A pesar de la poca o nula trascendencia que está teniendo en Occidente la situación real que atraviesa el emirato árabe de Bahrein, las palabras de Bernie Ecclestone conocidas por Europa Press, perfilan un escenario sombrío y no exento de peligros, del que el máximo mandatario de la Fórmula 1 quiere desvincular como sea la prueba que se celebrará este próximo fin de semana sobre el circuito de Sakhir. El patrón no quiere problemas, literalmente, y así lo ha hecho saber a través de los medios.
El octogenario jefe de la F1, hombre acostumbrado a negociar en arenas particularmente difíciles, busca una vez más la equidistancia necesaria como para preservar los intereses del Circus, afirmando que entiende a las dos partes en conflicto, pero recalcando así mismo, que el deporte no tiene absolutamente nada que ver con los asuntos domésticos que tiñen de inestabilidad la actualidad bahreiní.
Sea como fuere, la Fórmula 1, concretamente el Gran Premio de Bahrein, lleva convirtiéndose desde febrero de 2011 en el foco de las iras populares y las reclamaciones internacionales sobre una mejora de estatus del pequeño emirato árabe, hasta el punto de que la prueba de aquel año fue inicialmente retrasada en el calendario del mundial, para ser definitivamente cancelada porque las garantías de seguridad no resultaban suficientes.
La carrera árabe, que se estrenó en el Mundial en 2004, supone para Bahrein una excelente proyección mediática de sus intereses en cuanto al motorsport se refiere, de manera que resulta comprensible que el emirato intente por todos los medios paliar o enmudecer cualquier situación que resquebraje, lesione o empañe, la imagen que pretende exportar, lo que no impide que precisamente haya sido este empeño, el que ha puesto en la picota la celebración del Gran Premio.
Así las cosas, la solución inmediata a tan complicada situación pasa ineludiblemente por un esfuerzo represor de las autoridades que aunque tenga poco reflejo en Occidente, no deja de incidir en una cada vez mayor contestación popular ante lo que se considera un dispendio totalmente innecesario, amén de suponer una ofensa difícil de restañar para una población que lleva años clamando por la democratización del país, que ve además en la carrera y en su eco internacional, una oportunidad única para denunciar su propia penuria y carencias.
Bernie Ecclestone, consciente de la endemoniada encrucijada en la que se ha situado al Gran Premio de Bahrein, no repara en gastos a la hora de escenificar su simpatía por aquellos que reclaman cambios, incluso recordándoles que fue precisamente él quien «canceló la carrera en Sudáfrica durante el Apartheid», en referencia a la prueba prevista para 1986 sobre el circuito de Kyalami, que no volvió a disputarse hasta seis años después (1992), cuando la situación del país se había estabilizado.
Aunque al patrón de la Fórmula 1 se le ha olvidado mencionar que el Gran Premio de Sudáfrica de 1986 fue cancelado por la presión de sus protagonistas y no sólo por su intervención —Renault renunció a participar; los gobiernos de Brasil y Suecia prohibieron a Piquet y Johansson correr en la prueba; y los mecánicos de Ferrari amenazaron con una huelga si la de Maranello competía—, lo cierto es que el boss no falta a la verdad en sus afirmaciones.
Lo que no anula que a través de sus palabras se sugiera que la actualidad en Bahrein resulte muy alarmante, mucho más de lo que está trascendiendo, y que haya que ir pensando en cruzar los dedos para que no se repliquen sucesos como los ocurridos el año pasado, cuando cuatro miembros del equipo Sahara Force India se vieron afectados por el impacto de un cóctel molotov contra el vehículo en el que se desplazaban del circuito de Sakhir a Manama, la capital del emirato.
De momento, el Gran Premio de Bahrein se celebra. En este sentido Bernie Ecclestone ha sido rotundo, pero se echa en falta que Jean Todt, presidente de la FIA, tome cartas en el asunto y ayude a disipar con su contribución las numerosas dudas que sobrevuelan una prueba deportiva que aunque no quiera o no lo pretenda, sirve de excusa a regímenes indeseables o de diana a quienes pretenden cuestionarlos.
Fuente: Europapress.es
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