El cementerio de los Cosworth

Dicen que para entender mejor el presente primero deberíamos aprender del pasado. Por eso para entender el porqué del Ford Focus RS deberíamos remontarnos a hace ya casi 25 años, a los tiempos en que la colaboración mantenida durante décadas con Cosworth en la competición se traducía en varios modelos de calle, probablemente los más deportivos que hayan lucido el óvalo azul, siempre con permiso del Ford GT.

Por eso duele aún más encontrarnos con una escena como ésta, la de decenas de Cosworth varios abandonados en un bosque que supuestamente se encuentra en una perdida localidad sueca. Lo sorprendente ya no es sólo el hecho del precio que puedan alcanzar restaurados, sino que el grueso de vehículos que aparecen en este peculiar desguace sean las versiones más potentes y deportivas Ford Sierra y Ford Escort, los Cosworth.

El Ford Sierra RS Cosworth fue el primero de esta estirpe, que comenzó allá por mediados los años 80 con una versión de 4 cilindros en línea y 204 CV, 224 CV para el RS500 (¿te suena de algo este nombre?). En 1990 se actualizó con tracción a las cuatro ruedas, motores más potentes de 240 CV y un enérgico Turbo Garrett T3 que hoy en día sigue haciendo las delicias de los amantes de los deportivos con espíritu de rally. Prueba de ello es que un buen Sierra Cosworth cuidado/restaurado y en pleno funcionamiento se cotiza bastante alto.

Probablemente el que mejor recordaréis sea el Ford Escort RS Cosworth. Este deportivo compacto, el auténtico “abuelo” del nuevo Ford Focus RS, se vendió a comienzos de los años 90 como parte de la homologación FIA necesaria para el deportivo del WRC, el mismo con el que compitió y ganó varios rallys Carlos Sainz en 1996 y 1997. De nuevo equipaba un Turbo Garrett en un motor de 2.0 litros que homologaba 224 CV, su virtud es la facilidad con que se le puede “meter mano”, lo que facilita que aún hoy en día se vean auténticas burradas que superan los 500 CV.

Indagando por la red parece que la pista de este cementerio de Cosworth nos sitúa en la localidad de Rimbo (Suecia) y aparentemente su propietario es el dueño de un taller cercano que los despieza para devolverle la vida a alguno de estos antiguos deportivos que tras años de intensa actividad quedaron en desuso y aún pueden tener una segunda oportunidad.