Tras haber rendido cuentas acerca de la naturaleza, la estética y los detalles del interior y el exterior de este Lexus IS 200D F-Sport, llega el momento de accionar el contacto y hablaros de la importancia que tiene el aspecto dinámico en esta berlina de mecánica económica, pero enfoque bastante deportivo.
Desde un primer momento Lexus ya apostó por diferenciar a su berlina de acceso, el Lexus IS, por una deportividad inherente en su chasis o los rasgos de su carrocería. En el caso del paquete F-Sport que equipaba nuestra unidad de pruebas quisieron ir un poco más allá trasladando el toque de distinción y apariencia radical del modelo IS-F a la gama más económica y ahorradora, el nuevo diésel de 150 CV. Antes de que os detalle los pormenores del rendimiento dinámico de esta berlina les adelantaré que el movimiento no pudo ser más acertado
Un diésel en peligro de extinción: los híbridos ganan fuerza
Llegados a este punto hablaremos del rendimiento mecánico de este Lexus IS 200D F-Sport, concediéndole todo el protagonismo a su mecánica diésel. Más que una rareza, dentro del catálogo de motores de gasolina e híbridos Lexus, este diésel está condenado a su desaparición. Y es que definitivamente Lexus ha apostado por los híbridos de gasolina para reducir las emisiones y los consumos de su nueva generación de automóviles sin que su precio se dispare, por mucho que en Europa los diésel sigan siendo muy demandados.
El 200D de 150 CV se introducía en 2011 en sustitución del antiguo 220D de 177 CV. Se trata de un bloque de cuatro cillindros y 2.231 cm3, con filtro de partículas y numerosas modificaciones técnicas respecto a su predecesor: cámara de combustión modificada, nuevos inyectores piezoeléctricos y una presión del conducto común que se incrementó en 200 MP. La gestión electrónica también recibió algunos ajustes para mejorar la banda de revoluciones aprovechable y logrando que su par máximo, de 340 Nm, se entregue entre las 2.000 y las 2.800 rpm.
Tal potencia es suficiente para sus dimensiones y peso, aún así nos puede resultar un tanto perezoso en ciertas situaciones y sus prestaciones están ligeramente por debajo a las que presentan en su ficha algunas berlinas de potencia y similar longitud, véase el nuevo BMW Serie 3.
Un chasis con mucho aplomo fruto del paquete F-Sport
Una de las virtudes más importantes de este Lexus IS 200D F-Sport es su chasis, gracias entre otras cosas a una puesta a punto especial con suspensiones deportivas que forman parte del conjunto de mejoras que aporta la línea F-Sport. En trazados revirados se muestra con buen aplomo y agradecido con el conductor, así como en carretera y salvando obstáculos sobre asfalto en mal estado se presenta bastante confortable. Se nota que ha adquirido un compromiso idóneo entre la deportividad inherente en un paquete deportivo, pese a que su mecánica es modesta, y el confort que se espera en una berlina de gama media-alta.
La tracción trasera propicia un comportamiento muy digno trazando curvas, aunque más allá de eso cualquier aspiración deportiva termina al percatarnos de que el control de estabilidad y de tracción únicamente es desconectable a baja velocidad para salir de terrenos deslizantes, por ejemplo nieve. Lógicamente el tarado de los controles electrónicos está pensado para la conducción cotidiana segura y no para un rendimiento deportivo.
La trasera se descompone como era de esperar al abrir gas en cada giro de volante, pero el VSC acaba con cualquier posible pérdida de tracción frenándonos de inmediato y sin apenas permisividad. Este Lexus IS 200D F Sport calzaba neumáticos 225/40 R18 delante y más anchos, de 255/40 R18, detrás; no obstante equipaba un modelo de neumático de gama media, más concretamente un Bridgestone Turanza.
Una mecánica diésel mejorada y optimizada para obtener bajos consumos
Ya mencionábamos que una de las facetas que probablemente hayan mejorado más con la actualización de 2011 sea la economía de los consumos. El motor diésel de 2.231 cm3 homologa 5.1 litros/100 kilómetros. En nuestra prueba de carretera y en condiciones reales, manteniendo el cuentakilómetros en torno a los 120 km/h (de marcador) y en un tramo relativamente llano y compensado (ida y vuelta), el resultado que obtuvimos fue de 6.2 litros/100 kilómetros. Pero lo cierto es que la orografía del terreno puede ser un factor más determinante que de costumbre en las medias de consumo que obtendremos en el ámbito práctico.
El culpable de ello es el setup de las relaciones de cambio con una sexta poco práctica a velocidades de crucero inferiores a los 140 km/h. Más concretamente en sexta velocidad y en terreno llano el cuentarrevoluciones apenas roza las 1.700 rpm, y ya sabemos que el espectro de revoluciones en el que este motor es más aprovechable se encuentra entre las 2.000 y las 2.800 rpm. Por lo tanto si circulamos a velocidades legales nos veremos obligados a reducir a quinta para afrontar cualquier repecho o contar con una mayor capacidad de reacción, por ejemplo cambiarnos de carril en una autovía para rebasar un vehículo. Ni que decir tiene que será imprescindible para efectuar adelantamientos en carreteras de doble sentido.
En cambio a velocidades de crucero más altas (por encima de 140 km/h) la sexta marcha se presenta en el punto idóneo para obtener unos consumos contenidos y una capacidad de respuesta óptima.
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