Si hace poco más de un año os ofrecíamos la prueba del Chevrolet Cruze 2.0 VCDi de 163 CV en formato 4 puertas, os traemos ahora la carrocería 5 puertas con el motor 1.7 diésel de 130 CV, inferior en potencia y consumos y recientemente incorporado a la gama de motorizaciones. Orientado a un gusto más europeo en su formato hatchback, con esta carrocería pierde en clasicismo lo que gana en versatilidad con su portón trasero.
En esta versión, el modelo parecería alcanzar un buen punto de equilibrio entre prestaciones y consumos, pero eso es algo que nos tendrá que demostrar a lo largo de los kilómetros. Es importante destacar ya desde el principio que, a la fecha de escribir estas líneas, es posible adquirir por el mismo precio la versión 2.0 diésel de 163 CV, con idéntico acabado y equipamiento LT+ que el modelo probado de 130 CV. Por increíble que parezca, Chevrolet nos regala los últimos 33 CV, así como suena… ¿qué sentido tiene entonces el modelo menos potente? Pues lo tiene, lo tiene…
Para encuadrar totalmente el modelo antes de empezar con el análisis, debemos tener en cuenta cual es su filosofía, al menos a priori. Hablamos de un vehículo situado en la franja más baja de precios, si lo comparamos con cualquier otro compacto de similar tamaño y prestaciones, por lo que sería de esperar que esa diferencia de precio se dejase notar aquí y allá en algunos detalles más o menos importantes.
Así las cosas, uno de los objetivos de esta prueba (tal vez el más importante) será intentar justificar ese precio tan competitivo y establecer una cierta comparación con su homólogo más potente ya probado. Intentaremos entender por qué un coche de 4,5 metros y 130 CV (que podría tener 163 CV por el mismo dinero) con un equipamiento más que razonable puede costar varios miles de euros menos que rivales como el Opel Astra, con el que comparte la plataforma Delta II de General Motors (aunque no toda la suspensión) así como el motor y numerosos elementos de su interior.
Un diseño exterior discreto para el Chevrolet Cruze 5 puertas
Por lo que respecta al aspecto exterior creo que lo mejor que podemos decir del coche es que resulta bastante discreto, lo que no deja de ser una virtud, según se mire. Yo diría que al adoptar la carrocería de 5 puertas se ha ganado algo en dinamismo, no me atrevería a decir deportividad, con respecto al más conocido 4 puertas.
El frontal presenta la conocida parrilla Chevrolet, dividida en dos rejillas de diferente altura por una franja del color de la carrocería con el distintivo de la marca. Los faros antiniebla situados en la parte inferior, ayudan a configurar un aspecto facial agradable y apto para todos los públicos.
En vista lateral, se observa una pronunciada caída del techo hacia el portón que aporta ese mínimo toque dinámico del que hablábamos antes, si bien las líneas rectas y las superficies planas y sencillas predominan en todo momento. Las llantas de aleación equipadas en la versión probada, punto clave en la estética de cualquier coche, incorporan en esta versión neumáticos 205/60 R16. Un perfil 60 resulta inusualmente alto en los tiempos que corren, para un coche de 130 CV, lo que constituye una especie de anticlímax de la deportividad. Al mismo tiempo presenta importantes implicaciones dinámicas, como veremos en la segunda parte de la prueba, tanto positivas como negativas.
La parte trasera se resuelve con unas ópticas sencillas y un gran portón, cuya misión parece ser cumplir con su función práctica de forma correcta, pero no ganar concursos de diseño. De nuevo, veo en ello ventajas (para quien quiera pasar más o menos desapercibido) aunque no originalidad. La antena del techo es clásica (desenroscar antes de lavar) y las escobillas limpiaparabrisas también son “de las de antes”, pero todo cumple perfectamente con su función sin el más mínimo problema.
El conjunto exterior se presenta, por tanto, como el envoltorio de un coche sencillo y sin pretensiones de innovar excesivamente o destacar en el parking. Acorde con la filosofía del coche, yo diría que es un diseño honesto y práctico que nos presenta un producto racional, que escogeríamos entre otros por “razones objetivas”, pero no por la pasión que nos movería a adquirir un Alfa o un Mini.
Primeras sorpresas en el interior del Chevrolet Cruze LT+
Para encontrar las primeras sorpresas en el Chevrolet Cruze, hay que abrir el envoltorio. Bajo una línea exterior sencilla, se encuentra un interior sorprendentemente agradable. La puerta se cierra con un sonido más o menos ahogado, para dejarnos con un interior luminoso y envolvente. Las similitudes con su primo el Astra saltan a la vista, en la forma y la configuración de casi todos los elementos, aunque no se puede decir que compartan salpicadero.
Todos los plásticos son duros, está claro que se han evitado los materiales espumados (más caros) que hacen las delicias de quienes gustan de tocar, pero el tapizado parcial del salpicadero consigue simular algo así como un “mullido psicológico”, especialmente en la zona de la guantera donde la forma abombada nos recuerda a un cojín.
Al tocarlo, descubrimos que es tan solo una ilusión óptica (es duro como una piedra) pero hay que reconocer que en este punto del coche lo importante es el aspecto, pues no nos dedicaremos a tocarlo continuamente (digo yo). Desde un punto de vista estético, por tanto, yo diría que está muy logrado.
El cuadro de instrumentos, agradable y fácilmente legible, tiene una configuración convencional de relojes de tamaño correcto y suave retroiluminación en azul. En el centro, una pequeña pantalla con el ordenador de a bordo (de una sola memoria) nos indica las funciones típicas de distancias, consumos, velocidad y autonomía en letras monocromo también azules. Ahora se llevan pantallas más gandes y coloridas, con dibujos y múltiples funciones de aviso… pero no en el Cruze, que parece prescindir de lo superfluo ateniéndose a la pura función en este punto.
El volante (de cuero, al igual que la palanca de cambios) es regulable en altura y profundidad. Combinado con idéntico reglaje bidimensional en el asiento, la posición resultante es cómoda y natural, aunque el aro del volante tiende a eclipsar un poquito la esquina exterior del velocímetro y el cuentavueltas, tal vez algo separados de más.
Los asientos delanteros, tapizados en una tela agradable y de aspecto duradero (en realidad son dos tejidos diferentes, uno de ellos el mismo que el del salpicadero) son cómodos y más envolventes de lo que su aspecto sugiere. De hecho, me han gustado mucho, con un mullido tirando a duro pero confortable y un grado de sujección lateral que sujeta pero no agobia.
Un punto a mejorar, en este caso ergonómico, es el minúsculo reposapié izquierdo. El problema es la estrechez del espacio que queda entre el pedal de embrague y la pieza de plástico que limita el movimiento hacia el paso de rueda (ver foto). Con esta configuración, cada vez que cambiamos de marcha tenemos que acertar a deslizar el pie izquierdo por tan angosto pasillo, en un defecto compartido con su primo el Astra.
La amplitud está en la media, tanto delante como detrás, incluso un punto por encima si consideramos el espacio para las piernas en los asientos traseros. Puesto que se trata de un vehículo con cierta vocación familiar, nada mejor que instalar un par de sillas para mis pequeñines en las plazas traseras y observar el resultado…
… y quién lo iba a decir, el anclaje Isofix de serie en las plazas traseras, que estoy cansado de probar en infinidad de vehículos de todo color y pelaje, se resiste como gato panza arriba a ser utilizado. La banqueta del asiento trasero lo oculta totalmente y carece del mullido suficiente para hundir los anclajes de las sillas y poder engancharlos con facilidad. Un elemento de seguridad mal resuelto, aunque una vez ancladas las sillas olvidaremos rápidamente lo que costó ponerlas.
Los satélites detrás del volante tienen un buen tacto, al igual que los botones de la consola central, todo ello agradablemente amortiguado y correctamente colocado. El climatizador, con una sola zona de control para todo el habitáculo, cumple bien su cometido con un uso sencillo y eficaz. Por lo que respecta al equipo de sonido (ahora se llaman de info-entretenimiento) su calidad sonora es justa, sin alardes, pero llama la atención la existencia de un par de entradas externas, una de ellas USB, totalmente compatible con un reproductor mp3 y que emula los menús de listas, canciones y filtros de mi iPod.
Visto en la pantalla central monocromática el menú de control ya no parece diseñado por Apple, pero parecen estar todas las funciones y criterios de ordenación. Tuve mis más y mis menos con el reconocimiento de dispositivos externos, de forma que la compatibilidad del iPod fue intermitente, obligándome a desconectar y reconectar, a veces sin éxito, cada vez que volví a usar el coche. Este pequeño problema puede ser achacado a la unidad probada en concreto, pero el caso es que así fue.
Como detalles de equipamiento, se echa de menos el sensor de luces y sobre todo el de lluvia. Tampoco estaría de más que los espejos fuesen plegables eléctricamente (siendo ya regulables eléctricamente), al menos en mi modesta plaza de garaje. Curiosamente, tampoco está iluminado el mando de control de las luces, probablemente el único que realmente tendríamos que encontrar a oscuras. Son pequeños detalles, realmente, con los que podríamos vivir sin el más mínimo problema y que encontramos también, en mayor o menor medida, en modelos de más altas pretensiones.
Con todo, intentando buscar en su interior la gran diferencia de precio con sus posibles rivales no acabamos de encontrar nada que objetivamente explique el descuento, al menos no todo el descuento. Todo está bastante bien hecho.
En lo que respecta al maletero, disponemos de 413 litros con una forma muy regular y totalmente aprovechable. El coche no lleva rueda de repuesto, sino un kit antipinchazos, pero Chevrolet no ha aprovechado esta circunstancia para habilitar un doble fondo, porque el hueco de la rueda está totalmente ocupado por el mencionado kit. Con todo, es un espacio más que razonable para un uso familiar, y ampliable con la posibilidad de abatir en porciones 60/40 el respaldo del asiento trasero. El portón se cierra solo si lo dejamos caer desde una cierta altura (no hay que mancharse ni cerrarlo nunca dos veces) y emite un sonido bastante sólido al completar la maniobra. Eso me gusta.
Como conclusión y con respecto al diseño del Chevrolet Cruze, a juzgar por su sencilla estética exterior y su planteamiento low-cost, resulta sorprendente que equipamiento y calidades estén tan a la altura de las circunstancias. En conjunto y salvo detalles pequeños, me siento bien dentro del coche, no detecto nada decepcionante en su interior y me dispongo a vivir con él durante una semana, de momento con una media sonrisa algo escéptica y ganas de ponerlo a prueba en movimiento.
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