Días tristes para los amantes de uno de los motores más peculiares y deseados de las últimas cuatro décadas, el rotativo de Felix Wankel. Desde 1967 esta mecánica basada en las patentes del famoso ingeniero alemán de 1929, ha sido una de las protagonistas del avance de Mazda en el desarrollo de deportivos e incluso de sus éxitos más sonados en la competición. Pero a día de hoy la búsqueda de la eficiencia, como una de las prioridades de la industria del automóvil, y la necesidad de motores sobrealimentados cada vez más potente con cilindradas contenidas, ha acabado relegando a un segundo plano a esta tecnología.
Durante los últimos años la evolución del último rotativo de Mazda, conocido como Renesis 16X, daba alas a los que se deleitaban con sus prestaciones y el corte de inyección demasiado cerca de las 10.000 rpm. Definitivamente ya os adelantábamos que Mazda había detenido el desarrollo de este motor para centrar sus esfuerzos en la nueva generación de motores SKYACTIV diésel y gasolina. Con la salida de la línea de montaje del último Mazda RX-8 también se marchaba este emblemático motor que por desgracia no ha lugar en el panorama automovilístico actual.
Pese a su diseño extremadamente compacto y ligero, con cilindradas muy pequeñas para la potencia desarrollada, el mayor hándicap para la eficiencia de estos motores era el elevado porcentaje de combustible desaprovechado y un consumo de aceite inusual para garantizar una buena lubricación de los rotores.
A pesar de su insostenible consumo y su delicadeza por la propia arquitectura de este motor, la posibilidad de adquirir uno de los últimos rotativos de Mazda cautivó tanto a los compradores, que la marca tuvo que aumentar la tirada limitada de despedida del Mazda RX-8 de las 1.000 unidades iniciales a 2.000 para atender la demanda existente. Durante sus cuatro décadas de vida, el rotativo de Mazda se caracterizó, entre otras cosas, por su tamaño compacto, sus prestaciones y el elevado régimen de revoluciones que podía alcanzar, amén de sus elevados consumos. El más habitual fue el Wankel en versión atmosférica, pero en los años 80 se comercializaría incluso con turbo en carrocerías tan variopintas como la de la berlina Luce y el gran turismo Cosmo, vendidos en Japón, y el deportivo RX-7.
A día de hoy el único futuro que cabría esperar del motor rotativo sería el hidrógeno, incluso como motor de apoyo para una nueva generación de eléctricos de autonomía extendida.
Un último apunte. En estas cuatro décadas Mazda ha fabricado cerca de 2 millones de vehículos dotados de alguna de las diversas iteraciones de la tecnología rotativa de Felix Wankel.
Fuente: Mazda | Autonews
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