La noticia no deja de ser sorprendente, al menos para mí. La justicia norteamericana se atreve a darle un tirón de orejas a una de las grandes compañías petroleras del país, Exxon Mobil, por contaminar las aguas de Nueva York con un componente de la gasolina, el MTBE (éter metil terbutílico). Le obliga a pagar una multa de 105 millones de dólares (una nimiedad que solo representa el 0,25% de sus beneficios de 2008) al considerarla responsable de la contaminación de las aguas subterráneas del barrio de Queens a causa de las filtraciones de los tanques de combustible de algunas de sus gasolineras.
Este tipo de juicios, contra corporaciones tan grandes y poderosas, suelen durar meses e incluso años. Pero esta vez, la mierda les había caído dentro del patio de su casa, y bastaron solo 11 semanas de que el jurado tuviera las ideas claras y declarara su culpabilidad. Lo habían puesto todo perdido perdido y ahora tenían que pagar…
Mi sorpresa, ¿o debería decir indignación?, se debe a dos cosas: primero, porque como súbdito (más que ciudadano) español estoy acostumbrado a todo lo contrario, a ver como las grandes compañías que operan en España (y no hablo sólo de petroleras) están por encima de la ley sin que nadie de los que mandan muestre interés en poner coto a sus desmanes.
Segundo, porque la justicia ha actuado en este caso con inusitada diligencia si lo comparamos con otro caso parecido (aunque a mayor escala) que lleva más de 15 años dando vueltas por los despachos: el llamado Chernobyl Amazónico, donde miles de indígenas ecuatorianos acusan a la petrolera Chevron ( en realidad Texaco, que fue adquirida por Chevron en 2001) de haber vertido millones de litros de crudo en la selva amazónica ecuatoriana durante las décadas en que se dedicó a la extracción de petróleo.
Un atentado medioambiental de tal magnitud que las sanciones solicitadas alcanzan ya los 27.000 millones de dólares. Según los demandantes, el 30% de la selva ecuatoriana, unos 5.000 kilómetros cuadrados, está contaminada por el petróleo derramado por Texaco. Los 300 pozos abiertos generaron 20 millones de litros diarios de desechos tóxicos que fueron vertidos sin ningún tipo de tratamiento previo en cerca de un millar de charcas a cielo abierto. Con las lluvias, todos esos productos tóxicos inundaron los ríos y los acuífros subterráneos.
Millones de metros cúbicos de gas quemados sin ningúna clase de control, provocando una lluvia ácida que esquilmó la vegetación y, con ella, la fauna. Las tasas de mortalidad humana de la zona duplican las cifras nacionales. La incidencia del cáncer es seis veces mayor, y se han documentado más de 500 muertes relacionadas directamente con esta contaminación.
Lo más sangrante, si cabe, es la actitud de los responsables de la compañía, afirmando que la derrota en este juicio podría “sentar un precedente peligroso para otras multinacionales norteamericanas”. “No podemos permitir que países pequeños fastidien a compañías grandes como ésta –compañías que han hecho grandes inversiones alrededor del mundo”. Solo por estas frases ya merecen la condena.
Para hacernos una idea, aquí os dejo este video de 10 minutos que muestra el estado en el que quedó la zona.
Vía: Noticias Yahoo
Más información sobre el Chernobyl Amazónico: texacotoxico.com I Magazine de El Mundo I cbsnews: 60 minutos
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