, que llevó al desarrollo del General Motors EV1.
Vía: Autoblog.nl
En Diariomotor: California, España y los coches eléctricos, e-mobility Berlin, reflexión sobre los eléctricos