La competición automovilística nos ha dejado impresionantes vehículos para el recuerdo. Los convulsos años 60 y 70 anteriores a la crisis del petróleo nos han regalado máquinas como los Ford GT40 o el Marcos Mantis XP, menos conocido pero tanto o más impresionante. Fue diseñado por el pequeño constructor británico en 1968, con el objetivo de arrasar en las 24 Horas de Le Mans, el máximo estandarte hoy y entonces de la competición de resistencia, auténtica tortura mecánica, hablando en plata.
Salta a la vista el diseño de Dennis Adams, totalmente acorde a los afilados cánones de diseño de la época. Con una talla sumamente estilizada, el Marcos Mantis XP destaca por tener una carrocería completamente construida en fibra de vidrio con una gran jaula acristalada para motor y puesto de conducción. Por supuesto, no era cristal, era plexiglás. La construcción del Mantis XP partía como una barqueta, que finalmente se decidió carenar y dotar de un pequeño maletero para cumplir las reglas de la ACO.
El pretexto era a toda costa participar en Le Mans. Bajo su cubierta transparente se puede ver el propulsor de esta bestia ligera, un Brabham-Repco de ocho cilindros en “uve” derivado de la Fórmula 1. Nunca se supo su potencia exacta, pero 500 CV no parece una estimación exagerada. El coche era muy prometedor, y los primeros ensayos mostraron un enorme rendimiento mecánico. El problema fue que ninguno de los pilotos que correría en Le Mans efectuó dichas pruebas.
Fue el dueño de Marcos y los ingenieros los encargados de los test preliminares. Antes de las 24 Horas de Le Mans el Mantis XP tuvo su primer y último bautismo de fuego: los 1.000 km de Spa-Francorchamps en 1968. Los temores de Dennis Adams se confirmaban en los primeros minutos de carrera: quería una pieza única para el techo de plexiglás, lo que no fue posible debido a una excesiva complejidad técnica. La intensa lluvia se filtraba a mares en el habitáculo debido a las malas juntas del techo.
El equipo decide retirar a boxes el coche y taladrar un agujero en el piso para evacuar el agua. El coche vuelve a salir y consigue ponerse en la posición número 21. Tras un trompo pierde 5 puestos y consigue recuperar 3 tras volver sin problema a la pista. Pero todo termina cuando el agua inutiliza el alternador y amenaza con ahogar el preciado motor V8. El equipo decide que es mejor retirarse de la carrera antes de un desastre mayor. Este fracaso parecía predecir el futuro de Marcos.
El fabricante quiebra en 1972. Jem Marsh, fundador de Marcos, reemplaza el motor por un Buick V8 y usa el coche esporádicamente para dar paseos por la costa atlántica. Pronto se deshace del coche y lo vende a un interesado afincado en California. Años después, es restaurado a su estado original, luciendo de la manera que podéis comprobar, un auténtico capricho sobre ruedas.
Vía: Blenheim Gang
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