Tu coche tiene ya unos años y, lamentablemente, comienza a revelar esa serie de ruidos, grillos y funcionamientos anómalos que se acumulan en la lista de defectos, favoreciendo que nuestro rostro se desencaje cada vez más, y más, y más… Uno de los ruidos más insufribles que de pronto aparece es el que surge al usar el elevalunas, momento en el que, al querer subir o bajar algunos de los cristales, éstos ofrecen un peculiar chirrido que se agrava con el paso del tiempo y la acumulación de horas de exposición ante diversos factores externos.
La aparición de este chirrido suele llevar consigo una disminución en la capacidad del elevalunas para realizar correctamente su trabajo, evidenciando que el mecanismo del elevalunas necesita realizar un esfuerzo extra para subir o bajar el cristal, especialmente lo primero. Ante esta situación, nuestro elevalunas cada vez suena más, tarda más en realizar el recorrido completo ya sea en subida o bajada y, en los peores casos; comienza a reflejar una seria posibilidad de que, en uno de sus usos, el cristal se quede bloqueado ante la incapacidad del sistema para vencer el rozamiento que ha ido surgiendo con el paso del tiempo.
¿Qué hace que el cristal chirríe de ese modo?
La aparición de defectos de este tipo en los sistemas elevalunas, lamentablemente, tienen pocas posibilidades de evitarse mediante un mantenimiento preventivo más allá de una lubricación mínima en según que partes. El sistema de alzado de lunas es de concepción muy sencilla, y todo es gobernado por un pequeño motor eléctrico capaz de invertir su polaridad para efectuar la maniobra de elevación o descenso según escojamos desde el mando. Los sistemas comunes emplean un guiado del cristal mediante un cable enfundado, existiendo también sistemas más simples que hacen uso de un armazón flexible.
La clave de la aparición del ruido pasa principalmente por las guías por donde discurre el cristal en su movimiento de ascenso y descenso, encontrando también culpables en las lengüetas de caucho que abrazan el cristal en diferentes ubicaciones para impedir la intromisión de polvo, agua y herramientas como ganzúas que brindan acceso a la cerradura del vehículo desde el exterior.
De este modo, la influencia de factores externos como el sol, el polvo, cambios súbitos de temperatura y humedad eliminan casi por completo las propiedades de lengüetas y guías, favoreciendo un exceso de rozamiento que conlleva a la aparición del temido ruido y a un posible sobresfuerzo del sistema que termina por quemar el motor eléctrico con el cual gobernamos el movimiento de los cristales.
En el caso de las guías de recorrido, la aplicación de una fina capa de lubricante específico sobre las guías después de haber eliminado rastros de polvo y humedad, puede erradicar todos los sobresfuerzos y ruidos. Sin embargo, en el caso de lengüetas como las que cubren el marco del cristal en puertas, la sustitución es la acción más recomendable una vez se observa que han perdido su flexibilidad y constitución original.