Es la hora de hacer otra de nuestras pruebas cortas. Como ya os comentamos al probar el nuevo Seat Ibiza SC 1.6 TDI, nos salimos del formato habitual para poder centrarnos en las cualidades exclusivas de la unidad que hemos probado. En este caso, hemos podido probar de manera conveniente la motorización 2.2 SKYACTIV-D de 150 CV en un Mazda CX-5, un turbodiésel que destaca por una relación de compresión de sólamente 14:1, bajísima para un turbodiésel. Mi compañero David ya dió buena cuenta de la motorización 2.0 SKY-G en su prueba a fondo.
La unidad que hemos probado fue recogida en Madrid con unos 5.000 km en el odómetro y su acabado es el Style, el acabado de acceso a la gama, pero que ya cuenta con una gran cantidad de equipamiento y opciones en el caso de nuestra unidad. A diferencia de la unidad de gasolina probada, tenemos entre manos una versión de tracción integral (del tipo no permanente), así que podremos contaros qué tal va. Acompañanos en 1.500 km de prueba sobre todo tipo de terrenos para descubrir si está a la altura o supera a sus rivales europeos.
Impresiones de habitabilidad y ergonomía
La unidad probada tiene el acabado Style, que es el mismo que mi compañero David pudo probar a fondo en su momento. Os remito a su prueba para todos los detalles. A mí me ha parecido un habitáculo amplio, con acabados de calidad en general, aunque algún detalle como la tapa de la guantera sea algo más flojo. Me ha gustado especialmente la claridad y sencillez de la instrumentación, así como los asientos, de un tamaño correcto y con un buen apoyo lateral, algo desde luego poco habitual en un SUV con ciertas aptitudes todoterreno.
Sigo echando de menos que Mazda equipe un indicador de la temperatura del agua en la instrumentación, que no se limite a un simple chivato que nos indica que el motor está frío. La integración del software de TomTom en el navegador GPS es impecable, y el control desde un grupo de controles entre los asientos es muy cómodo, y no requiere de bajar la vista hacia ellos. Las plazas traseras son muy amplias en todas sus cotas y cuatro personas pueden acometer viajes largos sin cansancio alguno. Tres pasajeros traseros irían algo apretados.
Durante la prueba cuatro personas de Diariomotor viajamos de Madrid a Almería con gran confort, y mención especial merece el sistema de climatización, que mantuvo la temperatura a un nivel correcto mientras que el termómetro del coche llegó a marcar 49 grados centígrados. Bajar del coche o sacar una mano por la ventana parecía entrar en un horno a fuego lento, pero dentro del Mazda estábamos frescos. El maletero tiene 500 litros de capacidad, una cifra alta para un SUV de menos de 4,60 metros de longitud.
Comportamiento, consumos e impresiones del motor 2.2 SKYACTIV-D 150 CV
El motor 2.2 SKYACTIV-D se ofrece con potencias de 150 y 175 CV, pero hemos probado la versión básica en estos momentos. Este modernísimo turbodiésel common-rail genera 150 CV a 4.500 rpm y un par máximo elevado, 380 Nm entre las 1.500 y las 3.600 rpm. Cuenta con doble sobrealimentación en serie, mediante dos turbocompresores. Construido enteramente en aluminio, cuenta con soluciones avanzadas como un filtro de partículas integrado en el bloque o distribución variable de válvulas.
Su bajísima relación de compresión no impide un buen encendido en frío y la ausencia de vibraciones es patente incluso en frío. El sonido a diésel no se puede omitir desde el exterior, pero es algo normal. Arrancamos el motor y se queda a unas 1.600 rpm durante unos segundos. De esta manera alcanza más rápidamente una temperatura adecuada de funcionamiento. En marcha ya podemos comprobar lo suave que gira el motor, que apenas es audible en prácticamente todas las circunstancias imaginables (a no se que le pisemos mucho…).
El motor ya cumple la normativa Euro6 y sus consumos son contenidos: homologa una media de 5,2 l/100 km, elogiable para un SUV con tracción total. En ciudad entra en funcionamiento el sistema Stop&Start, que desconecta el motor en paradas. El sistema se llama i-stop, y no hay queja en su suavidad de funcionamiento, aunque podría ser bastante más rápido al encender de nuevo el motor: en un par de ocasiones casi calamos el coche arrancando muy rápidamente a propósito. De lo que no tengo queja alguna es de su tacto de conducción.
Es silencioso a velocidades de autopista y pleno de fuerza a casi cualquier régimen, por lo que los adelantamientos son pan comido. Con cuatro personas, aire acondicionado a tope y equipaje el empuje disminuye algo, lógicamente. Sin embargo, los adelantamientos con menos carga son pan comido y siempre podemos estirar las marchas. ¿Estirar las marchas en un diésel? Me ha soprendido que el motor no cesa su empuje hasta que llegamos al corte de encendido, situado a 5.500 rpm, una cifra que nunca había visto en otra motorización similar.
La palanca de cambios y el tacto de la caja son deliciosos. Es justo decir que recuerda a la de un MX-5. Recorridos cortos y muy precisos, tanto que en ocasiones podemos confundirnos de marcha si no tenemos costumbre. También comentaba a mis compañeros el fantástico feeling de la dirección, sin duda alguna la mejor eléctrica que he probado y la mejor dirección que haya probado en un SUV, con permiso de la del Porsche Cayenne. En cuanto a la dinámica, me ha parecido un coche neutro y bastante más ágil que sus competidores.
A pesar de montar neumáticos Yokohama Geolandar mixtos su comportamiento en carretera y curvas ha sido más que satisfactorio. En cuanto a los consumos, la media en autopista ha sido de 6,3 l/100 km, circulando a 120 km/h, con aire acondicionado y mucha carga. Es posible que se pueda bajar de los 6 l/100 km en condiciones más idóneas. En ciudad la media se mueve en torno a los 8 l/100 km. También hemos podido hacer alguna que otra excursión fuera del asfalto, pero es un coche que se mueve mejor en superficies pavimentadas.
El ángulo de entrada es de sólo 18,6º, a pesar de contar con 210 mm de altura libre al suelo, los largos voladizos son la causa de que no sea el vehículo más apto para surcar terrenos complicados. Las pistas no supondran ningún problema, y los pequeños obstáculos tampoco, la tracción y motricidad son buenas. De todas formas, en el interior se notan los baches, la suspensión del Mazda CX-5 está pensada para el asfalto y advertimos que es un coche que se encuentra mejor en carretera, algo extrapolable a las versiones de gasolina.
Rivales, equipamiento, precios, conclusiones
El precio de un Mazda CX-5 SKYACTIV-D Style 4WD es de 30.750€. Por ese precio obtenemos un coche con cinco estrellas EuroNCAP, climatizador automático bizona, controles de estabilidad electrónicos, sensores de luz y lluvia, arranque por botón, manos libres Bluetooth, pantalla táctil de 5,8 pulgadas o llantas de 17 pulgadas. Por 512€ más podemos tener un navegador TomTom y el coche puede montar sistemas avanzados de ayuda a la conducción como un asistente de salida involuntaria de carril o un detector de vehículos en punto muerto.
Entre sus rivales se cuentan prácticamente la totalidad de SUV del mercado, como por ejemplo el Kia Sportage 2.0 CRDi de 136 CV, el Ford Kuga 2.0 TDCi 4WD o el Honda CR-V 2.2 i-DTEC. Hemos dado buena cuenta de esos tres rivales en pruebas a fondo, así como también del Nissan Qashqai 2.0 dCi 4×4, el Volkswagen Tiguan 2.0 TDI 4Motion o incluso el Chevrolet Captiva. El denominador común es que el Mazda CX-5 se equipara a la media del segmento en cuanto a habitabilidad y espacio, superando a la práctica totalidad en cuanto a dinámica.
Sólo el Honda CR-V se le acerca a nivel de motor, con un funcionamiento lineal y exquisito de su 2.2 i-DTEC, mientras que rivales como el Volkswagen Tiguan le pueden superar en calidad de interior. El Kia Sportage le puede superar en habitabilidad o maletero, pero ninguno lo hace en todos los puntos. Y lo cierto es que el Mazda CX-5 no defrauda en ningún punto, por lo que creemos que se trata de una opción de lo más interesante para quién busque un SUV. En su diseño no vamos a entrar, pues es un punto personal que puede agradar más o menos.
Personalmente prefiero el diseño de otros vehículos, pero objetivamente muy pocas pegas se le pueden poner al Mazda CX-5, francamente.
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