Después de terminar la primera gira asiática en el pasado Gran Premio de Bahrein, El Circo vuelve al viejo continente, lugar que salvo excepción hecha del Gran Premio de Canadá, albergará nada menos que siete pruebas del calendario, distribuidas en el tiempo desde el próximo Gran Premio de España (12 de mayo) hasta el Gran Premio de Italia (8 de septiembre), y contempla así mismo el periodo de vacaciones estivales (28 de julio a 25 de agosto) con el que todos los intervinientes, desde la FIA a los equipos, paran máquinas en aras de reducir costos.
Esta etapa de la temporada resulta muy interesante para los aficionados y para el propio campeonato porque suele ser muy rica en evoluciones y modificaciones sobre los monoplazas, incluso a las puertas de las propias carreras, ya que los diferentes Grandes Premios se suceden a una distancia muy cercana a los cuarteles generales de las escuderías, lo que permite una razonable velocidad de respuesta y por supuesto una estimable economización de los siempre onerosos gastos de transporte.
En la actualidad, la mayoría de equipos tienen sus respectivas sedes radicadas en Gran Bretaña: Red Bull (Milton Keynes), McLaren (Woking), Mercedes AMG (Brackley), Lotus (Enstone), Sahara Force India (Silverstone), Williams (Grove), Caterham (Leafield), y Marussia (Dinnington); quedando fuera de suelo británico Sauber (Hinwill, Suiza), Toro Rosso (Faenza) y Ferrari (Maranello), ambos en Italia.
Este marco geográfico en apariencia tan compacto facilita, como decíamos antes, una mayor capacidad de respuesta de los equipos ante los inevitables contratiempos que surjan conforme se vayan sucediendo las pruebas, de manera que de carrera en carrera, la capacidad para paliar problemas o plantear nuevas soluciones se multiplica exponencialmente, sin duda, de una forma radicalmente diferente a como hemos visto hasta ahora o aún, a como veremos durante el final del campeonato.
Esta es una de las principales razones por las cuales los equipos suelen asumir el inicio de temporada evitando en lo posible complicarse la vida, dejando para el desembarco en Europa el grueso de las innovaciones, ya que si estas no funcionan como está previsto, siempre hay tiempo para enmendar o subsanar los errores, con lo que su influencia en los resultados globales de la sesión pueden ser minimizados.
No obstante, la fase europea del calendario es relativamente larga. Contando el Gran Premio de Canadá está compuesta por casi la mitad de pruebas de todo el año (8 sobre 19), y por ello requiere de una minuciosa planificación que comenzará a escenificarse dentro de dos semanas y media sobre el trazado barcelonés de Montmeló, lugar donde se disputará el Gran Premio de España durante el fin de semana del 10 al 12 de mayo próximo.
Tras la de España, la siguiente cita nos llevará al Gran Premio de Mónaco (26 de mayo), para que la Fórmula 1 zarpe brevemente a tierras americanas para celebrar quince días después el Gran Premio de Canadá (9 de junio). De vuelta al viejo continente, se sucederán el Gran Premio de Gran Bretaña y el de Alemania con una semana de diferencia (30 de junio y 7 de julio respectivamente). Luego vendrán el Gran Premio de Hungría (28 de julio), el descanso estival y el Gran Premio de Bélgica (25 de agosto). Y cerrando el paso por Europa, el Gran Premio de Italia (9 de septiembre), a cuya salida El Circo hará las maletas de nuevo para dar inicio a la segunda gira asiática en Singapur (22 de septiembre).
Por último, y aunque disponemos de tiempo para ir desgranando éste y otros aspectos, comentar que la etapa europea del calendario suele estar definida por una meteorología bastante estable, lo que sin duda favorecerá el desarrollo de los diferentes vehículos, aunque no se deben descartar sustos como los sufridos el año pasado en el trazado de Silverstone, donde recordemos, la presencia de abundante agua chafó las expectativas de los equipos y originó que Pirelli tuviese que retrasar hasta Hockenheim, la prueba del tipo de neumáticos más duros que habían solicitado las escuderías en primavera.
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