En apenas unos días, el Mundial 2013 de F1 comenzará a rodar sobre el asfalto de Albert Park en Melbourne, en el que supondrá el primer Gran Premio de la temporada (G.P. de Australia), la prueba inicial de una sesión marcada de forma indeleble por ser la última que se cobija al amparo del reglamento técnico estrenado en 2009, que como sabemos, ha estado vigente con éste, tan sólo 5 años, pero que a su vez, servirá de entremés al que se estrenará en 2014 con la incorporación de los motores turbo y las nuevas directrices aerodinámicas al diseño de vehículos de la parrilla.
En sintonía, la FIA, consciente de la necesaria estabilidad que requiere una situación tan delicada, ha optado desde inicios de pretemporada por mostrarse poco permisiva con las exploraciones creativas del reglamento, circunstancias de sobra conocidas (dobles difusores, F-Duct, escapes sopladores, etcétera) que han supuesto para los equipos en temporadas pasadas, auténticos quebraderos de cabeza a lo largo de ellas, de manera que en apariencia (con la FIA nunca se sabe), por primera vez en muchos años vamos a poder asistir a una aplicación puntillosa y pragmática de la normativa técnica, cuestión que está en la base del rechazo frontal que ha mostrado la institución regidora a la hora de prohibir tanto el formateado tendencioso de las acequias de las salidas de los escapes mostrados por Caterham y Williams en la segunda sesión de entrenamientos oficiales, como en la aplicación de unos mapa/motor agresivos por parte de Red Bull y Lotus a sus monoplazas desde que todo esto empezara en Jerez.
Por otro lado, Pirelli sigue siendo la reina del espectáculo por tercer año consecutivo y a punto de terminar su contrato de proveedor único para la parrilla, circunstancia que explicaría el denuedo y celo que ha puesto la milanesa a la hora de ofrecer unos neumáticos particularmente complicados de entender —rápidos de calentar, con un rendimiento bastante más amplio que en 2012, pero vertiginosos en su decaimiento—, que por las bajas temperaturas sufridas en Jerez de la Frontera durante el mes de febrero y en Montmeló durante el de marzo, no han podido se explorados por las escuderías y los pilotos hasta sus últimas consecuencias, lo que nos pone en que este próximo fin de semana, más que nunca, el G.P. de Australia ofrece un escenario rodeado de la más absoluta incertidumbre, preludiando una sesión que deberá ser resuelta en sus líneas maestras antes del G.P. de Hungría (finales de julio), porque a partir de ese momento, la mayoría de esfuerzos de los equipos deberán enfocarse a preparar las plataformas y componentes que habrán de ser usados durante 2014.
Pero no nos engañemos, 2013 tiene nombre propio: Sebastian Vettel.
El jovencísimo campeón alemán que milita en la austriaca Red Bull, puede convertirse en el tetracampeón más joven de la historia, uniendo su nombre al de Alain Prost, único ganador de cuatro campeonatos mundiales hasta el momento, lo que sin duda le supondrá al de Heppenheim un plus de presión que habrá de soportar durante las 19 pruebas de las que se compone el calendario de este año, en una chance que deberá defender a brazo partido frente a un renovado Lewis Hamilton que cambió a McLaren por Mercedes a finales de la temporada pasada, a un Fernando Alonso que sobre un renovado F138 se encuentra más seguro que nunca, y a un Kimi Raikkonen que se propone como el gran tapado de esta sesión que abriremos en unos días.
Y es que la F1, por encima de las máquinas, sigue siendo una disciplina deportiva nutrida de historias personales, tanto en su aspecto más palpable, como en sus numerosas sombras, en las que destacan sin duda, la retirada definitiva de Michael Schumacher y la aparición de un montón de caras nuevas que buscarán su propio lugar, cómo no, y su permanencia en la máxima categoría, si es posible, en ese puñado de equipos que han encontrado en la subasta de asientos una modalidad más para sobrevivir a los nuevos tiempos, actitud legítima (no hay discusión al respecto) pero que todavía sigue dejando por resolver la duda de si supone el camino correcto.
En todo caso, y como decíamos más arriba, 2013 lleva el nombre de Vettel, porque es él quien tiene la obligación defender sus tres coronas consecutivas, y porque todavía tiene por delante la labor de convencer a buena parte del respetable que sigue mirándolo de reojo, demostrando que es capaz de superar a esos ingenios firmados por Adrian Newey que conduce, y que a la postre le han permitido dominar las tres temporadas anteriores, para certificarse sin contestación como uno de los pilotos más grandes de la historia del automovilismo deportivo.
Si en el apartado técnico y evolutivo vamos a encontrar en apariencia pocos alicientes durante la sesión que se inaugurará en Melbourne, por las razones expuestas al comienzo, no deja de ser cierto que los equipos se ha aplicado a la hora de presentar sutilezas, y abundantes, mientras maceran y materializan las máquinas que defenderán sus colores en 2014.
En este sentido, destaca el tratamiento más limpio dado a la práctica totalidad de los monoplazas con respecto a sus antecesores, en los cuales, parece que las abundantes alternativas vistas durante 2012 se han reducido a tan solo dos modalidades: escapes a baja o media altura (McLaren, Ferrari, Williams, etcétera) y escapes integrados en la carrocería (Red Bull y Lotus, fundamentalmente), todas ellas, soluciones convenientemente acopladas a un torneado de los pontones y a un dibujo de las carrocerías, que promete que 2013 sea un epílogo natural de 2012, aunque en el fondo, sólo suponga un prólogo de lo que veremos durante 2014.
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