Amantes del cine y amantes de la competición, este fin de semana os proponemos un plan inmejorable. Se estrena Rush, una película que sin lugar a dudas ya ha entrado en nuestra lista de imprescindibles, la apasionante historia de dos leyendas y de una temporada épica para la Fórmula 1. James Hunt contra Niki Lauda, el verdadero combate del siglo, los Ali y Frazier del automovilismo.
Alguno se había echado a temblar cuando se conoció que Hollywood llevaría a la gran pantalla la historia de aquella temporada de 1976. A la dirección Ron Howard y subyacente el temor de que la industria del cine no supiese apasionar a aquellos que lo vivieron en primera persona y a los que no perdonarían el mínimo error de ambientación o alguna infamia histórica, aficionados y fieles seguidores de la Fórmula 1 durante décadas. No estamos hablando de adaptar el Código da Vinci, sino de una historia épica, de carreras y velocidad. Probablemente así será como a partir de ahora recuerde el gran público general la historia de aquella temporada y la vida de dos leyendas, James Hunt y Niki Lauda.
Ayer mismo, el jurado se encerraba para dar su veredicto. Goodyear y su improvisado product placement involuntario – por la ambientación histórica de aquellas carreras – convocaba a un nutrido grupo de periodistas del motor, responsables de comunicación de la mayoría de las marcas de automóviles en nuestro país, un público ilustrado en historia de la Fórmula 1, pero también muchos invitados que probablemente jamás vieron correr a Hunt ni a Lauda y que desconocían por completo aquellas historias.
Rush tenía que satisfacer a todos y las fórmulas de Hollywood para lograrlo ya las conocemos. A priori podría parecer que la película habría caído en muchos clichés, las adicciones de Hunt, sus aventuras sexuales con el protagonismo de Olivia Wilde, los insultos proferidos a Lauda o la gravedad de las heridas que sufrió el austriaco en Nürburgring. Pero no es menos cierto que probablemente la realidad fuera aún más brutal, que de los excesos de James Hunt se podrían escribir varios libros y que aquellos testigos de la reaparición en Italia de Lauda se sentirían tremendamente aterrorizados al ver el aspecto del austriaco y su afán por volver a correr, Niki lo ha reconocido en más de una ocasión.
Ahora bien, sería difícil encontrar un relato más fiel de aquella leyenda perpetuada por los protagonistas, la misma que podemos contemplar en muchos documentales y entrevistas a Niki Lauda. Mención aparte a la excelente ambientación, para la cual se utilizaron monoplazas reales y algunas réplicas muy trabajadas, razón por la cual tal vez peque de falta de sensaciones y velocidad. La indiscutible calidad gráfica y hasta el tono sombrío y oscuro del aguacero de Nürburgring y el monzón del Monte Fuji y la sobrexposición del sol y la samba de Brasil. Incluso la breve aparición del circuito del Jarama, en cuyo gran premio Hunt fue descalificado (aunque dos meses después recibió sus puntos) y la anécdota de los guardias civiles con sus correspondientes tricornios.
Hasta la abnegación de los actores por verse inmersos en el papel, con Daniel Brühl aprendiendo a conducir en la vida real un Fórmula 3 y aprendiendo el acento austriaco-alemán en Viena. Conviviendo con el propio Niki Lauda para meterse durante apenas un par de horas en su cicatrizada piel. Chris Hemsworth también tuvo su particular viacrucis dejando atrás el personaje de Thor y perdiendo musculatura para dar realismo a Hunt the Shunt.
Parece que esta vez sí llovió a gusto de todos y no como en aquellas temerarias carreras de 1976. Que en general Rush supo cautivar a todos por igual y las críticas dan fe de esta afirmación. No creo que Rush sea esa película que veremos cuando nos pongamos nostálgicos y tontorrones, como sí haríamos con Senna, pero nadie podrá negarme que probablemente estemos ante una película de culto, con la gran responsabilidad de “re-escribir” la historia y de contarle al mundo lo que sucedió en 1976.
Rush será como lo recordaremos a partir de ahora.
Fotografías: Rush
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