Pekín sorprendió al mundo entero durante los pasados Juegos Olímpico por muchas cosas, entre ellas las drásticas medidas que adoptó el gobierno para disminuir la contaminación atmosférica de la ciudad. Se suspendió la actividad en muchas fábricas y se limitó el derecho a los habitantes a circular libremente por las calles.
Pasado el espectáculo de los Juegos, las noticias de la calidad del aire de Pekín son contradictorias. Mientras la administración china (tan poco fiable ella) asegura que al aire de la ciudad sigue siendo respirable, otras fuentes aseguran que la contaminación sigue siendo un problema. El ayuntamiento quiere seguir con su política de disminuir los niveles de contaminación (miedo me dan) pero al menos no llevará a cabo su amenaza de limitar el número de matriculaciones de coches.
Una de las medidas que se planteaba aprobar era restringir el aumento del parque móvil de la ciudad, permitiendo un máximo de 100.000 matriculaciones anuales. Una medida totalitaria típica de un gobierno demasiado acostumbrado a mandar sin tener en cuenta los derechos fundamentales de sus súbditos. La típica ley que se presta al compadreo, la corrupción y al “quita a este para ponerme a mí, que ya te lo pagaré”. Y no se me confundan, que no estamos hablando de España.
La propuesta era, y es, absurda, básicamente porque el aumento del número de coches es un problema para la circulación, pero en absoluto es responsable de la contaminación ambiental de la ciudad. China basa su economía, más que en el petróleo, en el carbón. Por todo el país hay cientos de centrales eléctricas que queman carbón para producir electricidad. Y sus humos son los que realmente contaminan las ciudades. Los coches, sobre todo los más antiguos, contribuyen, en efecto, pero su parte proporcional es muy pequeña frente a la contaminación industrial.
Al final, la administración local ha optado por aumentar la red de transporte colectivo y, como no, por meterle un buen subidón a las tasas de aparcamiento en el centro de la ciudad. Sin embargo, por muchas medidas que tomen, el aire de Pekín y del todo el régimen chino sigue siendo asfixiante. Y ahora no estamos hablando de contaminación ambiental.
Vía: Peoples Daily
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