El trazado de Mónaco disfruta de una belleza indiscutible, no sólo por la enorme tradición automovilística que empapa sus calles desde que Anthony Noghès culminara su idea de celebrar un Grand Prix sobre ellas, en 1929, sino porque además, la carrera que se disputa sobre su asfalto transcurre a través de uno de los escenarios con más glamour de toda la temporada, lo que la convierte en una prueba única.
No obstante, Mónaco es un circuito difícil. Su corto recorrido de apenas 3.340 metros es relativamente estrecho y discurre entre paredes, muros y protecciones, sobre un piso irregular y desgastado debido a que el resto del año soporta el tránsito rodado de la ciudad mediterránea. Esta característica por otro lado común a la mayoría de circuitos urbanos, origina la presencia de abundantes señales horizontales que aunque son ocultadas con pintura para que la retransmisión del Gran Premio no quede afeada, reafirman el concepto de asfalto deslizante que ha llevado a Pirelli a proponer para El Principado los compuestos más blandos de su gama 2013.
De manera que los monoplazas que mañana comenzarán a rugir por las calles de Mónaco, tienen a su disposición las gomas blandas (distintivo amarillo) como prime, y las superblandas (distintivo rojo) como option, puesto que la velocidad que se alcanza es la más baja de todo el calendario, en aras fundamentalmente, de poder asegurar el agarre necesario en un trazado que no admite errores porque las escapatorias son inexistentes o prácticamente nulas.
Los pilotos deberán dar 78 vueltas al circuito hasta completar los 260,520 kilómetros de recorrido total, o en su caso, la distancia más larga posible dentro de las 2 horas que tiene estipuladas la FIA como márgen temporal para todas las carreras del Mundial. Y es que debido a sus peculiaridades como trazado, Mónaco es uno de los lugares donde se da casi como seguro que haga acto de presencia el Safety Car para neutralizar la prueba ante un accidente, permitir que se limpie la pista o para ayudar a resolver cualquier otro imprevisto, circunstancias todas ellas que inciden inevitablemente en la duración del Gran Premio.
Sea como fuere, el espectáculo está asegurado. Aunque no hay previsión de lluvia y por tanto se espera que disfrutemos de un fin de semana soleado, Mónaco no deja de ser una ratonera envuelta en papel de regalo. Los adelantamientos sobre la pista son escasos y siempre arriesgados, razón por la cual la calificación del sábado es uno de los momentos más importantes de la carrera. Así las cosas, la corta zona habilitada para el uso del DRS (única al igual que ocurrirá en Suzuka y a diferencia del resto de circuitos, que gozan de dos este año) se postula como insuficiente porque sólo afecta a la recta de tribunas, aunque sin duda ayudará a alegrar la carrera sobre todo a la hora de sortear doblados.
Como en años anteriores, el punto de detección se sitúa pasada la piscina, unos metros después de la curva número 16, y el de activación, habiendo dejado atrás la número 19, giro que precisamente lleva el nombre del promotor de la prueba, Anthony Noghès.
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