Los Juegos Olímpicos modernos han tenido lugar – con algunas interrupciones – desde el año 1896. El maratón siempre ha sido una de las pruebas estrella de la competición, una carrera de unos 42 km que pone al límite a los atletas más duros del mundo. Todo está televisado y controlado hoy en día, pero la televisión no existía cuando se celebraron los Juegos Olímpicos de Saint Louis, en 1904. Por aquél entonces las trampas y el dopaje estaban a la orden del día, aunque a priori pareciera lo contrario.
El americano Fred Lorz fue el ganador del maratón de 1904, pero no de manera limpia o deportiva. Tras correr durante 15 km decidió que no podía más, que estaba exhausto. Su manager, que le venía siguiendo en su coche le gritó y alentó para que siguiera. Al ver que no podía lo montó en el coche, con el que recorrieron unos 17 km, hasta que se averió (tecnología de la época…). Lorz se bajó del coche y siguió corriendo, tras haber tomado fuerzas y descansado durante más de media hora.
Al final Lorz terminó a pie los 8 km que le quedaban para terminar, y cruzó la meta como ganador con un tiempo de 3 horas y 13 minutos. Tras su “hazaña” fue tratado como ganador, hasta que varios espectadores acudieron a la meta y le recordaron que hizo la mitad del camino en coche. Lorz admitió que todo se había tratado de una broma, y reconocía haber ido en coche. Ante semejantes declaraciones y la evidencia fue descalificado y expulsado de la Amateur Ahtletic Union.
El coche es el medio de transporte por excelencia, pero en un contexto olímpico, un coche de apoyo es otra cosa. Aunque nos parezca muy antideportivo, el segundo clasificado logró terminar la carrera a base de pequeñas dosis de matarratas acompañadas de un vaso lleno de Brandy, que al parecer tiene efectos dopantes. Como también estaba exhausto tomó más de una dosis y al terminar casi pierde la vida. Simplemente una curiosidad olímpica, con una breve conexión automovilística.
Fuente: Jalopnik
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