Emitir gases es indecente. Y no, no hablamos de flatulencias, sino de la lucha que existe contra la emisión de gases contaminantes por parte de los vehículos con motores de combustión. Existen varios frentes abiertos. Por un lado los fabricantes trabajan por la mejora de la eficiencia para evadir o mantener a raya los impuestos con los que se ven gravados sus clientes. Por el otro, las autoridades luchan por fomentar el uso del transporte público, en el peor de los casos haciéndole la vida imposible al conductor del vehículo privado.
Así se hacía eco de esta noticia The New York Times, quien aseguraba que la tendencia en Europa y en concreto en la ciudad de Zurich es la de crear un entorno hostil para el conductor, hasta el punto de convertir la conducción urbana en algo tan estresante, caro y largo, como para que los conductores tengan que dejar el vehículo en casa y optar por emplear el transporte público.
Muchas ciudades europeas, entre ellas Viena, Munich o Copenhage, ya han optado por cerrar muchas calles del centro urbano al tráfico privado. Otras incluso, como es el caso de Alemania, han creado zonas limitadas a vehículos con bajas emisiones de CO2. En otros casos se está limitando el número de plazas de aparcamiento hasta el punto de hacer imposible la circulación urbana.
En Zurich han ido mucho más allá. Se han tomado medidas como aumentar el número de semáforos y posicionarlos cada pocos metros, de forma que el conductor tenga que estar continuamente deteniéndose y su trayecto se alargue considerablemente. Los antiguos pasos subterráneos se están eliminando regresando al paso de cebra con semáforo de toda la vida. Por otro lado los conductores de los tranvías tienen la facultad de encender los semáforos a su antojo para permitir que el conductor se detenga y el tranvía pueda continuar su trayecto sin detenerse.
En algunas zonas del centro se ha prohibido el tráfico y en los lugares dónde se permite, se han creado zonas en las que el peatón tiene la prioridad y la velocidad de los vehículos está limitada. El responsable de la planificación urbana del tráfico de la ciudad no oculta sus intenciones de complicarle la vida al conductor para permitir que el peatón recupere el espacio público.
El contrapunto lo tenemos en Estados Unidos. Salvo alguna excepción, la tendencia está en aumentar las vías urbanas y carreteras y mejorar su fluidez para facilitar al ciudadano el uso de su vehículo privado. La razón y la gran diferencia entre Estados Unidos y Europa puede ser de lo más sencilla. Por un lado el combustible al otro lado del Atlántico es mucho más barato y la dependencia del estadounidense de la energía importada es menor, además, en el Viejo Continente aún tenemos que cumplir los compromisos adquiridos en Kyoto, mientras que Estados Unidos siempre se negó a firmar este tratado.
Fuente: The New York Times
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