La mujer-florero sigue viva en 2013, aunque parezca increíble.
Un salón del automóvil es un lugar donde las diferentes marcas exponen sus últimas creaciones al mundo, donde se ofrecen entrevistas, presentaciones y se publican datos y planes de futuro. La presencia física de los automóviles es la esencia del evento y la asistencia de responsables técnicos, jefes de prensa y directores de las áreas más importantes (hombres y mujeres) aporta valor por la información que conocen y comparten.
A partir de aquí, la presencia de una chica (supuestamente atractiva) delante de casi cada coche no sólo no aporta nada, sino que la pone en ridículo, en un rol de objeto decorativo que rivaliza con la moqueta y el decorado. De hecho obstaculiza la labor de los reporteros a quienes debería interesarles captar la imagen del coche entero, y no con una mujer-objeto en medio. Una pena, y un reflejo de la sociedad en que vivimos.
Parece mentira, pero en una industria tan vanguardista en el área tecnológica, seguimos anclados en situaciones vergonzantes, salón tras salón y año tras año.
Supongo que la idea será estimular las hormonas de un público mayoritariamente masculino o, de alguna manera, asociar el vehículo a un estereotipo de belleza universal. O ambas cosas a la vez. Supongo también que debe de funcionar en algún sentido, porque la figura no acaba de desaparecer.
Lo que no entiendo es cómo nadie hace la reflexión acerca de cuánto suma esa presencia femenina y cuánto resta a la imagen de la marca. A mí no me dan las cuentas. Salvo que sea ingeniera de producto, responsable de marketing o portadora de información relevante, la chica sobra. Y aún en ese caso, que salga de la foto, si es tan amable.
Así podremos ver el coche, y mantener el respeto hacia la persona que hay dentro del vestido.