Los años 50, en términos automovilísticos, fueron una época centrada en el diseño. Se olvidaron las formas y se tomó inspiración de la carrera espacial o la tecnología nuclear, dando pie a máquinas de lo más peculiares e interesantes, especialmente con perspectiva histórica. Los años 50 también fueron una época dorada para los carroceros italianos, cuya popularidad aumentó como la espuma en cuando los “Detroit Three” les empezaron a encargar proyectos especiales, unidades únicas y la dirección de diseño de sus prototipos.
A principios de los años 50 Chrysler comenzó una fructífera relación con Ghia. Ford no se quiso quedar atrás, y es por ello que encargó a Italia una de sus primeras aventuras en el mundo de los carrozados: el 1955 Lincoln Indianapolis Boano Coupe. Fue un encargo personal de Henry Ford II al Boano Carrozzeria Torino, que si recordamos, fue el mismo estudio encargado de producir el Alfa Romeo “Disco Volante” de Juan Domingo Perón. La base fue un chasis Lincoln (número 58WA10902), y la inspiración, el mundo aeronáutico.
Un diseño inspirado en la aeronáutica para un coupé rutero
El artesano italiano empleó técnicas tradicionales de construcción, como rellenos de plomo para limar las imperfecciones de la carrocería. La calidad de construcción de esta unidad única no fue ni mucho menos perfecta. Se comenta que uno de los lados del paragolpes delantero es una pulgada más larga que el otro, que el techo no está recto y que los huecos entre paneles de la carrocería son demasiado grandes. Con todo, es parte del encanto de los vehículos de la época, ya que lo único que importaba era su espectacularidad.
Y de espectacularidad era una máquina más que sobrada. No hay más que ver el estilizado frontal con ópticas verticales, o los escapes laterales gemelos, ubicados en las aletas delanteras. Carente de calandra, el grupo delantero muestro orgulloso una bandera a cuadros: recordemos que el nombre de este coche es Lincoln Indianapolis. La superficie acristalada es pequeña, evidenciando su carácter biplaza. La zaga parece derivada de un reactor, con prominentes pilotos traseros de extravagante actitud.
El interior replica la tonalidad naranja de su exterior. Es una de las primeras veces que veo en un deportivo así instrumentación escamoteable. Una tapa en el salpicadero revela un completo set de relojes con toda la información que el conductor podría desear. Por lo demás, es un interior muy sencillo, podríamos decir que incluso es minimalista. Bajo el capó Lincoln empleó un motor V8 de 5,6 litros, con una potencia final de unos 225 CV, acoplado a una caja de cambios automática y tracción trasera.
Henry Ford II lo condujo en el marco del Salón de Turín de 1955, para después regalárselo a Errol Flynn, actor – y playboy – de la época. Tras varios cambios de manos, el coche debutó en el Concours d’Elegance de Pebble Beach en 2001, tras haber sido restaurado durante dos años. En 2006 fue subastado en Pebble Beach por una suma final de 1.375.000$ y en noviembre será de nuevo subastado por RM Auctions, esperándose un montante final cercano a los 2,5 millones de dólares.
Fuente: Hemmings
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