La historia de Le Mans está marcada por los accidentes y la muerte, representada sobre todo en el desastre de 1955. La vida de Rudolf Caracciola estuvo también marcada por terribles accidentes, como el de 1932 que le dejó una aparatosa cojera. Caracciola, tres veces campeón de Europa y ganador de 100 carreras, corrió sólo una vez en Le Mans, y no terminó. Sin embargo ese encuentro entre el campeón y la carrera francesa pudo haberse producido en 1952 con un coche mítico como testigo, el Mercedes 300 SL. Esta es la historia de un gran piloto, de un deportivo de leyenda y de la macabra danza que los corredores de aquella época tomaban con la muerte.
“Caratsch”, el zorro cojo
Tres veces Campeón de Europa (lo que es como decir del Mundo antes de 1950), dos subcampeonatos y dos terceras plazas, ganador de la primera carrera celebrada en Nürburgring (1927) y primer alemán en ganar las Mille Miglia (1931). Rudolf Caracciola es posiblemente, junto con el “ceñudo e indestructible” Nuvolari, el mejor piloto de la era anterior a la Fórmula 1. Quizá suene exagerado, habiendo existido los Ascari, Rosemeyer, Seaman o Varzi pero, además de por su enorme habilidad en carreras con lluvia, “Caratsch”, logró algo en lo que los otros fallaron: no morir aplastado en un accidente.
Sin embargo su vida estuvo marcada por terribles accidentes en competición de los que, contra la norma en la época, salió vivo. En 1932, en los entrenamientos del Gran Premio de Mónaco tuvo un accidente a bordo de un Alfa Romeo de la escudería que compartía con el francés Chirón.
El accidente le destrozó la pierna derecha, que tras una larga y penosa recuperación quedó más corta y le causó una cojera permanente. Cuando estaba casi recuperado la muerte volvió a golpearlo: su esposa murió en un accidente de esquí y “Caratsch” estuvo a punto de no volver a las carreras. Pero tras un homenaje en Mónaco, retornó en 1934 logrando un segundo puesto en el Gran Premio de España en Lasarte. Al año siguiente ganó el campeonato.
Que la vida de Caracciola estuvo rodeada por el triunfo y la muerte a partes iguales lo demuestra lo que sucedió la mañana del 28 de enero de 1938. Mercedes quería batir el récord de velocidad que detentaba Rosemeyer con el Auto-Union V16 carrozado. En la autobahn entre Frankfurt y Darmstadt Caracciola hizo dos pasadas a primera hora en las que promedió 432 km/h, nuevo récord. Una leve brisa y quizá una premonición le hicieron desistir de un nuevo intento. Unas horas más tarde, Auto-Unión con Porsche y Rosemeyer se presentaron en el lugar para batir el nuevo récord. El viento había aumentado, el frío era intenso. “Caratsch” quiso acercarse a su amigo Rosemeyer y sugerirle que no lo intentase, pero el bólido partió… Rosemeyer nunca volvería de ese viaje.
Acabada la Segunda Guerra Mundial y tras varios años sin competir, en 1946 el viejo campeón fue invitado a correr en las 500 millas de Indianápolis. Tras superar muchos problemas diplomáticos consiguió viajar a Estados Unidos donde fue recibido como una leyenda. Durante la clasificación de la carrera, algo golpeó la cabeza de Rudi dejándole inconsciente y haciendo que el coche se estrellase contra la barrera. El impacto fue tan brutal que, después de semanas en el hospital, Caracciola tuvo que volver a aprender a usar los cubiertos o a ponerse los zapatos…La recuperación aún duraría muchos meses, pero el viejo campeón no estaba acabado.
Las Mille Miglia, el 300 SL y Le Mans
Caracciola participó una sola vez en las 24 horas de Le Mans, en 1930. En ese año Woolf Barnato conseguía la cuarta victoria consecutiva de Bentley, y los Blower corrían mostrando sus problemas de fiabilidad. Caracciola, con un Mercedes SS, abandonó transcurridas dos horas y media.
En los años 30 el piloto no volvió a probar suerte en la carrera francesa, y de 1940 a 1948 no hubo competición. En 1950 Alfred Neubauer, director deportivo de Mercedes en los años 30, comunicó a los viejos pilotos de la marca que querían volver a competir y organizaron unas pruebas privadas en las que Caracciola se mostró al mismo nivel que sus antiguos compañeros. Apenas año y medio después, en la primavera de 1952, Mercedes presentaba un coche que cambió su historia, en palabras de Caracciola “El automóvil deportivo más ligero y fascinador de todos los que jamás se habían construído, el Mercedes 300 SL”. El viejo campeón contaba 51 años y no había vuelto a competir tras el terrible accidente de Indianápolis, pero aún así se volvió a ganar la confianza de Neubauer para hacer debutar el coche en las Mille Miglia, 21 años después de haberlas ganado con el SSK.
En la línea de salida de Brescia se alineaban tres “alas de gaviota” que conducirían Lang, Kling y “Caratsch”. La victoria se la llevó Bracco con un Ferrari 250, pero de dos Mercedes llegaron a meta (Lang se estrelló pronto) quedando Kling segundo y el viejo Caracciola, con un motor algo menos potente, cuarto. 6 años después del accidente de Indianápolis y 12 años después de su última carrera, “Caratsch” estaba en condiciones de competir al máximo nivel. Y pronto llegaría Le Mans.
Pero a la danza de la muerte aún le quedaban unos compases. En el Gran Premio de Berna, semanas antes de Le Mans, Caracciola sufrió otro terrible accidente que le destrozó la pierna izquierda. “No te preocupes, con un poco de suerte quedará tan corta como la derecha y ya no cojearé”, decía a su esposa desde la ambulancia mientras le trasladaban. Año y medio de recuperación a sus 51 años fueron demasiado. La carrera de Rudolf Caracciola había acabado, pero pocas semanas después, el maravilloso 300 SL que le había fascinado durante las Mille Miglia hizo doblete en Le Mans con Lang/Riess y Helfrich/Niedermayer sacando 15 vueltas al tercer clasificado. De no ser por el accidente de Berna, “Caratsch” habría conducido alguno de aquellos dos coches y habría optado a la victoria, la primera de una marca alemana en las 24 Horas. Quien sabe si, incluso, Rudi habría formado parte de aquella imponente escuadra Mercedes de 1955, junto a Fangio/Moss, Kling/Simon y Levegh/Fitch. Un terrible accidente le libró de enfrentarse cara a cara, por enésima vez en su vida, al frio aliento de la muerte.
La estrella de Mercedes y el 300 SL acompañaron a Rudolf Caracciola hasta el final de sus días. En 1955, tras retirarse de la competición, Mercedes inició un programa de exhibiciones con el “alas de gaviota” para promocionar el modelo y la marca entre los soldados americanos destacados en Europa. El legendario piloto hacía exhibiciones en las bases militares, y recibía los halagos de entregados seguidores. Cuatro años más tarde la muerte le sorprendió con una rápida e inesperada enfermedad hepática. El “viejo zorro”, como lo llamaba Neubauer, escapó a sus garras en dos templos de la velocidad, Mónaco e Indianápolis. El accidente de Berna, semanas antes de las 24 Horas de 1952 le privó de una muy posible victoria a bordo del histórico 300 SL. Pero al acelerar su retirada, también le salvó de participar en la trágica carrera de 1955.
A bordo de un coche de competición, ni la muerte pudo alcanzar a Rudi…
Fuente: www.lemans-history.com/»> www.lemans-history.com / Caracciola, R.; Mi mundo. Vida de un piloto automovilístico; Barcelona, Plaza & Janes, 1965
Fotos: Daimler Media
En Diariomotor: Historias de las 24 Horas de Le Mans. El desastre que cambiaría la historia del automovilismo