Hoy hemos salido de Almerimar a las siete de la mañana. Hemos realizado cerca de 1,000 kilómetros por autovía con el Chevrolet Volt hasta llegar a Sarria, en Lugo. En dos ocasiones, hemos tenido que parar a repostar combustible, porque el depósito es muy pequeño. Las dos veces que hemos repostado hemos tenido el mismo problema que ayer os comentamos… y es que el indicador nunca llega a decir que el depósito está completo, a pesar de que lo llenemos hasta rebosar.
Hoy hemos viajado cuatro personas cómodamente, con nuestro equipaje. El coche iba cargado hasta arriba. Los pasajeros se quejan de que no hay salidas de aire acondicionado para las plazas traseras, ni son cómodos los espacios habilitados para apoyar los brazos y sujetarse con las manos. Además se lamentan que el sol les quema la coronilla de la cabeza por las generosas dimensiones de la luneta trasera…
Por el contrario, a todos les agrada la suavidad de conducción, así como la comodidad y amplitud de las plazas traseras. Recordemos que atrás hay dos butacas independientes. Bajo los asientos traseros y en el túnel central del vehículo, se encuentra la batería en forma de “T” invertida protegida por acero martensítico ultrarresistente. Pesa 198 kilos y está refrigerada mediante líquidos para no alterarse ante temperaturas extremas.
¡Al Chevrolet Volt le falta potencia!
Subiendo desde Motril a Granada por la autovía A44, aparece un testigo en el cuadro de mandos con el texto “Limitación de potencia. Reduciendo la velocidad para impulsar”. La velocidad máxima se reduce a sólo 100 km/hora. Durante unos minutos, no podemos ir más rápido. Es una situación un tanto vergonzosa. Tenemos que avisar a los otros coches que viajan con nosotros al Camino de Santiago para que aminoren su marcha mientras que, hasta el más lento nos adelanta. Esto mismo nos ocurrió seis veces hasta que llegamos a nuestro destino, cada vez que nos encontrábamos con un tramo de autovía con más pendiente de la cuenta.
¿Qué ha pasado? Estamos viajando sin carga en la batería y, cuando la carga eléctrica llega al mínimo del buffer de seguridad (tras pedirle mucho esfuerzo) llegamos a un punto de limitación de potencia. Esto se produce porque sólo disponemos de la energía producida por el motor térmico (86 CV) y no contamos con el apoyo eléctrico. Esta limitación no se produciría si viajásemos con la batería llena, pero no hemos tenido la oportunidad de recargarlo.
Los túneles de Despeñaperros…
¿Qué habría que hacer? Cuando vayamos a realizar un viaje largo deberíamos tener cargada la batería. Sería conveniente activar el modo “retener” (mañana os explicaremos los cuatro modos de conducción) para que trabaje el motor de combustión y la energía se mantenga almacenada en la batería. De lo contrario, al hacer un viaje como el nuestro de 1000 kilómetros, la energía almacenada se consumiría en los primeros 60 kilómetros y los restantes 970 kilómetros se harían sin energía en la batería, pudiendo entrar en una situación de “potencia limitada”.
Tras Despeñaperros, Valdepeñas, Madrid, Tordesillas, Benavente, Ponferrada… concluimos que el motor de combustión del Chevrolet Volt es muy “tragón”, ¡en autovía gastó 8 litros/100 km!. A las cinco de la tarde, nos salimos de la ruta para parar y comer en O Cebreiro, un bonito poblado de arquitectura prerrománica del Camino de Santiago francés. Aquí hay varias pallozas (viviendas circulares con paredes de piedra y techo de tallos de centeno) y la iglesia de Santa María la Real, un bonito templo prerrománico, que data del siglo IX.
O Cebreiro, uno de los poblados de visita obligada del Camino de Santiago
En este templo, yace Elías Valiña, quien fuera párroco de dicha Iglesia y uno de los grandes impulsores del Camino de Santiago. Curiosamente, fue el creador de la flecha amarilla, el símbolo que siguen los peregrinos hasta llegar a Santiago de Compostela. No podemos irnos de aquí sin ponerle una pegatina con la flecha amarilla al Volt…
Tras una parada, volvemos a subirnos en el Volt y partir camino de Sarria descendiendo un precioso puerto de montaña, con un desnivel de 800 metros. Ponemos el modo de conducción en “montaña” y el cambio de marchas en “L”. En el modo “montaña”, actúa el motor de combustión, empleando la menor energía posible, de forma que ésta permanece almacenada en la batería. La energía sobrante – que no se usa para mover el vehículo – pasa a ser almacenada en la batería. Además con el modo “L” de la caja de cambios, la recuperación de energía cinética es mucho mayor. Al soltar el pedal del acelerador, la retención es tal que el vehículo frena. Este modo es muy útil al bajar un puerto de montaña como éste.
Al “peregrino Volt” lo bautizamos con la característica flecha amarilla del Camino de Santiago
Así, apenas hay que frenar y podemos aprovechar la retención del motor eléctrico para recargar la batería. Al llegar a Sarria la autonomía del vehículo sigue marcando 0 kilómetros pero, tras apagar y volver a encender el Volt, vemos cómo la autonomía marca 30 km (un 45% de la energía total disponible). Y eso que no hemos enchufado el vehículo a ninguna fuente de energía. Un puntazo, hemos recargado la batería con el trabajo del motor de combustión y el aprovechamiento de frenadas y deceleraciones.
En Sarria nos alojamos en una pensión de carretera, no tiene aparcamiento y no hay opción de carga. El vehículo se tendrá que quedar en la calle. Ya van tres días sin poder cargarlo. Tampoco hay puntos de recarga públicos cerca. Pudimos consultarlo en Electromaps. Por lo menos me acaban de decir que en el albergue donde nos alojaremos mañana se podrá recargar el coche. Cruzaremos los dedos.
En Diariomotor: Chevrolet Volt | Camino de Santiago en un Chevrolet Volt