Sin duda se trata de uno de los aspectos más importantes que pasan por nuestra cabeza. Existen muchos factores y casi infinitas posibilidades que pueden hacer que un mismo vehículo no llegue más allá de los 100.000 km, o que supere holgadamente el medio millón en el odómetro con el mantenimiento básico imprescindible. Pero desde Diariomotor os queremos mostrar una serie de consejos que pueden hacer que la mecánica de tu vehículo se mantenga en plena forma.
Lo primero que debemos saber, conocer y aplicar en todo momento, son los principios de funcionamiento. Estos principios son las necesidades inherentes tanto de lubricación como de temperatura óptima en todos los elementos del motor. En cuanto uno de estos dos factores presente algún fallo o algún tipo de parámetro fuera de lo normal, las averías se irán produciendo en mayor o menor medida, pero siempre supondrá un importante desembolso económico.
Es cierto, y muchos lectores estarán de acuerdo, en que el correcto uso del vehículo también es primordial. Y de hecho esto es cierto, aunque presenta algunos matices, matices tales como las condiciones de uso. Un ejemplo claro lo tenemos en el ingente ahorro de combustible que muchos usuarios quieren lograr haciendo que sus motores no pasen de las 2000 rpm. Al ir acumulando kilómetros, observaremos como el motor se muestra más y más áspero debido al excesivo uso de una mezcla poco homogénea que provoca un exceso de depósitos en el interior del motor.
No es que quiera defender a aquellos que suben hasta las zonas rojas del marcador pero, un uso combinado, en la mayoría de los casos, es lo más recomendable. Es decir, con la máxima de esperar siempre a la temperatura óptima de funcionamiento (de 85ºC a 95ºC), podemos optar por una conducción comedida que nos permita un consumo reducido, sin embargo, también deberemos de ampliar nuestro margen de utilización puntualmente para poder limpiar, y en cierto modo desatascar, elementos como son: inyectores, geometría del turbo, catalizadores y FAP.
Temperatura: el mayor enemigo
Lo queramos o no, gran parte de la energía de nuestras mecánicas se disipa en forma de calor. Por ello, debemos de tener un sistema de refrigeración que siempre esté al 100% para evitar averías fatales. No por ello, debemos de dejar de tener en cuenta el hecho de que el aceite del motor es una parte fundamental de la refrigeración. Ante cualquier defecto de lubricación, el rozamiento entre las piezas se incrementa, aumentando de forma alarmante su temperatura, pudiendo producirse roturas o fundiciones parciales.
El refrigerante no presenta mantenimiento como tal, tan solo proceder al relleno cuando sea necesario (verificar siempre en frío). Como única recomendación, el empleo siempre que se posible de concentraciones altas en Glicol, entre el 30% y 50%, y una sustitución total del líquido cada dos años para mantener las propiedades del líquido, ayudando así a conservar el circuito de refrigeración.
La lubricación: aspecto primordial de cualquier mecanismo
No es que vayamos a evitar cualquier posible fallo por utilizar el aceite más caro o el mejor componente del mercado, siempre habrá mecánicas mejores y otras no tan bien resueltas. Además, si hemos tenido mala suerte con nuestro vehículo, o simplemente el uso que se le ha dado no es el más correcto, inevitablemente deberemos afrontar que por mucho mimo que queramos mostrar a nuestra montura, hay diversos aspectos que no se pueden arreglar con simples cuidados.
El tema de los lubricantes es uno de los más peliagudos, de hecho puede ser uno de los que abarcan más y más discusiones sobre mecánica en la red. Pero la idea es simple, cada vehículo necesita un determinado grado de viscosidad, que no una marca que lo fabrique, es decir, nuestro motor lleva un índice SAE, 0W30 por poner un ejemplo, y debe ser renovado cada 15.000, 20.000, 30.000 km o un año de uso (lo que suceda antes). Estos datos son los que debemos cumplir y no dejarnos llevar por leyendas urbanas de químicos de barrio.
El mercado ofrece una amplitud de gamas y diferentes calidades que pueden marear a cualquiera. Lo que tenemos que buscar es un lubricante que cumpla no solo nuestras espectativas, si no las de nuestro motor, ya que el poder ahorrarnos unos euros en ese instante puede provocar situaciones adversas en algún que otro casquillo de cigüeñal. El dinero es un tema muy personal, y como todo en esta vida debemos de intentar buscar un producto que posea la mejor relación calidad-precio. Después cada uno será fanático de una marca u otra, pero eso ya es un tema para hablar en “petit comité”
Por último, un aspecto que me gustaría reseñar y que todavía carece de importancia actualmente, es el detalle referente al uso del motor. Es más que obvio, que un motor cuyo uso sea 100% urbano, degradará su lubricante de mayor manera que un motor con un uso en vías rápidas. Por ello, añadiría que antes de centrarnos en el tiempo o en los kilómetros realizados, analicemos el uso real de nuestro motor. Así comprobaremos que la sustitución del lubricante de manera anual para los entornos urbanos es una idea que nos puede ahorrar más de un comedero de cabeza.
La calidad del filtrado
Los filtros son elementos indispensables en cualquier circuito, desde el combustible, al circuito de admisión, pasando por el lubricante motor. En su mayoría son un producto poco costoso, pero de gran importancia debido a la purificación del elemento al que están destinados. En los vehículos actuales, provistos de medidores de presión, caudal e incluso calidad, olvidar cambiar uno de estos filtros puede ocasionarnos la típica avería que solo detecta el usuario habitual del vehículo.
Un ejemplo fácil y claro; motor Diésel con turbocompresor que notamos que anda “un pelín menos”, vamos al taller y nos dicen que todo esta correcto, preguntamos a nuestro mejor amigo/entendido y dice que va perfecto, ¡claro! con 150 CV como va ir mal. Al año siguiente, realizamos la revisión incluyendo todos los filtros, y voilá, nuestro vehículo parece ser el del primer día.
Simplemente con una ligera opacidad en el filtro de aire en la admisión, que además es de donde recogen la toma de atmósfera todos los sensores de presión, estamos haciendo que los valores reales de presión atmosférica no sean los correctos, y por ende, que nuestro motor trabaje de manera ligéramente distinta.
Consejos prácticos
- Turbocompresor: ya sea en motores Diésel o Gasolina, debemos procurar que este componente siempre esté correctamente lubricado. El mayor problema reside en su eje, un elemento de apenas 10 cm de longitud que conecta ambas turbinas para transmitir el giro de una a otra. Imaginaros la fatiga de este elemento, que además de diferencias de temperatura cercanas a los 1.000 ºC entre caracolas, debe ser un componente estanco y capaz de girar hasta las 30.000 rpm sin un solo problema. Alargar la vida de este sistema es tan fácil como dejar reposar el motor unos segundos a ralenti, justo antes de iniciar la marcha y antes de proceder a apagar el motor por completo.
- Inyectores: la obstrucción de los orificios viene dada por una acumulación de parafina y/o restos de combustión. La única forma de poder limpiar estos micro-orificios es mediante un uso equilibrado del acelerador que evite su formación y facilite la no aparición. Algunos limpia inyectores y viejos trucos de 2 o 3 litros de gasolina en un tanque de Diésel han resuelto más de un problema. Sin embargo, en muchas mecánicas actuales, estos “remedios” pueden causar algún que otro fallo no deseable, especial cuidado en mecánicas Common-Rail o sistemas con medición de calidad del combustible.
- Sistemas de encendido Gasolina: revisión del sistema completo de manera anual. Las bujías mediante su estado pueden mostrarnos la eficiencia dentro de la cámara de combustión. El tener un chispa correcta es vital en un motor de gasolina, sin ella, ahogaremos al catalizador y empezaremos a tener problemas con la sonda Lambda. La mayoría de los fallos en el sistema de encendido están motivados por defectos en el aislamiento eléctrico de los cables.
- Sistemas EGR: no se recomienda su anulación o desconexión, el motivo es la elevada temperatura que adquieren las cámaras de combustión cuando dejan de entrar gases pobres en oxígeno. Una limpieza cada cierto tiempo del sistema nos puede evitar estos sobrecalentamiento además de dejar de emitir los nefastos NOx al medio ambiente. Por lo que encontramos una doble ventaja al dejarlo todo tal y como está.
- Catalizadores y sistemas FAP: evitar taponamientos y fallos de estos sistemas es particularmente difícil cuando nuestra conducción es urbana. Estos sistemas trabajan bajo unos ciclos y parámetros muy definidos que difícilmente se llevan a cabo en ciudad. La única solución, y de vez en cuando, es afrontar un trayecto de cierta distancia y por vías rápidas donde estos sistemas puedan regenerarse y limpiarse para que vuelvan a funcionar de la manera más óptima.