90 ml cada 100 km, para poner en perspectiva la cifra. Unos 10 céntimos de euro cada 100 km, si lo preferís así. Se llama “Black Widow” y no es ningún muscle car, sino un vehículo dispuesto a comerse el récord mundial de consumo de combustible en la Shell Eco-Marathon de este año. Un equipo formado por estudiantes de Ingeniería Mecánica de la politécnica de California (Cal Poly) tiene puestas las esperanzas en este vehículo desde el año 2005, cuando todavía consumía 0.33 l/100 km.
Está construido en fibra de carbono y pesa unos 31 kg. A causa de su figura tan estilizada el único conductor tiene que ir medio tumbado y dicho sea de paso, achicharrado porque no hay aire acondicionado. El coeficiente aerodinámico del “Black Widow” es de únicamente 0.12, unas tres veces inferior a un coche de producción y la mitad de modelos como el Mercedes Clase E Coupé, actualmente el vehículo de producción más aerodinámico. El motor que lo propulsa no quiere saber nada de electricidad o baterías y es de origen japonés.
Sí, es un motor de 50 cc y cuatro tiempos de origen Honda, la solución habitual en vehículos de este calibre. Se ha refinado y optimizado para consumir poco combustible, pero no para correr: tiene 3 CV de potencia. Ello no le impide alcanzar una velocidad máxima de 50 km/h, ya sabéis aquello de “quítame un kg antes de darme un caballo”. Tiene la misma relación peso-potencia que un coche de 100 CV y una tonelada de peso, pero es obvio que las prestaciones no son escalables linealmente, ni de lejos.
El equipo dice que lo han llegado a poner a 60 km/h y que una punta de 70 km/h sería alcanzable, pero ello requeriría alterar las relaciones de cambio y consumir mucho más combustible (relativizando). No esperemos ver coches así en las calles, es un concepto académico pero con aplicación de futuro, explorando los límites de la aerodinámica y el motor de combustión interna, que lo queramos o no, está vivito y coleando. El próximo Shell Eco-Marathon tendrá lugar en el EuroSpeedway de Lausitz (Alemania) el próximo 6 de mayo.
Vía: Wired
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