Un diésel que ruge como un V8 de gasolina, con un sonido delicioso que a más de uno le dejará boquiabierto. Un diésel capaz de acercarse peligrosamente a los registros de todo un Audi S6. Así es este nuevo Audi A6 3.0 BiTDI de 300 CV de potencia y únicamente disponible con tracción quattro y cambio automático tiptronic. Reconozco que este motor, primero me sorprendió y más tarde llego a encandilarme. Habiendo rendido cuentas del espacio, la calidad y el confort del Audi A6, pasamos a analizar uno de los aspectos más importantes de este modelo en cuestión: su motor de gasóleo con dos turbos.
Jamás podrá equipararse con un buen motor de gasolina, un pata negra con los cilindros puestos en forma de uve, eso es así. Pero si quieren saber si de verdad pienso que este Audi A6 3.0 BiTDI puede plantarle batalla y ser una alternativa real y recomendable a los motores V6 y V8 de la casa, sigan leyendo esta prueba.
3.0 BiTDI: con dos turbos secuenciales para lograr la máxima progresividad
Empezaremos hablando por la naturaleza de este bloque de gasóleo. Partimos de la base de un 3.0 TDI V6 que ha alcanzado un nuevo nivel de prestaciones gracias a dos turbos secuenciales dispuestos de forma que la entrega de potencia se produzca de la forma más progresiva y técnicamente posible en un diésel. El primero entra en acción desde las 1.450 rpm hasta las 2.800 rpm, justo a tiempo para que la válvula accionada por depresión que los interconecta comience a abrirse y entregue el tirón final entre las 3.500 y las 4.000 rpm. Dos turbos nunca podrán ofrecer a un diésel la progresividad de un ocho cilindros de gasolina, pero hay que reconocer que el trabajo de Audi para con este motor ha sido excelente.
A bajas revoluciones este diésel cuenta con más par que un Audi S6 y se estira hasta las 5.200 rpm, un registro sorprendente para un motor de gasóleo. La constancia de su empuje y el rugido del motor que lo acompaña nos invita a circular a un regimen elevado pero tengamos en cuenta que este motor sigue sin ser un buen V8 de gasolina y como consecuencia de ello su empuje también se agota pronto. A un régimen alto tendremos mucho ruido y pocas nueces.
Por otro lado ni el turbo que actúa a un régimen bajo ha logrado solventar la necesidad de respuesta inmediata al acelerador. El lag existente hasta que entra a trabajar se nos antoja una eternidad y si circulamos en marchas largas se acumula al retardo del kick down del cambio automático por convertidor de par, pero eso sí, una vez que entra a trabajar la patada es contundente e ininterrumpida. Otro detalle a tener en cuenta es precisamente ese, que a diferencia del resto de TDI menos potentes, este 3.0 BiTDI cuenta de serie con un cambio automático Tiptronic por convertidor de par (el resto cuentan con S Tronic de doble embrague).
Lo que no podrán maquillar dos turbos ni un actuador de sonido en el escape
He de reconocer que los motores diésel de Audi me gustan, por su refinamiento y sus prestaciones.
Si fuera capaz de conducir con los ojos cerrados este Audi A6 es probable que, primero, su sonido me desconcertase, y segundo, sus rugidos y su tacto llegasen a engañarme y dudar de si de verdad estaría conduciendo una berlina diésel. El aislamiento acústico y el maquillaje sonoro han surtido su efecto y el traqueteo ha sido compensado por la vía de seis cilindros en uve a 90º y el maquillaje de las notas de las válvulas de escape. Pero lo que es imposible de maquillar son esas leves vibraciones en el volante y en los pedales que se transmiten desde el motor, sutiles y motivo insuficiente para sacrificar nuestra comodidad, pero seña inequívoca de que en ese aspecto – el del refinamiento – la gasolina sigue venciendo al gasóleo, una vez más.
¿De verdad este diésel es tan ahorrador para merecer la pena?
Sobre si merece la pena o no, tengo mis dudas. Su precio base es de 62.020 euros, que son casi 2.000 euros más que un 3.0 TFSI de 310 CV (con cambio S Tronic) y si queremos pingües detalles deportivos en el interior y en el exterior, como mínimo la factura subira en 10.000 euros adicionales. Pensad que una visión realista de los consumos que veremos en ciclo mixto, entremezclando carretera y ciudad, estará sobre los 8 o los 9 litros/100 kilómetros, menos que en un gasolina de potencia equivalente y tracción total, pero cifras nada desdeñables.
En carretera y en nuestro recorrido habitual de pruebas, a 120 km/h de marcador, recorrido relativamente llano y compensado y programa Efficiency del Audi Drive Select, logramos marcar 7.0 litros/100 kilómetros. Es un dato estupendo, pero razonable teniendo en cuenta que viajamos ligeros y con el único peso añadido de un servidor, su conductor. Si añadimos carga, pasajeros y la orografía del terreno no es favorable, lo normal es que estemos por encima de los 8 litros/100 kilómetros.
Aún así, está claro que aquí los diésel no tienen rival y lograr un consumo como este, como mucho, podría estar al alcance de un Audi A6 Hybrid.
Sonido con sabor a V8 gasolina de un 3.0 V6 BiTDI
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Cuando te dicen que un motor diésel suena como un V8 de gasolina, primero se te escapa una risotada. Después probablemente te percatas de que tu interlocutor va en serio y te embarga el escepticismo. Y no es hasta que por primera vez lo escuchas que por fin te das cuenta de lo que de verdad te querían decir. Audi ha instalado un modulador de sonido en el escape con unas válvulas que acentúan los tonos más graves de la banda sonora que acompaña a este seis cilindros, de forma que replica fielmente ese rugido gangoso y grave tan característico de los V8.
No obstante, aunque me encantó el sonido de este Audi A6 3.0 BiTDI, sé de buena tinta que jamás llegará a engañar a nadie. Ni mucho menos alcanza el nivel de decibelios que se aprecia, por ejemplo, en un Audi S6 y el traqueteo propio de un diésel, aunque levemente maquillado, persiste.
Quise aprovechar la ocasión para grabar un pequeño y modesto vídeo para proporcionaros una leve idea de como suena este motor en una salida desde parado. El único truco que hemos empleado, para amplificar el sonido, es que dicha salida se produjese desde el interior un túnel.
Conclusión. ¿Puede un buen diésel biturbo dejar en ridículo a un V8 de gasolina? No, no puede.
Fotografías: Pepe Giménez | David Villarreal
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