En los últimos meses nos sorprendió la presentación de una serie de modelos de corte deportivo y motor de gasóleo, a destacar los primeros S de Audi diésel y lo propio con los M de BMW. Y hablar de sorpresa ya es decir mucho en tanto desde hace años era un secreto a voces que la evolución natural de ambas marcas apuntaba al lanzamiento de una nueva generación de automóviles concebidos para compaginar la deportividad de un turismo de altas prestaciones y la frugalidad de los motores diésel. Pues bien, ese momento ha llegado.
Los más puristas podrán lamentarse, echarse las manos a la cabeza y llorar amargamente ante lo que podría imponerse como la tendencia general en un futuro próximo. Los diésel siguen copando un volumen de ventas altísimo en Europa y por muchas razones, no sólo por los consumos, se presentan como una alternativa a tener en cuenta en el momento de hablar de la deportividad. Seamos realistas, la progresividad de un buen motor de gasolina ya no está de moda y muchos clientes asocian las prestaciones a la “patada” con que un motor empuja desde abajo y a la entrega de par en todo su recorrido. En estos momentos incluso los motores de gasolina atmosféricos se están convirtiendo en una rareza.
El día en que los diésel ganaron la carrera a los gasolina
Al más purista se le acaban los argumentos en el momento que el Audi SQ5 se presenta con un par máximo de 650 Nm desde las 1.450 rpm y practica el 0 a 100 km/h en escasos 5 segundos. Ciertamente el Audi S5 no representa ninguna panacea en prestaciones y peso ligero, pero es incluso más lento en el sprint que su hermano el todocamino y sólo puede presumir de 440 Nm de par máximo desde las 2.900 rpm. Háblenme de sensaciones, del sabor de cilindros pares en uve y nostalgia, pero los diésel al menos sobre el papel han logrado ganar la partida a los motores de gasolina. Otro apunte más, 7 años de victorias consecutivas en Le Mans no son casualidad…
Flagrante es el caso de BMW con el nuevo M550d xDrive, compararlo con el BMW M5 sería poco menos que una herejía. Ahora bien, tres décimas separan al diésel con 381 CV de su hermano el M5 con 560 CV en el 0 a 100 km/h. El par máximo del M550 xDrive es de 740 Nm frente a los 680 Nm, que no son pocos, del M5. Estamos de acuerdo en que no es el uso ideal de un automóvil deportivo, pero si consiguen hacer más de 1.000 kilómetros con un depósito en un BMW M5 por favor llámenme, con un M550d xDrive es un registro más que factible.
Sinceramente creo que la integridad de los deportivos de gasolina de toda la vida no está en peligro, un buen amante de un Audi S4 o un BMW M5 jamás renunciará a su querida gasolina. Pero, ¿no crees que los diésel de altas prestaciones merecen tener una oportunidad?
La gasolina se reivindica por refinamiento, tacto y sensaciones
Dejando a un lado nuestros sentimientos veremos que existen muchísimas razones por las cuales un diésel no podrá remplazar a un gasolina, al menos en el aspecto de la deportividad. Me parece muy razonable un motor diésel muy potente en un todocamino, que se traduce en empuje, mucha patada, prestaciones, pero el cliente de este automóvil no busca un Audi SQ5 para ir “a fuego” ni exclusivamente por el confort.
De momento no creo que exista ningún motor diésel que pueda igualar la finura de un buen motor de gasolina, así que amantes de los 98 octanos respiren tranquilos. Mercedes-Benz no ha conservado en su catálogo los V12 por capricho, aún disponiendo de un brillante V8 biturbo que logra registros muy similares. Ni con todas las normativas anticontaminación del mundo se acabará con los motores de gasolina, tampoco con los más grandes y extraordinarios.
De hecho si miramos a Ferrari deberíamos llegar a otra conclusión que da pie a otro artículo de reflexión, ¿el futuro de los deportivos está en los híbridos?
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