A estas alturas a nadie le sorprenderá que China responda a la industria automovilística occidental con nuevas imposiciones y desagravios que traten de limitar su expansión en el país a favor de los productores locales. En este caso el movimiento de las autoridades chinas viene a tensar aún más las relaciones diplomáticas y las importaciones y exportaciones con Estados Unidos en un intercambio mutuo de reproches acerca de una hipotética competencia desleal.
Como ya hiciera Estados Unidos respecto a la importación de placas solares, China acusa a los norteamericanos de competencia desleal introduciendo en su país vehículos que se comercializan por debajo de su coste real de fabricación y transporte. Es por ello que la importación de SUV y vehículos de gama alta (los más lujosos, los más potentes y deportivos) serán gravados con un impuesto adicional del 22%.
El total de vehículos afectados por el nuevo arancel se estima en un 25% de los modelos importados por China de Estados Unidos.
Según los analistas la incidencia en las ventas será mínima y aún menor en el beneficio bruto de las exportaciones de los Estados Unidos. No obstante es la enésima medida proteccionista impuesta por los chinos para preservar el desarrollo de su industria, un movimiento más que definitivamente desacataría las reglas del juego del libre comercio por las que en teoría se rigen este tipo de transacciones.
En cualquier caso y pese a las trabas que puedan imponerse desde China, los fabricantes extranjeros y en especial los norteamericanos ya están frotándose las manos con la imparable expansión del gigante asiático que como por arte de magia se habría conseguido en la “gallina de los huevos de oro” en la que prácticamente todos quieren entrar.
Fuente: L.A. Times
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