Vamos a dar un repaso bien a fondo al MINI John Cooper Works Countryman que tuvimos ocasión de conducir en una prueba breve pero intensa, junto con un Coupé de la misma colección JCW. Tras probar el más extremo por el lado deportivo, probamos ahora el polo opuesto en el lado familiar y “sensato” de esta exclusiva gama de vehículos.
La toma de contacto tuvo lugar en los alrededores de Vigo, la práctica totalidad en carretera de montaña, coincidiendo por momentos con carreteras que sirven de tramos en el Rally Rías Baixas, donde pudimos exprimir todo su potencial y que os relato a continuación. En esta versión JCW, el Countryman se desmelena.
Diseño exterior e interior del MINI Countryman JCW
Si el Countryman es un MINI tratado con hormona del crecimiento, la versión JCW se ha llevado también una buena dosis de anabolizantes.
Desde un punto de vista de diseño, yo diría que el Countryman JCW tiene ciertos problemas de identidad. Se supone que es un coche familiar pero la suspensión rebajada, los aditivos aerodinámicos, las llantas exclusivas de perfil bajo y la doble franja roja que firma el coche desde el capó hasta el maletero lo convierten en un vehículo muy difícil de encasillar.
De hecho es un utiltario deportivo (MINI Hatchback) convertido en SUV (MINI Countryman) y reconvertido a familiar deportivo radical por obra y gracia del sello John Cooper Works. Supongo que la pregunta que hay que hacerse es si el resultado nos gusta o no y, probablemente, lo más sensato sea olvidar cómo hemos llegado hasta aquí.
Desde mi punto de vista, la magia del MINI está en sus proporciones, no sólo en sus rasgos. En el Countryman se han mantenido los rasgos, pero trasladados a un coche que nada tiene que ver ya con la estética “de juguete” del coche en el que se inspira. A mis ojos, se trata de un experimento genético que desnaturaliza bastante la idea de la que parte mientras intenta permanecer fiel al aspecto general al que parece obligarle la marca. El resultado, depende del gusto de cada cual y para eso están las fotos.
Una vez en el interior, el ya clásico salpicadero MINI ha sido trasladado con gran fidelidad a este coche mucho más grande, dando lugar a un ambiente que se hace difícil de distinguir de sus hermanos pequeños. El espacio extra ha servido para recolocar algunas cosillas, y también para añadir detalles como un portagafas y un portateléfonos en la consola central. Casualmente, en este último encaja perfectamente un iPhone.
Por lo demás, todo está allí, desde el enorme velocímetro central, que ahora incluye una gran pantalla multifunción en el medio, hasta las palanquitas estilo aeronáutico. Nada es verdaderamente ergonómico, ni parece que la practicidad haya guiado los pasos de los diseñadores a la hora de concebirlo, pero rebosa tanto estilo y originalidad que no puedo evitar que me guste. Es diferente a todo e igual a sí mismo.
Los acabados JCW están presentes por doquier, con tapizados específicos, cosido del volante en rojo y alguna plaquita recordatoria de la versión que tenemos entre manos (volante, marco de las puertas…) y que le da un toque claramente especial.
El Countryman JCW se sitúa en los 37.800€ de precio tarifa, un dato importante para situarlo frente a posibles rivales y ubicado a una altitud que nos da muchas y tentadoras alternativas, tal vez el peor problema al que se va a enfrentar este coche. Dicho esto, al contrario de lo que nos sucedió con la versión Coupé, el Countryman sí parece sólidamente construido por sus cuatro costados. El sonido de las puertas, totalmente ahogado, es coherente con el precio del coche, mientras que los ruidos de acabado brillan por su ausencia.
En el lado negativo, no me han gustado especialmente los asientos. La razón no es estética, sino práctica, básicamente porque las fuerzas centrífugas que se pueden experimentar (y se experimentarán, creedme) a bordo de este coche piden a gritos una sujeción lateral sustancialmente mayor. Teniendo unos asientos como los que disfrutan sus hermanos pequeños el coche ganaría mucho y redondearía el feeling deportivo ya presente por doquier.
Motor y comportamiento del MINI JCW Countryman
La versión Countryman equipa un bloque idéntico al de sus hermanos, pero en este caso los ingenieros han decidido exprimir hasta 218 CV y un máximo de 300 Nm del mismo grupo motriz, en lugar de los 211 CV y 280 Nm disponibles en las carrocerías pequeñas.
Por supuesto, la potencia absoluta no es lo más importante y, de hecho, incremento muscular queda eclipsado por el aumento de peso. Como resultado, la sensación prestacional es inferior, aunque no está muy alejada de la del Coupé que probamos simultáneamente. Este coche también es una bala, aunque de mayor calibre.
En el Countryman, siendo como es un coche prestacional, todo parece levemente atenuado en comparación con el Coupé: el sonido está mejor aislado, el drama del motor es levemente menor, y las inercias algo mayores se aprecian en aceleración, frenada y curva (sería imposible que no fuese así) sin llegar a estropear en absoluto el producto.
El coche va francamente bien dentro de su traje familiar, e inspira confianza desde el primer instante. La sensación de kart se mantiene, y la trazada de las curvas es muy, muy precisa, aunque el cambio de perspectiva para el conductor juega un papel importante. La suspensión, muy firme, se encarga de mantener el control de las inercias en todo momento y parece mentira hasta qué punto nos hace olvidar que vamos en un coche relativamente alto. Ni por un instante tenemos sensación de inestabilidad derivada de la altura total; al contrario.
El chasis invita a correr, especialmente en curvas enlazadas donde circula sobre raíles y es imposible descolocarlo o buscarle un mal modo a la trasera. Por cierto, la caída de las ruedas en el tren trasero es muy acusada, hasta el punto de que se ve cómo van claramente tumbadas hacia dentro. El resultado en comportamiento es espectacular, pero no quiero ni pensar cómo gastará esas gomas.
El cambio, por su parte, es tan bueno como el mejor de la gama, lo que es decir mucho.
El motor, por su parte, hace gala de la misma brillantez que ya demostró en el Coupé, aunque ahora tenga que pelearse con bastantes más kilos. La potencia es algo justa en bajos, pero a partir de esas mágicas 2.500 vueltas empieza a empujar con contundencia, hasta llegar al tramo de las 4.000 – 6.500 rmp en el que las puertas del infierno se abren ya de par en par.
Por último, la tracción integral permanente se encarga de convertir en avance todos y cada uno de esos Newtons-metro de par, permitiendo al Countryman salir como un cohete de cada curva en una ansiosa búsqueda de la siguiente.
Zumba, vaya que si zumba.
Conclusiones
Como decíamos al principio, el MINI Countryman es un vehículo difícil de encasillar. Por formato sería un SUV muy compacto, por prestaciones sería un deportivo y por espacio interior se podría comparar a un Golf. Todo ello lo convierte en un modelo extraño y exclusivo, muy especialmente en la versión JCW.
En lo tocante a prestaciones y comportamiento, sin duda el punto fuerte del coche, la verdad es que me ha sorprendido por su seguridad y aplomo a prueba de bomba y he de reconocer que nunca había ido tan rápido en un coche tan alto. Corre mucho, corre bien y además suena a música.
Finalmente, con cinco puertas, cinco plazas razonables y un interior con calidad y estilo propio, parece que estamos ante un modelo que podría tener incluso sentido como medio de transporte. Me refiero a que no me importaría utilizar este coche como vehículo familiar, sabiendo que llevo una bomba bajo el capó para realizar adelantamientos fulgurantes en un palmo de terreno y una auténtica máquina de enlazar curvas a ritmo endiablado.
Prestaciones para aburrir, en formato 5 puertas.
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