Hace ahora dos años Volkswagen y Suzuki anunciaban un importante acuerdo de colaboración y sinergías que redundaría en multitud de ventajas para ambos fabricantes. Entonces se las prometían felices y como dos tortolitos expresaban su amor al mundo y planeaban un futuro común con muchos planes y proyectos. Pero la relación se torció, ni los unos ni los otros llegaron nunca a estar satisfechos por un noviazgo no consumado y como en casi toda relación que está destinada a romperse completamente, uno de los cónyuges se resiste a toda costa a asumir la realidad y trata de evitar la ruptura.
Mientras en Suzuki no saben como ingeniárselas para romper su vinculación con Volkswagen y recuperar el 19.9% de las acciones que ostenta el gigantesco grupo alemán, Volkswagen cree fehacientemente que aún puede rentabilizar el acuerdo. Y por el camino Suzuki parece arrepentirse de haber vendido una quinta parte de su alma a este “el diablo” Volkswagen AG que no quiere abandonar la bandera que clavaron en su pedacito de terreno asiático.
A río revuelto, ganancia de pescadores que debió pensar Fiat. Mientras Suzuki y Volkswagen siguen a tortas, los italianos consiguieron que sus motores diésel 1.3 DDIS fabricados en Hungría vayan derechos al nuevo Suzuki Swift, una competencia la de los pequeños motores diésel que teóricamente tenían que cubrir los alemanes.
¿Cómo acabará esta historia con tintes de culebrón venezolano?
Fuente: Automotive News
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