Retrocedamos tres décadas atrás y situémonos a mediados de la década de los ochenta. Por aquel entonces, niños y no tan niños soñaban con dos superdeportivos que despertaban admiración absoluta. Con permiso del Lamborghini Countach o del Ferrari F40, posterior en un par de años, estamos hablando en concreto del Ferrari 288 GTO y del Porsche 959, que tras sus lanzamientos se convirtieron en el estandarte de un segmento que comenzaba a despegar, el de los superdeportivos de calle de las más altas prestaciones.
Hace ya un tiempo que en la revista británica EVO pudieron enfrentarlos cara a cara, con una interesante prueba retrospectiva destinada a despertar nostalgia bien entendida. Chris Harris, por aquel entonces en la citada EVO, tuvo la fortuna de ponerse al volante de estos dos superdeportivos que en su época significaron lo mejor que Porsche o Ferrari podían ofrecer para calle, homologando muy pocas unidades (el mínimo eran 200) para cumplir con la normativa de Grupo B y convirtiéndolos, con el paso de los años, en modelos muy exclusivos.
Grupo B, aquella categoría que seguro todos recordaréis por los rallies, y que destacaba por la ausencia de limitaciones en cuanto a potencia o peso. Muchas fueron las marcas que quisieron adentrarse en los Gr.B, ofreciendo su máxima tecnología y potencias elevadísimas para la época, buscando el “yo la tengo más grande que tú” y haciendo que el pilotaje de estos coches fuese, en ocasiones, una locura al alcance de muy pocos. En otro impactante vídeo también de EVO, “Culto al turbo”, se dio un pequeño repaso a superdeportivos turboalimentados de esta época, donde la turboalimentación vivió una época dorada.
Estas fueron las circunstancias que rodearon el nacimiento de estas dos bestias, Grupo B y turboalimentación, aunque ambos nacían con la mirada puesta en los circuitos y no en los rallies, a diferencia de la mayoría de coetáneos. Finalmente el futuro de la nueva categoría en circuitos fue nulo, pero al menos esta intención nos dejó a estas dos criaturas, bastante diferentes técnicamente entre sí. Para el Ferrari GTO, el propio fabricante y Pinifarina pusieron toda la carne en el asador, con un motor V8 con doble turboalimentación y 2.885 centímetros cúbicos, colocado en posición central trasera.
Los 400 CV se derivaban a sus ruedas traseras, convirtiéndolo en su lanzamiento, en el año 1984, en el coche de producción más rápido hasta el momento y en el primero en superar los 300 km/h. Concretamente, homologaba 305 km/h. Una auténtica pieza de coleccionista de la que sólo se fabricaron 272 unidades y, curiosamente, todas ellas en rojo, como manda la tradición ferrarista.
El Porsche 959 recurría a la tracción integral (algo totalmente infrecuente en la época) para trasladar sus 444 CV al asfalto. El motor también tenía doble sobrealimentación, con una cilindrada de 2.849 centímetros cúbicos (casi calcada a la del GTO por cuestión normativa), pero era un seis cilindros boxer y estaba situado en posición trasera. Presentado en 1986, estos dos años de diferencia se notaban en su mayor desplieque tecnológico y en unas prestaciones que fueron todavía más allá, como los 4,1 segundos para alcanzar los 100 km/h desde parado o sus 317 km/h de velocidad máxima. Por contra, el 959 era mucho más pesado que el GTO, con 1.450 Kg del alemán frente a los 1.160 Kg del italiano.
Si queréis impresiones de primera mano acerca de este duelo, así como profundizar un poco más en la historia y características del modelo, os recomiendo encarecidamente que le echéis un vistazo al artículo original de EVO, así como que veáis los vídeos de la prueba que tenéis aquí mismo. Por cierto, otro enfrentamiento interesante en la época fue el Porsche 959 contra el Ferrari F40, que pudimos ver con todo detalle en Top Gear.
Fuente: EVO Magazine
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