Ayer os dejábamos con las ganas en el cuerpo, pero el día de despertar el 10 cilindros ha llegado. Al arrancar el motor, se te ponen los pelos de punta porque el R8 confiere un bronco rugido para posteriormente emitir un sonido contundente desde el ralentí que es una auténtica exaltación sensorial. Te hace darte cuenta de qué es lo que tienes delante, y eso que ha sido silenciado por Audi con respecto al bastardo italiano.
Una vez llegado el esperado momento de pisar el acelerador, la respuesta es sobrecogedora, revolucionando el motor instantáneamente, con unas ganas increíbles de subir de régimen que al principio hacen que te precipites a cambiar de marcha. Guardando las diferencias, da la sensación de que la conducción no es muy distinta a la de un TT. Es sencillamente fácil de conducir, divertido y gratificante. La tracción total quattro y el ESP – versión 8.0 – permiten que cualquier persona – por negada que sea – pueda buscarle las cosquillas al coche en las curvas más sinuosas sin necesidad de jugarse la vida.
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Es imposible romperle los esquemas al refinado R8, incluso si pierdes el control es muy fácil dominarlo. Cualquier accidente que puedas tener con él será por tu culpa, porque es un coche estable y muy predecible, tanto que la tracción total hace que apenas parpadee el testigo del ESP.
El paso por curva es rápido, se agarra, y se pega al asfalto como el pegamento. El subviraje no existe para este cohete, ya que el tren delantero es obediente, cosa absolutamente impresionante. El sobreviraje es otro asunto más bien distinto ya que normalmente se comporta como un tracción trasera y envía un 85% de la potencia a las ruedas traseras mostrando una cola juguetona y haciendo necesario el contravolante, pero sin llegar a sorprender.
Al poco tiempo el cuerpo nos pide desconectar el control de tracción y averiguar qué ocurre. Y entonces aparece sobreviraje, hermoso y desenfrenado sobreviraje, que nos obliga a trabajar mucho con el volante y con el pie… Así que volvemos atrás y configuramos el ESP en modo Sport, y empezamos a hacer grandes derrapadas como si fuésemos auténticos expertos en drifting, además la suspensión es más firme, ayuda a controlar los movimientos de la carrocería y añade tacto a la dirección para modificar la asistencia y como es ligera y suave, podemos situar al coche donde le digamos.
Debido en parte a la excepcional suspensión electromecánica Audi Magnetic Ride, que nos permite elegir el tarado de suspensión y se adapta al estilo de conducción y al tipo de calzada, a velocidades moderadas resulta tan confortable como una berlina, por lo que permite a sus ocupantes realizar largos viajes, sin restar comodidad, con la salvedad de que no habrá hueco para la maleta, sólo 100 litros delante y algunos más detrás.
Por supuesto, es bastante civilizado y no tienes que levantar la voz para hablar con tu acompañante. Para tratarse de un buque, con sus 4 metros y medio y sus 1.620 kg, he de decir que se muestra muy ligero y ágil, el coche reacciona de manera rápida y precisa en los cambios de dirección y peso. Esta ligereza es una de sus grandes cualidades por su chasis de aluminio que pesa sólo 210 kg: 48 kg menos que el motor.
A los frenos podríamos dedicarle un libro entero. Los que probamos fueron los cerámicos, que aumentan la eficacia y la resistencia (frente a los de serie que son de acero) y que parecen ser una opción innecesaria excepto si se quiere visitar el circuito y de camino aligerar el peso del conjunto en diez kilos, en parte por el excesivo sobreprecio que conlleva como extra (11.200€).
La unidad que probamos, montaba el cambio secuencial R-Tronic. Las levas se colocan en el volante y se localizan fácilmente con la dirección girada. El cambio tiene buen tacto y resulta bastante rápido en la configuración más deportiva pero es algo brusco y mete unos trallazos increíbles cuando se rueda rápido, lo que acabará por destrozar los músculos de tu cuello. Por eso, si queremos conservarlos, conviene levantar un poco el pie del acelerador antes de subir de marcha para hacerlo más suave.
El R8 es uno de los pocos superdeportivos que se pueden usar diariamente. No existe una situación del día a día donde el R8 pueda resultar incómodo: es el coche ideal para el apasionado que va a trabajar por el trayecto más largo y que los fines de semana, aprovecha para escaparse a carreteras de montaña. Además para aquellos casados, y a diferencia de otros vehículos similares como el Porsche 911 GT2, el R8 sólo tiene dos plazas, lo que te da la posibilidad de decirle a tus hijos: “hoy chicos, os vais al colegio con mamá”.
Si tuviera 157.900€ para invertir en un deportivo de este calibre, dudaría entre comprarme una ganga como el Nissan GT-R (que cuesta la mitad y es igual de fácil de conducir), un coche con un diseño exquisito como un Aston Martin Vantage V12, o un deportivo alocado como un Porsche 911 Turbo.
Finalmente, si mi decisión fuera la de un Audi R8 5.2 V10 FSI, habría elegido el coche más equilibrado, que combina a la perfección deportividad, con una buena puesta a punto y un acabado extraordinario.
Audi R8 5.2 V10 FSI, prueba en el circuito Ascari
Fotografías: Audi
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