Un once de septiembre hace ahora once años se producía uno de los acontecimientos con mayor repercusión internacional de las últimas décadas, los ataques del 11-S. Nadie puede negar que supondría un punto de inflexión y un cambio significativo en términos económicos, políticos y culturales de magnitud internacional. Pero centrándonos en el tema que nos gustaría tratar, también llegó a tener consecuencias muy importantes para la industria del automóvil en Estados Unidos que en cierta medida vería condicionado su devenir una década después.
Los ataques terroristas conmocionaron a la nación más poderosa del mundo y la más importante por aquel entonces en volumen de ventas de automóviles. La reacción de los ciudadanos no tardaría en llegar y en poco tiempo los mercados comprobaron como los compradores habían experimentado un cambio de actitud importante: la gente dejó de estar interesada en invertir sus ahorros en un automóvil y se centró en pasar más tiempo con su familia. Al menos esta fue la conclusión a la que llegaron algunos analistas y la razón por la cual los fabricantes más importantes al otro lado del Atlántico se las ingeniaron para ofrecer algunos de los descuentos y promociones más significativos que se hubieran conocido hasta el momento.
Keep America Rolling: patriotismo para incentivar las ventas
Ante la crisis que acechaba los constructores locales comenzaron una política comercial agresiva, descuentos y facilidades para comprar un vehículo de todo tipo, no exento de un patriotismo hasta cierto punto desmesurado. Ocho días tras los atentados necesitaron en General Motors para lanzar su campaña Keep America Rolling, con financiación con el 0% de interés a pagar durante cinco años en todos los modelos comercializados por su marca en Estados Unidos.
De la previsible recesión y un mercado dormido se pasó a uno de los periodos más prósperos, en términos comerciales, de la industria de los Estados Unidos. El comprador se percató de la posibilidad de adquirir vehículos en unas condiciones inmejorables y 2001 cerraría con un incremento notable en las ventas – pero no en los beneficios – de los fabricantes locales y un crecimiento del parque automovilístico en más de 10 millones de vehículos.
Pan para hoy, hambre para mañana: la resaca del 11S
Pero lógicamente esta política no podría perdurar mucho tiempo en tanto los márgenes de beneficio por vehículo se desplomaron. Tampoco tardaría en llegar el efecto boomerang. Pensemos que muchas de las ventas que se produjeron en aquellas semanas tras los ataques del 11S correspondían a clientes que tan sólo adelantaron meses, o incluso semanas, su decisión de adquirir un vehículo. El parque automovilístico de Estados Unidos retrocedió en un millón de unidades en 2002.
Según proseguían las caídas las marcas se vieron obligadas a ofrecer aún más descuentos y créditos de alto riesgo. Es difícil reconocer si el 11-S pudo ser uno de los condicionantes de la crisis de la industria en 2008, probablemente sería uno de los factores junto a la crisis de las subprime. Pero no hay duda de que no tuvo ninguna influencia positiva en los acontecimientos que llevarían al Trío de Detroit a pasar por una de las situaciones más comprometidas de su historia.
Fue entonces cuando la industria del automóvil de Estados Unidos entendió que la única forma de proseguir su negocio pasaba por mejorar la competitividad, los márgenes de beneficio y plantar cara a los japoneses, con un peso cada vez mayor en las ventas en Norteamérica, y a los europeos.
Fuente: RITA | Car Pro USA | CNN | Forbes | Online News Hour | Ford | General Motors
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