Las 24 Horas de Le Mans han cubierto ríos de tinta de bonitas historias, de épica, de superación y de victorias que siempre serán recordadas. En este caso, como en algún otro, Enzo Ferrari demostró muy a su pesar su capacidad para hacer “amigos” con una disputa con Henry Ford II. Allá por los años 60 el óvalo azul se había propuesto, con éxito, acabar con la hegemonía de los Ferrari. Y ni cortos ni perezosos pensaron que si el Shelby Cobra no era suficiente para luchar con los cavallinos, la mejor decisión sería ir directamente a adquirir la marca Ferrari.
Sea como fuere, no hubo acuerdo. Ford recibió varios proyectos, incluido el de Colin Chapman, pero ante la falta de acuerdo Lotus se desquitaría lanzando su propio “Ford GT40”, el Lotus Europa. Definitivamente Ford encargó el desarrollo de su Ferrari-killer a Eric Broadley, propietario y diseñador de Lola Cars, y un ex de Aston Martin, John Wyer. En unos meses Ford se establecía en Reino Unido para diseñar y construir un impresionante deportivo construido en fibra de vidrio, que se presentaría más tarde como Ford GT/101.
Sus primeras carreras en 1964, como suele pasar habitualmente en un proceso de desarrollo de esta envergadura, fueron bastante decepcionantes. Los problemas mecánicos propiciaron los abandonos de Nürburgring y de Le Mans y Ford decidió confiar el proyecto a Carroll Shelby. Dicen que el propio Carroll se escandalizó por el estado precario en que le llegaron los coches, sucios, averiados y abollados. Pero el nerviosismo y las prisas de Ford eran tales, que según terminaron la última carrera se empaquetaron sin más dilación y se enviaron a Shelby para solucionar el desaguisado.
Aunque los problemas persistieron, las primeras victorias empezaron a llegar. Ford había invertido demasiados millones en este proyecto como para echarse atrás y la experiencia de sus dos primeros años en las 24 Horas de Le Mans darían sus frutos. La tercera en 1966 fue la vencida. En la recta final de la carrera los tres Ford GT40 lideraban con autoridad una carrera que no se les podía escapar salvo incidentes en pista o problemas mecánicos. Sus más cercanos perseguidores, los Porsche, habían tirado la toalla para darles caza.
Tras seis victorias consecutivas por primera vez Ferrari tendría que lamentar una dolorosa derrota.
La decisión salomónica en la bandera a cuadros de Le Mans en 1966
Había que tomar una decisión inmediatamente. Los dos Ford GT40 del equipo Shelby estaban en cabeza con el tándem de Bruce McLaren (fundador de la escuadra McLaren) y Chris Amon, seguido muy de cerca por el coche de Ken Miles y Denny Hulme. Había tres opciones. La primera dejar que los pilotos luchasen en pista, arriesgando la victoria y la millonaria inversión de Ford en este proyecto. La segunda, órdenes de equipo y decidir qué piloto cruzaría el primero la bandera a cuadros.
Pero sin duda alguna la más espectacular sería la tercera opción que se planteó y la que definitivamente se llevó a cabo. Los dos Ford GT40 cruzarían al mismo tiempo la meta junto con el tercer Ford, que iba más retrasado y llevaba varias vueltas perdidas, para protagonizar uno de los finales más pintorescos y polémicos de la historia de las 24 Horas de Le Mans.
Pero aún con este bonito espectáculo que ensalzaba a Ford en lo más alto de Le Mans, había que decidir un campeón. Según la normativa de la organización del Automobile Club de l’Ouest, las posiciones geográficas del orden de salida serían tenidas en cuenta y el coche campeón sería aquel que hubiera recorrido una mayor distancia en 24 horas. El equipo de Bruce McLaren ganaría por haber salido 18 metros más atrás del pitlane.
Aquellos maravillosos años de los Ford GT 40 en Le Mans
Con el éxito de Le Mans 1966 en mente, Ford siguió trabajando en su deportivo de carreras con sucesivas iteraciones y un prototipo con un trabajo aerodinámico especial. En 1967 compartieron pista diez Ford GT40 de diferentes generaciones y una vez más, Ford se llevó el gato al agua con una victoria que obligó a la organización del ACO a imponer una normativa más estricta que limitase la velocidad punta de los contendientes. Aquel Ford GT40 superaba los 350 km/h.
El mayor damnificado por aquella decisión fue el cavallino rampante. Ferrari tenía deportivos de carreras muy competitivos y en 1967 en las 24 Horas de Daytona atacó al corazón de los estadounidenses protagonizando otra épica bandera a cuadros, similar a la de Ford en Le Mans 1966, con sus tres deportivos cruzando juntos la meta. Con la normativa en la mano el V12 del Ferrari 330P se quedaba fuera de Le Mans en 1968, mientras que algunos prototipos de hasta 5.0 litros recibieron la autorización, entre ellos los Lola y los Ford GT40. Agraviado y decepcionado, Enzo Ferrari decide boicotear la competición y abandonar todas las carreras en las que había participado hasta la fecha. Con esta situación, no es de extrañar que Ford protagonizase un nuevo paseo triunfal en las 24 Horas de Le Mans de 1968.
En 1969 se produciría la cuarta victoria del Ford GT40, pilotado por Jacky Ickx y Jackie Olivier. Pero en este caso el paseo triunfal se tornó en dura batalla con los Porsche, que habiendo adquirido mucha experiencia en los últimos años tenían la llave para acabar con el obsoleto Ford. Así las cosas, en 1970 se produciría un nuevo triplete pero, en este caso para los de Stuttgart, con los Porsche 917 a la cabeza dominando durante dos años.
Fotografías: Ford
Más información: Wikipedia
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