Los fabricantes de deportivos artesanales cada vez tienen más difícil sobrevivir en un segmento en el que cada vez hay más competencia. En los últimos años hemos visto los graves problemas económicos por los que han pasado algunas de estas compañías, y hoy hacemos lo propio con la británica Bristol. Recientemente se ha sabido que se han declarado en bancarrota, presumiblemente debido a la escasa demanda de sus modelos.
Según la BBC, la compañía se ha puesto en manos de dos abogados que se encargarán de guiar a la compañía en estos delicados momentos. Al parecer, la situación es tan crítica que la producción de deportivos ya ha sido paralizada de manera indefinida. De momento seguirán proporcionando asistencia a los propietarios, pero quien estuviera interesado en adquirir un Bristol nuevo puede ir despidiéndose. El futuro se presenta muy negro.
Desde su nacimiento, Bristol ha sido una marca sumamente atípica. Apareció en 1946, cuando la compañía aeronáutica Bristol Aeroplane Company decidió crear su propia división de deportivos. Desde entonces han mantenido una filosofía que les ha garantizado absoluta exclusividad, pero también no poder llegar a una clientela más amplia. Sólo tienen un concesionario en Londres, a través del cual canalizan toda la comunicación con los clientes. Para empezar, los residentes de fuera del Reino Unido tienen muy complicado hacerse con una unidad.
Actualmente tienen en su catálogo cuatro modelos, aunque el único que realmente puede llamarse moderno es el Bristol Fighter, equipado con el motor V10 del Dodge Viper y que tiene versiones de más de 1.000 CV de potencia. También ofrecen el Blenheim en carrocería coupé y speedster, pero el modelo que más me llama la atención es el vetusto Bristol 6 Series. Lleva más de 20 años a la venta sin apenas cambios, y realmente no entiendo cómo puede seguir a la venta con una imagen tan desfasada.
Todo el mundo apunta a que las razones de la bancarrota se debe a este peculiar estilo de negocio. Será todo lo romántico que ellos quieran, pero con sólo un concesionario y con coches de más de 35 años de antigüedad, la comercialización de sus productos es complicada. La información es escasa, pero Bristol Cars parece abocada a desaparecer en un mundo en el que un coche está desfasado a los cinco años de salir a la venta.
Vía: Inside Line
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