Antes de que Hamann se dedicase a vender llantas de 22 pulgadas para BMW hubo de labrarse una gran reputación en el mundo de las preparaciones. Sus andanzas comenzaron en 1986 y su primer trabajo de renombre fue un BMW M3 E30 con 348 CV gracias a la ayuda de un turbocompresor. Querían dar el golpe para saltar a la palestra internacional, así que decidieron ir a por el premio gordo. En 1994 decidieron que era un buen momento para preparar un señor Ferrari F40: así nacía el único Hamann F40.
Si un Ferrari F40 ya nos deja embobados – para algunos el mejor Ferrari de la historia – con el Hamann F40 literalmente necesitamos un babero. Empezamos con su aspecto exterior, aún más bruto que el que Ferrari ofrecía de serie. Hamann sustituyó unas cuantas partes de la carrocería con el objeto de reducir peso y ganar en retoques aerodinámicos. Para empezar, capó y paragolpes delanteros se construyeron con un diseño tipo Le Mans, en una aleación de fibra de carbono y kevlar, mientras que el spoiler delantero era ahora completamente ajustable.
Los faros delanteros dejaron de ser escamoteables y pasaron a quedar fijos tras una lámina de metacrilato. Se crearon conductos específicamente diseñados para la refrigeración del equipo de frenos actualizados, que también se aprovecharon para incrementar la carga aerodinámica delantera. En la parte trasera se ha estrenado un nuevo aditamento de fibra de carbono para el spoiler trasero y un nuevo paragolpes. La parte inferior del superdeportivo se cubrió con planchas de aluminio y algunas partes del chasis recibieron refuerzos de aluminio.
Era hora de meterse con la mecánica, así que hubo que instalar un intercooler de mayor tamaño, así como un nuevo sistema de refrigeración para el aceite y los turbocompresores. Centrándonos en el motor, de serie era un brutal 2.9 V8 doblemente turboalimentado hasta los 478 CV. Brutal y agresivo, canalizaba toda la potencia al eje trasero a través de una caja manual de cinco velocidades. Las ayudas electrónicas brillaban por su ausencia, era un coche rudo y extremadamente ruidoso. Un coche hecho para auténticos pilotos, con manos más que buenas.
Y estaba a punto de recibir dos turbocompresores KKK de más tamaño, con válvulas de descarga rediseñadas, nuevos colectores de escape y retoques en la ECU. El resultado final fueron nada menos que 620 CV a 7.800 rpm, que a pesar de los 92 kg adicionales (peso final de 1.202 kg) de la preparación mecánica, mejoraban las prestaciones de manera importante. El 0 a 100 km/h pasaba de 4.1 a 3.8 segundos, el 0 a 160 km/h se lograba en 8.2 segundos y la velocidad punta se cifraba en 345 km/h. Puede que 620 CV no impresionen hoy en día, pero esto sucedió hace 16 años.
Un coche para soñar, en definitiva. Os dejamos una galería de imágenes para disfrutar de esta vuelta al pasado de los grandes éxitos del tuning.
Vía: Supercars
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