Internet es nuestra principal fuente de información, pero siempre hay que tener cuidado con las cosas que nos podemos encontrar. Una de las más famosas historias que corren en el mundo del motor esta relacionada con la queja de un cliente de Pontiac. La historia que nos cuentan es la que sigue. El propietario de un Pontiac MY 1999 (no se especifica modelo) contactó con el departamento de atención del cliente de General Motors por un problema mecánico con su coche: no funcionaba si compraba helado de vainilla.
El comprador comentaba que era una costumbre familiar. Todas las noches se tomaban de postre una buena tarrina de helado. Él era el encargado de ir a comprarlo a una tienda cercana. Desde hacía tiempo sus viajes se habían convertido en un problema, si compraba helado de vainilla el coche no arrancaría al intentar volver a casa. Si compraba otro sabor el coche funcionaba perfectamente. Aún a expensas de que lo tomasen por loco, un ingeniero de General Motors se puso a hacer sus propias investigaciones.
Era una obsesión creciente para el ingeniero, que día tras día realizaba todo tipo de pruebas y ensayos, considerando cientos de variables, además de la combinación de las misma. A las dos semanas logró encontrar la solución. El helado de vainilla estaba al frente del mostrador, se compraba antes que un helado de chocolate, enterrado en las profundidades del congelador. Como el tiempo en volver al coche era más bajo el motor no llegaba a enfriarse del todo y se acumulaban vapores de combustible en los cilindros.
Los vapores de combustible no tenían tiempo a disiparse, y al coche le costaba arrancar, en muchas ocasiones se quedaba muerto. Con el helado de chocolate sí daba tiempo, puesto que se tardaba más en comprarlo. Pontiac modificó el sistema de alimentación del coche y regaló al cliente un nuevo modelo. Se cita este ejemplo sobre cómo las reclamaciones más tontas pueden tener un trasfondo importante, y lo he llegado a leer en algún manual de empresa. Pues bien, es un mito urbano.
Un mito urbano más falso que una moneda de 3€, dicho sea de paso. Lo de los vapores de combustible nos chirría ya bastante. Muchas veces hemos apagado el motor y lo hemos encendido al minuto, y sin problemas. Además, en el tiempo en que se compra un helado el motor ni se va a enfriar, a menos que vivamos en la Antártida. En los comentarios del blog de donde he recopilado la historia ya se comenta su carácter de mito urbano, y un diáctico enlace explica sus orígenes.
La historia fue recogida por primera vez en 1998, pero las primeras versiones datan de los años 70. Hay variaciones, en algunos casos el comprador contacta con el concesionario, que manda un mecánico. En otros caso contacta con el fabricante, que manda a un ingeniero. Según quién lo cuente, el sabor del helado “problemático” es el pistacho y no la vainilla. Es curioso que el tema de los vapores de combustible se haya perpetuado a lo largo del tiempo, aunque por el camino se ha invertido.
En las primeras versiones, el helado de vainilla tardaba mucho en empaquetarse porque era el único que no venía listo para llevar. El tiempo de espera hacía que se formasen esos vapores que impedían al coche arrancar. La primera versión escrita apareció en la revista estadounidense Automotive Engineering en el año 1978. Una historia divertida, pero que se queda en una mera anécdota, pues no tiene fundamento.
Vía: David Pardo | snopes.com
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