Solamente pensar en el Land Rover Defender me trae imágenes de un recorrido por el medio de un bosque o por abruptos caminos donde un SUV convencional tendría algún que otro inconveniente.
También me recuerda sus toscos pero eficaces acabados interiores, pensados para resistir un trato más agresivo que el que se le da habitualmente a un coche. No hay concesiones para lujos como suaves cueros, detalles en aluminio o un material tan noble como la madera. Al menos que un preparador como Vilner redecore el interior de un Defender y le imprima dos caras diferentes: todoterreno por fuera, SUV de lujo por dentro.
Es increíble cómo cambia el Defender por dentro cuando todo el suelo ha sido cubierto de madera cual cabaña de sauna. Para rehogar esta receta el Defender tiene todo el techo cubierto de suave piel Nappa y asientos con dos tipos de cuero (Nappa y Alcantara), excesivamente deportivos para lo que cabría esperarse en un coche como este. La obsesión con el aterciopelado tacto de la Alcantara llega hasta el retrovisor interior o hasta un lugar tan atípico como la tercera luz de freno.
El interior es todo un juego de contrastes a los que también ayudan los “viejos” pedales sobre la nueva madera o los paneles de instrumentos que siguen con el mismo plástico duro con el que salieron de la fábrica.
No hay duda de que esta preparación será vista con buenos ojos por aquel que guste de embarrar el coche por los lugares más complicados pero tener un salón con los mejores acabados en el interior. Lo que no disfrutará es de más caballos – Vilner no toca el motor 2.2 diésel de 122 CV – ni de un tacto refinado. Un Defender no tiene sentido si pierde sus dinámica de todoterreno puro.
Fuente: Autoblog.it
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