Seguimos esta visita guiada al Museo Mercedes en Stuttgart tras un repaso de la historia del mítico fabricante hasta los años 80. Y de nuevo volvemos a otra de las galerías laterales, en este caso la “Galería de los Famosos“. Hablamos de vehículos Mercedes que han pertenecido a personalidades públicas, han aparecido en películas o han tenido una relevancia como vehículos de estado. Un nutrido grupo de vehículos tendentes a la gama, incluso con el autobús de la Selección Alemana de 1980.
El primero de ellos es un Mercedes 500 SL, fabricado de 1980 a 1989 y que se convirtió en un icono de la alta sociedad. Era coprotagonista en películas y series, además de muy amigo del público americano gracias a su suave motor V8 de cinco litros y 220 CV. Está flanqueado por un Mercedes 190E 2.3 AMG. Esta denominación no existía, era en principio un 190E 2.0. Ringo Starr era su dueño, y empezó a hacerle modificaciones, que encargó a AMG, de ahí su extraña denominación, que choca con la del auténtico 2.3-16.
Su motor Mercedes se llevó hasta los 2.3 litros, con lo que subió su potencia hasta los 150 CV. Luego, se le pusieron partes del kit de carrocería del 190 E 2.3-16 y se instalaron llantas oscuras. En el plano dinámico, un nuevo escape y nueva suspensión para un mejor comportamiento dinámico. Pensándolo bien, podría haberse comprado un 2.3-16, no sería por dinero. Era un coche que ya tenía autoblocante de serie, una dinámica mejorada y cuyo motor Cosworth de cuatro cilindros entregaba 185 CV de serie.
Detrás está el ML 320 de Jurassic Park 2 y detrás un grupo de limusinas, desde el Mercedes-Benz 770 Grand Cabriolet F del emperador exiliado Wilhelm II hasta el 700 Grand Limousine del emperador japonés Hirohito, por entonces Lexus no estaba en el mercado. No nos podemos olvidar de La Limusina, el gigantesco Mercedes 600, que además de llevar una cantidad descomunal de mecanismos hidráulicos estrenaba un V8 de 6.3 litros y 250 CV, de inyección. Era una limusina gigantesca, la favorita de los jefes de estado.
No se menciona, pero era la favorita también de muchos dictadores, además de personajes particulares, como por aquel entonces Ringo Starr – de nuevo – y en nuestros días Jeremy Clarkson. Tampoco podía faltar el auténtico Papamóvil de Juan Pablo II, un Mercedes 230 G creado para el pontífice. Tras el intento de asesinato recibió una cúpula y carrocería blindada. Otros vehículos famosos son el Mercedes 190 SL de Grace Kelly o el Mercedes 500 SL encargado por Lady Diana en 1991.
El último piso de la exposición antes de la sorpresa final hace referencia a la expansión global de Daimler-Benz en los años 80 y 90, ejemplificada en algunos vehículos característicos, aunque se echan de menos los primeros AMG o los Mercedes 190 E Evolution. El primer protagonista es un Mercedes 200D, no el W123 griego de los 4.6 millones de kilómetros, sino un ejemplar que sirvió como taxi en Portugal durante 14 años, en los que recorrió cerca de dos millones de km sin un sólo fallo, todo un campeón.
Se expone asímismo un Mercedes 290 GD aún sin limpiar tras cientos de miles de km de uso todoterreno o el Mercedes S600 de Arnold Schwarzenegger, cuando aún no era el gobernador de California. Este llevaba un 6.0 V12 de 388 CV, el tope de gama para los Mercedes de los años 90. Algunas curiosidades son la furgoneta Sprinter que actuaba como pesadilla a domicilio dentista a domicilio en Japón. Una sala un tanto sosa se cierra con un camión Actros que formó parte de un convoy de ayuda a Afganistán en 2003.
La sala anexa tampoco era gran cosa, alberga exposiciones temporales. Cuando estuve en el museo contenía ejemplos de avances tecnológicos en diferentes tipos de propulsión, pero ahora la han sustituido por una “Galería de Héroes”, con los coches más vendidos de la marca. En cualquier caso, lo que véis en las imágenes es una serie de pioneros: el primer vehículo de combustión interna, el primero diésel, el primero en usar compresor, experimentos eléctricos, propulsión a hidrógeno, híbridos, turbodiésel…
Y bajamos a lo que creo es el piso estelar del museo, una especie de pista inclinada en la que están todos los vehículos de competición de la marca, que no son precisamente pocos. La exposición conmemora el 75 aniversario de las “Silberpfeil”, o flechas plateadas, en honor al color de estos coches en competición. ¿Y por qué plateado? En 1934, el Mercedes W25 estaba 2.2 kg por encima del límite de peso, así que los ingenieros tuvieron que eliminar toda la pintura blanca. La carrocería de aluminio quedó expuesta y el coche venció.
Nacía una leyenda en los Grandes Premios de F1, cuando los pilotos no llevaban cinturones de seguridad, los coches llevaban ruedas estrechas y frenos de tambor, pilotos de verdad que no dudaban en hacer derrapar a máquinas de más de 500 CV por el Nürburgring Nordschleife. Es el caso del Mercedes W125 de 1937, un monoplaza de 750 kg que sacaba 592 CV de su motor 8L sobrealimentado, resultando en unas prestaciones terroríficas y una cierta propensión a los accidentes, al igual que a las victorias.
Por aquella época la Alemania nazi subvencionaba fuertemente este tipo de actividades deportivas, con motivo de fomentar y popularizar la ya superioridad tecnológica de Alemania, que propició una carrera tecnológica entre Auto Union y Mercedes, con algún que otro resultado trágico. En 1938 se estableció un límite de cilindrada para los Fórmula 1, que pasaron a llevar motores de como mucho tres litros y a pesar un máximo de 750 kg. Ello no impidió a Mercedes sacar 483 CV al nuevo W154 V12.
Con los resultados trágicos antes anunciados me refiero a la “Recordwoche” de 1938. Algún día lo detallaré, pero básicamente se trataba de una competición por el récord de velocidad en tierra, una batalla entre Auto Union y Mercedes. Rudolf Caracciola era el abanderado de Mercedes, que consiguió alcanzar en un tramo de Autobahn nada menos que 430.2 km/h, un récord en carretera abierta que aún se mantiene hoy día y que fue logrado con un W125 potenciado a más de 700 CV con una carrocería aerodinámica.
Por aquél entonces el efecto suelo no se había descubierto, y Bernd Rosemeyer no tuvo la suerte de Rudolf con su Auto Union. A 440 km/h – según estimaciones – se mató al desestabilizar su coche una ráfaga de viento, aparciendo su cuerpo a cientos de metros del lugar del impacto. La guerra acabó con esta carrera, pero Mercedes ya había preparado el T80, con motor de avión, más de 3.000 CV de potencia y seis ruedas, con el que pensaba superar los 700 km/h en carretera abierta. No llegó a probarse.
Tras la guerra el W196 fue la flecha plateada elegida para la Fórmula 1, con su motor de 2.5 litros de 8 cilindros en línea y casi 300 CV llevó a muchas victorias a Sir Stirling Moss, entre otros pilotos. De ahí en adelante Mercedes se dedicó a los rallies, en los que participó a lomos del 300 SE de 1963, un 280 E de 1977 y el icónico 500 SLC de 1980. Con sus 300 CV extraídos de un V8 acoplado a un cambio automático de tres marchas vencieron en el Rally de Costa de Marfil. Mercedes dejó los rallies aquel mismo año.
A finales de los años 80 Mercedes se centró en Le Mans, donde ganó en 1989 con los Sauber C9 – en 1991 el campeonato de prototipos con el C11 – y en el DTM, con el alucinante 190 E 2.5-16 Evolution II. Desarrollado a partir del Mercedes 190 E 2.5-16 Cosworth, tenía una potencia de 370 CV a 9.500 rpm y un tren de rodaje adaptado por AMG a las exigencias de la competición. En el año 1992 era el vehículo que se hacía con el título del DTM, aunque el Audi V8 quattro estaba al acecho, al igual que los BMW M3 Sport Evolution.
El éxito del DTM fue revalidado en los 90 con un Clase C y en la pasada década con un CLK, además de los Clase C. Resulta casi imposible abarcar la tradición en competición de Mercedes, y probablemente me dejo cosas en el tintero. Tampoco se puede desestimar los F1 más modernos de Mercedes, los camiones de competición con sus enormes motores de 1.500 CV o prototipos experimentales como el C 111-III, que batió varios récord de velocidad con un motor turbodiésel potenciado a 230 CV a finales de los años 70.
Hacia la salida de la sala nos encontrábamos con otros vehículos de competición antiguos, como el Lightining Benz de 1909 que gracias a sus 200 CV de potencia logró alcanzar los 227 km/h en las arenas de Daytona, en EEUU. Hacia la salida del museo hay unos pocos prototipos expuestos, incluido el Mercedes Ocean Drive de hace unos pocos años. Hice una parada obligada en la tienda, donde me compré un llavero y un modelo a escala 1:43 del Mercedes 450 SEL 6.9, que por cierto me costó más de 30€, un precio un poco excesivo, aunque está muy detallada.
En cualquier caso, un museo impresionante para cualquier persona y más para un aficionado al automóvil como seguro que sois todos los que habéis llegado hasta aquí. Yo dejé el museo absolutamente encantado, pero con ganas de visitar el siguiente, el Museo Porsche, a 10 minutos del Museo Mercedes.
Visita al Museo Mercedes en Stuttgart
Fotografías: Sergio Álvarez González
En Diariomotor: Visita al Museo Mercedes en Stuttgart (I) | Visita al Museo Mercedes en Stuttgart (II)