La tecnología de los vehículos eléctricos sigue en pañales, pero cada vez se dan pasos más rápidos hacia una total electrificación del parque móvil. Hasta ahora, la recarga de un vehículo eléctrico era uno de sus mayores handicaps, requiriendo paradas cada 200 km, de horas y horas para volver a cargar la batería. Es una de las razones por las que ni siquiera se consideran para viajes largos, y estén empezando sus pruebas de viabilidad en entornos urbanos con fácil acceso a las primeras estaciones de recarga.
Todos estos inconvenientes podrían haberse solucionado de un plumazo gracias al invento del KAIST (Korea Advanced Institute of Science and Technology), el vehículo eléctrico en línea. Las siglas en inglés son OLEV (On-Line Electric Vehicle) y hacen referencia a un vehículo que se recarga de manera inalámbrica. El funcionamiento de la tecnología es sencillo, pero requiere la instalación bajo el asfalto – a unos pocos cm de profundidad – de una línea eléctrica, que genera un campo magnético.
Este campo magnético es recibido por el vehículo que circula sobre la línea, y transformado en electricidad, que va a las baterías. Simple y efectivo, aunque la eficiencia de transmisión no es del 100% debido a la distancia entre la fuente emisora de energía y la receptora. Los investigadores afirman que en carreteras bacheadas habría que enterrar la línea a unos 10 cm por motivos de seguridad y que se han tomado todas las precauciones y verificado que estos campos magnéticos no son peligrosos para nuestra salud.
Ahora la aplicación práctica. Un vehículo puede circular permanentemente sin necesidad de enchufarse, aunque por una ruta determinada. El KAIST ha desarrollado unas baterías de iones de litio muy ligeras y pequeñas, de tal manera que en un trayecto, sólo haga falta la “recarga remota” durante el 20% de su extensión. Es decir, si vamos a hacer un recorrido urbano de un kilómetro, con circular durante 200 m sobre las líneas eléctricas ya tenemos 800 m de autonomía fuera de dichas líneas.
Esta tecnología se usa en un vehículo de un parque de atracciones, el típico tren turístico. Sin embargo, se va a empezar a aplicar para las líneas de transporte público. Es una solución muy inteligente, puesto que sólo sería necesario instalar zonas de recarga en las paradas, o junto a los semáforos, para que los vehículos se recarguen mientras esperan al verde. Lo mismo podrían funcionar si estas zonas se extienden a los aparcamientos, el coche estaría aparcado mientras su batería se carga.
El coste de instalación de esta tecnología no es demasiado elevado y no requiere de grandes obras, pero puede extenderse varios años y no llegaría a alcanzar a toda la extensión viaria del país asiático. Algunas zonas tendrían que seguir dependiendo de eléctricos con más capacidad, con recarga vía enchufe. Se me ocurren muchas aplicaciones de futuro para esta tecnología, aunque puede que me llaméis iluso. ¿Os imagináis una autovía con esta tecnología? Adiós a las paradas para recargar.
Los eléctricos del futuro también podrían ser recargados en modo dual, admitiendo un enchufe convencional o la recarga inalámbrica. El problema está en aplicar esta tecnología a vehículos de producción y lograr una estandarización del método de recarga, en lugar de una pugna constante por la tecnología definitiva. Mientras unos apuestan por recarga convencional otros abogan por electrolineras con baterías intercambiables, otros van a por los híbridos enchufables… éramos pocos y parió la abuela.
El futuro aún está sin escribir, pero al menos para el transporte público con rutas regulares me parece una opción casi inmejorable. Además, eliminaría el trazado eléctrico aéreo, con todas las ventajas que ello supone. El KAIST tiene 120 patentes sobre la tecnología y piensa impresionar a los líderes del G20, que se reunen en una cumbre para noviembre en Seúl. Sería un buen momento para importar esta tecnología a Europa, tomando decisiones políticas que por una vez nos beneficien a todos.
Vía: AFP, Gizmag
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