La colección MINI John Cooper Works agrupa las versiones más extremas de cada uno de los modelos de la marca. Con no menos de 211 CV en cualquiera de las carrocerías, las versiones JCW aportan un plus de deportividad y de exclusividad a la ya deportiva y exclusiva gama MINI.
En esta primera entrega os vamos a contar en detalle cómo va el MINI John Cooper Works Coupé. Con una cúpula modificada con respecto al modelo estándar, el Coupé es un biplaza estricto que pone sobre la mesa el máximo sabor a coche de carreras que se puede comprar en un concesionario MINI. Y menudo sabor.
Nos acercamos hasta Vigo para conocer de primera mano la gama MINI John Cooper Works, en uno de esos extraños eventos de concesionario audaz (Celtamotor) en el que lograron reunir a la familia JCW prácticamente al completo. Están presentes el Roadster, el Countryman, el Paceman, el Hatchback y el Coupé.
La prueba de gama está planteada para que cada probador conduzca un solo modelo, pero nosotros pudimos probar un par de ellos, tras la conveniente asociación con otro medio con el que intercambiaremos monturas a lo largo del recorrido. Con un JCW Coupé y un JCW Countryman, los dos polos opuestos de la gama, el día se presenta francamente interesante. Empezamos por el Coupé y dejamos el Countryman para una segunda entrega.
Diseño exterior e interior del MINI JCW Coupé
El Coupé es un MINI extraño. Al cambiarle el techo manteniendo el coche intacto de cintura para abajo, ha perdido sus proporciones características, convirtiéndose en un coche bastante diferenciado. Cabe suponer que es de eso de lo que se trata, de ser diferente, y el resultado es un coche más bajo, más deportivo y con un punto de agresividad añadida sobre la versión de cuatro plazas.
El precio a pagar en términos de practicidad es bastante alto, me temo, y nos tendrá que gustar mucho este formato para que la compra tenga algún sentido. Salvo la estética diferenciada, todo son inconvenientes de uso, en realidad.
El Coupé renuncia por completo a las plazas traseras, para empezar. No es que en la versión normal sean muy grandes, pero el caso es que están ahí y permiten viajar a un par de amigos no muy exigentes o a dos niños sin demasiados problemas. Si tenemos un Coupé esa posibilidad ya no existe, porque los asientos posteriores han sido suprimidos en beneficio de una caída más aerodinámica del techo.
Podríamos decir que el maletero también sale ganando, porque es 120 litros más grande que en el modelo del que deriva, pero ni siquiera esto es exacto porque abatiendo los asientos posteriores en un MINI convencional obtendremos un espacio bastante más grande y más utilizable, por la forma cúbica y la mayor altura al techo. Así pues el Coupé pierde espacio y funcionalidad en aras de la estética pura y dura, así de sencillo.
Una vez dentro, el cuadro es exactamente el mismo que el del hatchback y también rezuma diseño por cada uno de los poros del cuero y la alcántara que pueblan el habitáculo. Lo que no es igual es la sensación al volante, porque en este caso la mayor inclinación del parabrisas y la diferente forma del techo hacen al Coupé más deportivo, se percibe más bajo y más extremo, pero también algo menos amplio.
No llega a ser claustrofóbico, pero la sensación racing que se busca convierte al parabrisas en un pequeño rectángulo muy inclinado y la ventana trasera tampoco puede presumir precisamente de la luz que deja entrar.
Calidades y acabados del MINI JCW Coupé
Como ya hemos comentado, el cuadro completo está directamente trasplantado del MINI “normal” y la calidad de ejecución de los diferentes materiales y mandos es francamente alta. Sobre todo, tienen estilo y personalidad y consiguen un producto de feeling exclusivo en todo momento.
Dicho esto, lo cierto es que no todo está a la altura de esa exclusividad ni tampoco del elevado precio de este producto en concreto. El problema es sonoro y no precisamente pequeño: el Coupé cuenta con una pequeña orquesta de ruidos de acabado al circular sobre pavimento irregular, y existen diversos indicadores de ahorro de costes en este sentido que no encajan en un producto de este nivel. Incluso el techo rígido parece un añadido de último minuto sobre la carrocería del Roadster.
Sin ir más lejos, el sonido de la puerta al cerrarse, un clásico indicador de calidad donde los haya, es tan pobre que la puerta parece un pedazo de plástico de irregular ajuste. El “clanck” del cierre es de lo peor que ha pasado por mis manos, y va seguido de una pequeña pero visible vibración que emite su propio ruido. Incluso al abrir la puerta parece como suelta y tiene un sonido que recuerda un coche de juguete más que un coupé de 33.400€.
Podemos llegar a aceptar que, en un planteamiento “racing sin concesiones”, sería el ahorro de peso el responsable de este tacto hueco de las puertas y otros desajustes de la bandeja posterior y ventanillas. Sin embargo, incluso desde ese punto de vista, parece que no acabo de ver a un cliente de esta marca asumiendo la contrapartida en ruidos que implica, menos aún cuando el Coupé pesa algunos kilos más que el Hatchback, que pudimos probar también hace muy poco y nos dio una sensación de calidad bastante superior en sus ajustes, además de costar 1.700€ menos.
Motor, motor, motor
Llegamos momento más interesante en un deportivo de pura raza como este, y no es otro que el de encender el motor y ponerse a rodar con él.
Empezando por el propulsor, esta versión Coupé lleva un bloque de 1,6 litros turbo gasolina, potenciado hasta los 211CV. Teniendo en cuenta que la masa total se queda en unos 1.200 kg, ya de entrada no cabe duda de que estamos ante una pequeña bomba, lista para detonar a la mínima insinuación del pie derecho.
El sonido es muy suave al ralentí, y nos recuerda que estamos ante un coche perfectamente utilizable en el día a día. A partir de ahí, el motor va adoptando diferentes personalidades a medida que subimos por la escalera del cuentavueltas, que podríamos dividir en tres tramos diferenciados.
A bajo régimen, por debajo de las 2.500 vueltas, el motor se muestra suave y bastante silencioso, ocultando sus cartas hasta el punto de que te hace dudar de la potencia verdaderamente disponible. Resulta adecuado para una conducción tranquila y te lo pone fácil a la hora de ir por ciudad… casi se echan en falta un poco más de ganas, diría yo.
Es a partir de unas 2.500 revoluciones cuando empieza a despertar la bestia que lleva dentro. En ese momento, el turbocompresor hace acto de presencia y comienza a desplegar gradualmente su capacidad de soplado. No hay violencia, pero sí un empuje creciente a ritmo creciente que ya a unas 3.000 vueltas comienza a catapultarnos de verdad hacia delante.
El sonido, por su parte, acompaña perfectamente esa sensación de respuesta mecánica incremental y nos ofrece un rugido profundo que no llega a aturdir y nos invita a explorar lo que hay todavía más allá, en el tramo de agudos. Y no decepciona.
Una vez cruzada la barrera de las 4.000 vueltas, donde un motor “convencional” estiraría pidiendo la siguiente marcha, el JCW te suplica que no cambies, y lo hace por dos vías simultáneas: el empuje, que para entonces ya ha transformado al Coupé en un verdadero misil tierra-tierra, y el sonido, agudo, afinado, intenso, pero que no cansa ni molesta sino que se limita a pedir más y más guerra.
Hasta las casi 7.000 vueltas empuja como si no hubiese un mañana, resultando altamente adictivo.
Comportamiento del MINI JCW Coupé
Terminado el apartado motriz, nos queda por analizar la respuesta del chasis en tramos de alta exigencia, donde tuvimos ocasión de probarlo a fondo.
Supongo que la característica principal del MINI es que se comporta como un MINI, con ese feeling de kart tan de la casa. El volante, algo grande, ofrece una resistencia elevada en comparación con lo que se estila hoy en día, y esa resistencia es un componente esencial del notable feedback que aporta la dirección, sin llegar a hacerla incómoda en absoluto.
En todo momento sabemos cuánta adherencia queda (mucha, mucha) y podemos disfrutar del comportamiento de un bastidor perfectamente afinado para mantener el control del coche y entregarnos a la pura diversión de conducir.
La palanca de cambios, con un pomo peculiar en forma de bola cortada, resulta magnífica por sus recorridos y por su tacto mecánico amortiguado. Las marchas se suceden deliciosamente con movimientos precisos y breves, contribuyendo mucho al disfrute de cada tramo.
Por supuesto, la suspensión es muy firme y el coche no balancea ni a tiros, pero es precisamente esa firmeza la que nos aporta seguridad y sensación de control total. Esa dureza se traduce también en que el coche, para bien y para mal, lee el asfalto allá por donde va, resultando algo áspero para un uso más sosegado. Aún así, yo diría que no es extremadamente incómodo, sólo algo seco, y tengo la sensación de que se podría vivir con él a largo plazo sin demasiados traumas.
A partir de esa suspensión firme, la capacidad de tracción es muy buena teniendo en cuenta el brioso caballaje que ha de trasladar al asfalto a través del tren delantero. La trayectoria se define una vez, a través de una dirección muy directa, y la trasera nos ayuda a redondear las curvas formando un conjunto delicioso.
En definitiva, pocos coches nos harán disfrutar tanto al volante, con semejante facilidad de pilotaje y nivel de control. Va de cine.
Conclusiones
Las sensaciones que nos ha transmitido el MINI JCW Coupé se pueden resumir en unas pocas cualidades importantes, o eso vamos a intentar.
Para empezar es una versión exclusiva con una carrocería exclusiva derivada de un modelo exclusivo dentro de una marca exclusiva. Con 11 colores posibles de carrocería, a combinar con ocho para el techo, 16 posibles tapicerías para asientos, y 18 combinaciones de revestimientos para el salpicadero, la idea es que no deberíamos encontrarnos con otro idéntico en el aparcamiento del Carrefour. Jamás.
Con respecto a las calidades, aunque el diseño y materiales son tan buenos o mejores que en cualquier otro MINI, la verdad es que la versión Coupé parece haberse quedado con todos los ruidos y desajustes de la gama, lo que resulta desconcertante en un coche de este precio.
En cuanto a motor y bastidor, sencillamente va de lujo. Asumiendo que se trata de un coche bastante extremo en su planteamiento deportivo y que no puede ser especialmente cómodo, no se me ocurre una sola pega que ponerle a motor, cambio, dirección y suspensiones. Brillante.
Finalmente, toda esa exclusividad se traduce en una serie de inconvenientes prácticos con respecto a la versión normal, que va igualmente bien en carretera y es bastante más práctica y algo más barata. A mi juicio, la exclusividad del Coupé no compensa demasiado, y deja a esta carrocería un poco fuera de juego con respecto a su hermano de 4 plazas desde un punto de vista racional.
Un momento… ¿¿he dicho racional?? …en fin, espero que los lectores sepan disculparme.
En Diariomotor: ¿Con qué Mini John Cooper Works biplaza te quedarías: Coupé, Roadster o GP? | El MINI Coupé