Un comerciante de coches clásicos de Düsseldorf, Michael Fröhlich, recibió hace un tiempo un extavagante encargo de un potentado ruso: buscar, localizar y comprar, a cualquier precio, el Mercedes Benz 770 K que el canciller Adolf Hitler empleara en sus multitudinarias apariciones públicas. Tras meses de trabajosa búsqueda, lo encontró escondido en un garaje privado de Alemania.
Las pesquisas no resultaron sencillas, pues nadie quería saber nada del tema. Poco a poco pudo averiguar que la famosa limusina descapotable había sido vendida en Austria, tras la Segunda Guerra Mundial, por 2.000 Reichsmark. Posteriormente acabó aparcado en el museo de automóviles del Imperial Palace de Las Vegas. De allí, regresó a Alemania por deseo de un acaudalado industrial cervecero de Múnich.
Tras la muerte de este en 2008, su viuda se deshizo del coche vendiéndoselo a un particular cuya identidad nadie parecía conocer. La pista definitiva llegó la semana pasada y, con ella, el sitio exacto donde se encontraba el coche: guardado, junto con otros 6 coches de la época, en un garaje de Bielefeld.
Comenzaba la segunda parte de la investigación: comprobar, mediante documentos originales y fotos, que ese era realmente el automóvil buscado. Todo coincidía, incluso la matrícula: 1A 148461. El coleccionista ruso se subió inmediatamente en su avión privado y se presentó en el garaje para contemplar el hallazgo con sus propios ojos.
Solo quedaba un último detalle: que la administración alemana diera el visto bueno a la transacción, pues traficar con símbolos nazis está penado en Alemania. El coche no mostraba ningún distintivo del National-sozialismus, y la operación era legal. La negociación resultó fructífera, y el millonario ruso se quedó con los 7 coches. Lo que no ha trascendido es el montante total de la operación, pero se especula que solo por el Mercedes Benz 770 K de Hitler desembolsó entre 4 y 10 millones de euros.
Vía: express.de
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