Jamás he logrado entender por qué la gente paga auténticas millonadas por una joya, tampoco tuve la oportunidad de integrarme en los círculos sociales en que se mueve esta gente para comprobar sus motivaciones. Pero aún más difícil me resulta entenderlos cuando compruebo que alguno estaría dispuesto a desembolsar 2 millones de libras (aprox. 2.4 millones de euros al cambio actual) prácticamente lo que cuestan dos Bugatti Veyron reales para adquirir una miniatura a escala 1/18 muy especial.
Su exclusividad está fuera de toda duda, sólo se fabricarán cuatro piezas que en sus casi 7 kg de peso incluyen muchísimos diamantes y sobretodo oro. Y por si no fuera poco las puertas se abren, el volante gira las ruedas y hasta el más mínimo detalle esta réplica a escala multimillonaria es exactamente igual que un Bugatti Veyron. ¿Pero qué chalado es capaz de pagar el valor de dos Bugatti Veyron por una miniatura (por muy bonita que sea)?
En fin, soy de los que entiende el lujo, sobretodo cuando concierne a los automóviles y eso que mi gusto se decanta más por lo que huele a deportividad que por la flema y la elegancia sibarita del lujo en su máximo esplendor. Pero hasta ahora había visto pocas situaciones tan absurdas como ésta, y me temo que muy probablemente esas tres piezas que pretenden vender ya las tendrán adjudicadas, confirmando algo que ya venía suponiendo desde hace mucho tiempo: existe gente con tanto dinero que ya no saben ni en qué gastárselo.
Yo les propondría una alternativa. En vez de adquirir una miniatura inanimada, ¿por qué no comprar un Bugatti Veyron de verdad? No podrán lucirlo en una vitrina en el saloncito, pero podrían hacer como algunos coleccionistas de superdeportivos que tienen un pequeño garaje junto a la sala de estar de su casa con un escaparate que les permite (a su propietario y a sus visitas) contemplar la belleza de su máquina mientras descansan relajadamente en su hogar. Es una idea…
Vía: Stuart Hughes
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