Tan importante como mantener a punto la mecánica de nuestro vehículo y el resto de dispositivos de seguridad, es el hecho de asegurarnos de que nuestra visibilidad en todo momento y razonablemente en todo tipo de circunstancias, sea la idónea. Es por eso que se hace imprescindible prestar cierta atención a determinados elementos, por obvio que parezca, que facilitan nuestra visibilidad de la carretera, del resto de vehículos y demás obstáculos que nos podamos encontrar en marcha.
Es básico e importante garantizar la integridad de la luna delantera, retrovisores, el sistema de limpiaparabrisas, grupos de faros y demás elementos. Para ello es necesario también conocer la naturaleza y el funcionamiento de nuestro vehículo, los diferentes tipos de faros también conllevan un diferente mantenimiento y cuidados, por ejemplo.
Veamos algunos consejos útiles para asegurarnos de que vemos y somos vistos a la hora de salir a la carretera.
El parabrisas
La luna de cristal delantera es el único intermediario entre lo que sucede en el habitáculo y en la carretera, es por eso que mantenerlo limpio y estable es una tarea básica que todos deberíamos acometer no ya periódicamente, sino cada vez que nos pongamos al volante de un vehículo.
Para conservar la luna de nuestro coche en buen estado, es recomendable evitar circular por caminos con mucha grava y mantener la distancia de seguridad con el vehículo que nos precede, o incluso una distancia mayor, evitando que nos proyecten gravilla u otros residuos sólidos que haya por la carretera. Deberíamos “huir” de cualquier camión, sobretodo si lleva volquete de carga descubierto, que nos encontremos por la carretera.
El peligro de rotura de un parabrisas actual no es tan grande, puesto que desde hace años se usan vidrios reforzados y laminados que sólo son atravesados por impactos muy fuertes. Normalmente la rotura supone un agrietamiento en dos piezas grandes, que podría ser reparado si lo atendemos rápidamente, o en pequeños granos en el caso del vidrio reforzado.
La rotura de lunas es una incidencia habitual por lo que es recomendable la cobertura de esta contingencia en nuestra póliza de seguros. Con dicha cobertura la sustitución no nos costaría nada y la reparación en muchos casos no conllevaría la pérdida de las bonificaciones.
Tan importante como su integridad es su limpieza. De perogrullo: un parabrisas sucio nos impedirá ver lo que sucede en el exterior. En ocasiones la suciedad es tal que el sistema de limpieza no resulta efectivo, por ejemplo para eliminar los insectos adheridos. En otros casos incluso por la presencia de arenilla o polvo es recomendable no utilizar el sistema de limpiaparabrisas para evitar que la luna sufra micro-arañazos que no supondrían una rotura pero sí una pérdida de visibilidad. Lo mejor es ir a una estación de servicio y practicar un lavado con agua a presión.
El limpiaparabrisas es un dispositivo muy sencillo. Sin duda alguna circular sin limpiaparabrisas en plena lluvia sería imposible, por lo que es un elemento básico que también requiere de nuestro mantenimiento y cuidados. La limpieza se produce por el contacto de unas escobillas de goma que se desgastan y rompen por el propio uso y por las inclemencias del tiempo, sobretodo el calor veraniego.
Chirridos o crujidos al accionar el limpiaparabrisas son un indicio de que las escobillas deben ser sustituidas y un defecto que puede provocar arañazos en la luna. Son un elemento bastante económico y sencillo de sustituir, normalmente desmontando unas pestañas que mantienen unida la escobilla al brazo móvil. En zonas no demasiado húmedas en el periodo estival se recomienda hacer la sustitución antes de la llegada del otoño, no obstante, independientemente de la época el año, las escobillas deberían estar en buen estado para asegurarnos de que limpian efectivamente en caso de lluvia.
En la mayoría de los casos se recomienda sustituir las escobillas al menos una vez al año.
El sistema de limpiaparabrisas también cuenta con un motor que proyecta líquido de limpieza sobre el parabrisas, un líquido que obviamente requerirá de nuestra atención para rellenarlo periódicamente cuando se agote. También es importante echar un vistazo a los niveles de líquido limpiacristales de vez en cuando para evitar quedarnos “secos” y rellenar con el líquido específico que venden en cualquier centro comercial o tienda de repuestos de automóviles.
Es importante emplear el líquido específico y JAMÁS rellenar con agua dado que este líquido cuenta con una composición que garantiza un punto de congelación muy bajo. Si lo rellenamos con agua es probable que por debajo de 0ºC el líquido se congele, no podamos utilizarlo, se obstruyan los conductos del sistema e incluso provoquemos una avería.
Iluminación
Si el sistema de faros no funciona correctamente los indicios son suficientemente visibles para que cualquier conductor avezado se percate de que algo va mal al salir a la carretera. De todas formas tampoco está de más realizar una comprobación periódica para comprobar que tanto los faros como los pilotos posteriores funcionan correctamente. Para ello, sobretodo para comprobar la iluminación de freno, será imprescindible ayudarnos de alguien que nos corrobore que no hay luces fundidas o algún otro fallo que impida su iluminación, en el caso de los LED.
Según los fabricantes de lámparas estas deberían sustituirse al menos cada dos años o entre 50 y 60.000 kilómetros, puesto que con el uso la lámpara pierde mucha visibilidad. Por otro lado se recomienda también la sustitución del faro completo cada 100.000 kilómetros.
También es importante circular con la altura de los faros bien regulada, en función de la carga que llevemos a bordo. Lo habitual en los vehículos modernos que no cuenten con faros de regulación automática, por ejemplo xenon, es contar con una ruleta que nos permite ajustar la altura de los faros dependiendo de la carga que llevemos en el vehículo (mucha carga detrás provocará que los faros apunten más alto y deslumbren al resto de conductores).
Para ello lo más recomendable siempre es comprobar el manual de servicio del fabricante. En la práctica el objetivo es lograr una distancia visible con luces de cruce entre los 30 y 45 metros, por supuesto sin deslumbrar a los vehículos con que nos crucemos o que nos precedan. La iluminación de largo alcance nos debería permitir alumbrar una distancia mínima de 100 metros por delante.
En concreto en los faros de xenón no deberíamos preocuparnos por la altura del haz luminoso, ya que por ley deben contar con un sistema que regule automáticamente la altura. De lo que sí deberíamos preocuparnos es de que el sistema de lavafaros, similar al del limpiaparabrisas, no se encuentre obstruido dado que en este tipo de faros la suciedad puede distorsionar el haz luminoso, deslumbrar a los vehículos con que nos encontremos y reducir la luminosidad. El líquido del sistema de lavafaros es el mismo que el empleado en el limpiaparabrisas, por lo que ya tenemos una razón más para mantener siempre los niveles de líquido de limpieza.
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