Los muscle car nacieron a mediados de los años 60 del pasado siglo, y su estirpe ha llegado hasta nuestros días. Quizá su momento álgido de autenticidad, locura y desacato se encuentre entre los años 1969 y 1971. Años de desenfreno en que coupés de calle llegaron a montar motores con cerca de 500 caballos reales – frente a los 360 o 375 CV declarados – a un precio irrisorio, en consonancia con el de la gasolina. Prestaciones puras, sin adulterar y con gigantescas dosis de incorrección política. Todo empezó a ir cuesta abajo en 1972.
En primer lugar, la EPA estadounidense estableció duras reglas anticontaminación dicho año y en 1973 la crisis del petróleo acabó al completo con el concepto de muscle car clásico. Ello no implicó que la saga Camaro o la saga Mustang continuase hasta nuestros días gozando hoy por hoy de una salud envidiable. No obstante, los 70 y los años 80 fueron una época oscura para el muscle car. Hubo algunas máquinas brillantes, pero se dieron casos esperpénticos y humillantes en pos de un consumo contenido o bajas emisiones contaminantes.
Hoy en día la potencia vuelve a ser barata y abundante, hablo de coches como el Ford Mustang GT 5.0 V8, con sus 412 CV de potencia y un precio que no llega a los 31.000$ en Estados Unidos. Con todo, se ha recorrido un largo camino, con casos donde el precio a pagar ha sido demasiado alto. En este artículo haremos un repaso a los muscle cars más vergonzosos de la historia, aquellos que a punto estuvieron de arruinar dinastías automovilística de gran solera y brillante historial, como diría el himno de cierto equipo de fútbol… ¿Nos acompañas?
La generación maldita: Ford Mustang II (1974-1978)
Al igual que en la historia mundial, en la historia automovilística hay generaciones perdidas, que han manchado el legado de sus antecesores y a punto han estado de terminar con sagas gloriosas. En el mundo del automóvil una de las generaciones malditas ha sido sin duda alguna los Ford Mustang II. Comercializados entre 1974 y 1978, apenas cuatro años fueron suficientes para hundir la reputación del Mustang. Al igual que muchos de los vehículos que aparecerán en esta lista, fueron consecuencia de la crisis del petróleo y nuevas normativas de emisiones.
El precio del petróleo se triplicó en apenas meses, coincidiendo con estrictas normativas estadounidenses anticontaminación. Lejos quedaban los años de la potencia sin límite, o ese olor a hidrocarburos sin quemar que inundaba el habitáculo de muscle cars como el Ford Mustang Boss 429. El Ford Mustang II compartía plataforma con el Ford Pinto, la idea americana de vehículo compacto por aquél entonces. Con apenas 4,4 metros de longitud, era un pony car ligero, pero su motor de acceso era un “poquipotente” 2.3 de cuatro cilindros… y 89 CV.
Con todo, el pequeño motor estaba orientado a la eficiencia y lograba un consumo políticamente correcto de 6,9 l/100 km en ciclo extraurbano, algo excelente para los estándares de la época. El Mustang II no fue un mal coche en términos de calidad, dinámica o ventas – se superaron las 400.000 unidades anuales en 1974 – pero las comparaciones con el primer Ford Mustang eran odiosas. El motor 2.8 V6 apenas superaba los 106 CV de potencia, y el chasis del Mustang II nunca se pensó para albergar motores de 8 cilindros… pero el mercado los demandaba.
Con el vano motor rediseñado, desde 1975 se podía montar opcionalmente un 4.9 V8 con la fiolera de 140 CV… cifras que hoy en día es capaz de entregar un simple 1.4 turbo. La guinda a esta amargo pastel la pusieron las versiones Cobra II y King Cobra, en un intento de rememorar éxitos pretéritos. No sólo eran sus prestaciones flojas, sino que su aspecto era una copia del “macarra” Pontiac TransAm, entonces un verdadero muscle car. Un enorme vinilo de capó y deportivas franjas laterales adornaban este “quiero y no puedo” inframotorizado.
El bueno, el feo y el lento: Chevrolet Camaro Iron Duke (1982-1984)
Los Chevrolet Camaro sobrevivieron bastante bien a los años 70, aunque también acusaron de manera notable la crisis del petróleo. Con todo, fueron coches reputados que hoy en día son buscados ávidamente por muchos coleccionistas. Todo el mundo pensaba que lo peor había pasado cuando Chevrolet lanzó la tercera generación del Camaro en el año 1982. Con un auténtico aspecto “ochentero”, el mítico pony car se modernizaba acompañado de una completa gama de motores… entre los que había una manzana podrida, muy podrida.
General Motors lanzó el motor Iron Duke a finales de los 70, y funcionó bien hasta primeros de los noventa. Fiable, robusto y de bajo consumo, el 2.5 de cuatro cilindros era ruidoso y entregaba sólamente 90 CV de potencia. Un motor adecuado para los vehículos compactos de la época… pero no para un Camaro. Entre 1982 y 1984 miles y miles de Camaro tuvieron la desgracia de vivir con un Iron Duke bajo su capó. Su nombre es irónico, bajo la apariencia metalera y agresiva de Iron Duke se escondía el Camaro más lento de la historia.
El Camaro de tercera generación no era especialmente ligero y para más inri, el Iron Duke estaba lastrado por una prehistórica caja de cambios automática de tres velocidades. Incluso para principios de los 80 era una unidad desfasada ya que prácticamente todos los vehículos montaban automáticas de cuatro relaciones. La combinación de motor y caja de cambios era terrorífica: el 0 a 96 km/h se cifraba en unos 20 segundos, registros que batían las furgonetas de reparto y autobuses escolares. Los piques contra cualquier Mustang eran causas perdidas.
Mucho ruido y pocas nueces: Chevrolet Corvette C3 California
En el año 1980 el Corvette C3 llevaba ya 13 años en el mercado. Lanzado en 1967, fue uno de los hitos del diseño americano y su atractivo era innegable. A principios de los 70 – en plena era muscle car – el Corvette C3 montaba motores de más de 350 CV sin despeinarse y el Corvette ZL1 – del que sólo se produjeron 3 unidades – llegó a montar un big block V8 con la friolera de 460 CV… declarados. El deportivo americano por excelencia no se libró de los 70, los motores de baja compresión, la obligación de montar catalizadores y potencias descafeinadas.
Ya a principios de los años 70 Chevrolet comenzó a restringir la comercialización de ciertas versiones de sus automóviles al estado de California. El estado suroccidental de EE.UU. continuó aplicando durante los 70 normativas anticontaminación más y más restrictivas, algo que movió a Chevrolet a lanzar en 1980 una versión especial del ya vetusto C3, llamado Corvette California. Los constantes lavados de cara ya no hacían bien al Corvette C3 en los ochenta, y uno de los motores V8 más descafeinados de la historia de la saga tampoco le hizo bien.
En lugar del bloque 5.7 V8 350 de 190 CV que se montaba para el resto de estados, el Corvette California iba acoplado a un nuevo 5.0 V8 LG4 con menor compresión, control electrónico de encendido y carburación “Computer Command Control” y sólo 180 CV de potencia. Por algún motivo que sigo sin comprender, los motores menos potentes siempre se asociaban a antediluvianas cajas automáticas, como la de tres relaciones del Corvette California. Puede que su potencia no fuese muy inferior a la del 5.7, pero sí lo era su par motor y su aceleración.
Afrenta al muscle car original: 1974 Pontiac GTO
Hay un consenso entre la mayor parte de aficionados e historiadores del muscle car, coronando el Pontiac GTO del año 1964 como el primer muscle car de la historia. Un enorme coupé full-size (5,24 metros), con un paquete prestacional de altos vuelos en el que era la estrella un 6.5 V8 de 325 CV. Año tras año, el Pontiac GTO fue el muscle car más bruto, más radical y más “masculino”. Uno de sus hitos fue el espectacular 1969 Pontiac GTO “The Judge”, con su impresionante pintura naranja, aligerado y un 6.6 V8 con 366 CV de potencia.
No podemos olvidarnos tampoco de los Pontiac GTO con motores big block 7.5 V8, posiblemente los motores con más cilindrada jamás equipados en la era muscle car. He tenido el honor de poder experimentar los vaivenes del 455 bi-block en un GTO de 1970 y es una experiencia completamente inolvidable. Máquinas grandes, pesadas, ruidosas y rudas, pero con bombas atómicas por propulsores. En uno de los movimientos más inexplicables de General Motors, y para salvaguardar a su Trans Am, el Pontiac GTO de 1974 se mintió a sí mismo.
En lugar de ser un rabioso muscle car, pasó a ser un Chevrolet Nova con un lavado de cara. El Nova no era un mal coche, un pequeño coupé de tracción trasera y aspecto agradable, pero nunca a la altura del padre de los muscle car. Su único motor disponible fue un 5.7 V8 con 200 CV, asociado a una caja manual Hurst de tres velocidades. No era lento – hacía el 0 a 96 km/h en 7,7 segundos – ni de mala dinámica, pero no era lo que el público esperaba de un GTO. Se vendieron 7.058 unidades en 1974, y en el mismo año se dejó de fabricar hasta 30 años después.
El Dodge Charger Daytona que olvidó sus orígenes
En 1969 Dodge quiso coronarse como campeona de la NASCAR, y en lugar de la aproximación habitual, se decidieron a producir un coche aerodinámico basado en el Dodge Charger 500 de serie. Así nació el primer coche americano diseñado con análisis computerizado de fluidos en el túnel de viento, cuya versión de competición fue acompañada del Plymouth Roadrunner y arrasó en la temporada 1970. 500 ejemplares fueron construidos debido a las necesidades de homologación, y así nacía el peculiar Dodge Charger Daytona, cuya producción se limitó a sólo el Model Year 1970.
Con un gigantesco alerón trasero, un frontal aerodinámico y colores vistosos, el Charger Daytona atrapaba las miradas allá donde iba, e incluso hoy en día se pagan más de 300.000$ por unidades en buen estado. Podía montar dos motores V8 de altos vuelos, un 7.2 V8 HEMI 442 Magnum con 380 CV o un exclusivo 7.0 V8 426 “Elephant” con 430 CV, que sólo 70 de los 500 Daytona montaron. Como puede verse aquí, era un deportivo radical, una máquina salida directamente de la NASCAR a las calles, una máquina que fue horriblemente profanada entre 1976 y 1977.
Basado en el Chrysler Cordoba, el Dodge Charger Daytona sólo fue un pack de apariencia para las versiones más potentes del Charger entre los años 1976 y 1977. El Charger ya no era un muscle car, sino un enorme coupé enfocado al confort y a un tranquilo paseo por la autopista. Poco más que unos gráficos de carrocería recibieron el mismo nombre que uno de los mejores Charger jamás creados en la anterior década. El Charger Daytona de los 70 era lento, pesado y en general, indigno de su apodo.
Así es como llegamos al final de este post, si queréis compartir con nosotros alguna historia adicional de terror automovilístico sólo tenéis que escribir en los comentarios.
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