Aunque, por desgracia, es habitual encontrarse residuos y deshechos en la mayoría de las carreteras del mundo, las quejas de los habitantes de varios pueblos de Baviera presentaban una extraña coincidencia: en las cunetas de las carreteras que unen los pueblos de Buchwald, Längenau y Schatzbach se podían contar varios cientos de botellas de champán vacías. Y nadie podía explicar su procedencia.
La policía local inició las investigaciones, comprobando que efectivamente en varios kilómetros a la redonda las cunetas estaban repletas de botellas de tipo benjamín; vacías, pero no rotas. Llegaron a contabilizar más de un millar. Lo difícil era averiguar cómo habían llegado hasta allí. ¿la carga desparramada por un camión? ¿restos de botellones exclusivos para pijos? ¿huellas de alienígenas aficionados a los vinos espumosos?
Al cabo de un tiempo, las pesquisas y las declaraciones de algunos testigos dieron sus frutos, dirigiendo la investigación hacia un vehículo en particular. Un turismo conducido por una mujer de 60 años de edad en compañía de su hija de 35 años, en el que durante años practicaron un curioso ritual: salían a dar una vuelta por los alrededores y acostumbraban a apagar su sed con su bebida favorita, el champán. No contentas con ingerir alcohol mientras conducían, completaban su diversión con el feo hábito de tirar las botellas vacías por la ventanilla.
La tradición venía de varios años atrás, con una frecuencia de tres veces por semana a razón de cuatro botellas por excursión. Tantas botellas y siempre por las mismas carreteras terminaron por no pasar desapercibidas para los habitantes de la zona, que finalmente decidieron alertar a las autoridades. Aunque no sabemos ni la marca ni el precio de su champán favorito, lo que parece seguro es que va a resultar una afición bastante cara: madre e hija se enfrentan a cargos por delito medioambiental que les podría suponer una multa cercana a los 50.000 euros.
Vía: abendzeitung
Foto: nolosabias.blogspot
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