El nombre no tiene mucho de original pero la ocasión lo merece. El Superbus es el nombre que tiene una creación de varios estudiantes del DUT (Delff University of Technology), es decir que todavía no es algo que vaya a venderse a corto plazo pero apunta maneras: es eléctrico, moderno e inteligente.
Tras estas palabras, que bien podrían estar salidas de un comercial de ventas, se esconde una especie de limusina bus todavía en construcción con capacidad para 23 pasajeros en sus 15 metros de longitud. Ocho puertas a cada lado servirán para entrar y salir cómodamente, con lo que aquí se separa bastante de nuestra idea de autobús y se acerca más a la un cómodo monovolumen.
El Superbus se movería gracias a una serie de motores eléctricos apoyados en unas baterías recargables y regenerables mediante la electricidad obtenida en las frenadas. Más que por potencia, que rondaría los 300 kW con un pico máximo de 600 kW durante un minuto, el Superbus sería destacaría por el buen rendimiento gracias en parte a los materiales ligeros empleados en su construcción, del tipo de la fibra de carbono o del Lexan.
210 kilómetros son los que podría andar en las mejores circunstancias, lo que no está nada mal si lo contempláramos como un transporte urbano. Dado que tendría una asombrosa velocidad de crucero de 250 km/h parece que la ciudad no sería su territorio sino más bien unas redes de interconexión ultrarrápidas entre metrópolis. Eso de momento es un futuro que no parece estar ni a medio plazo.
La parte inteligente del Superbus radicaría en su flexibilidad a la hora de los viajes. No habría una ruta establecida para llegar de un punto a otro sino que se apoyaría en un sistema central de rutas para optimizar su movimiento. Hablando en plata, evitaría las paradas innecesarias en las diversas estaciones y buscaría el camino más eficiente. Además contaría con un radar para evitar obstáculos.
Por dentro el Superbus tendría mucha calidad, sería confortable para esos viajes tan fugaces y tendría muchas comodidades, como el aire acondicionado, la calefacción, la televisión, la conexión a internet, etc. Todas ellas estarían disponibles para cada individuo o grupo de individuos que se situaría en los diversos compartimentos separados en los que se divide el Superbus.
Mirándolo por el lado positivo es idem que se estudien formas de transporte para el futuro, desde las más pequeñas hasta las grandes como ésta. Lo que pasa es que se basa en unos supuestos de un mundo futurista y organizado al que de momento no parece que vayamos a llegar.
Superbus
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