Últimamente se ha puesto de moda la ardua pero gratificante tarea de resurgir iconos clásicos de los años 50 y 60 con la base de modelos actuales y aprovechándose de la tecnología del Siglo XXI. Teniendo en cuenta que se trata de obras prácticamente artesanales y en la mayoría de los casos ensambladas a mano, asumiremos que su precio es muy elevado, pero normalmente no tanto como el de una pieza restaurada y completamente funcional. He aquí una razón por la que los amantes del vehículo clásico pueden estar de enhorabuena.
Respondiendo a dicha necesidad, la compañía californiana N2A presentaba su nuevo Corvette 789. En sí mismo es una amalgama de los detalles estéticos de algunos clásicos de los años 50. La parrilla y los faros del modelo del 57, la línea lateral del Impala del 58 y la trasera modernista con ese diseño tan agresivo de aletas que lucía el Impala del 59. Lo más sorprendente es que este deportivo único puede construirse tanto con el chasis de un Corvette C5 (1997-2004) como sobre el del nuevo Corvette C6 (comercializado desde 2005).
Desconocemos el precio exacto, pero teniendo en cuenta el coste de un Corvette (nuevo o de segunda mano) más la conversión que requiere, obviamente no bajará ni de lejos de los 100.000€ (teniendo en cuenta precios de Estados Unidos).
Toda la carrocería ha sido construída en un compuesto ligero que aprovecha aproximadamente un 80% de carbono y un 20% de fibra de vidrio. El habitáculo, por supuesto, no conserva el diseño de antaño y sí los elementos, la tecnología, la calidad de los acabados y la disposición de un Corvette actual. Recordemos que este deportivo es clásico de puertas para fuera. Su corazón y su interior sigue siendo el de un deportivo actual.
La mecánica básica escogida es un bloque V8 de 6.0 litros y 440 CV de potencia, que con el paquete de mejoras disponibles puede alcanzar los 800 CV. Se ofrecen además suspensiones personalizadas, equipos multimedia especiales y demás.
En fin. Un coche de capricho con tecnología actual y el espíritu de los clásicos de los años 50.
Fuente: N2A | El Economista
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